Psicoanálisis: método para modificar el pasado.
Es una pregunta habitual en el ámbito académico, no lo es tanto en otros contextos porque la gente, primero: piensa que el psicoanálisis es un modo de la psicología, una clase, una escuela psicológica; segundo: porque en última instancia las dos operan con el dolor del sujeto. Pero hay diferencias no sólo conceptuales, teóricas, sino también clínicas: por supuesto la última deriva de la primera porque en psicoanálisis teoría y praxis están engarzadas indisolublemente. Es muy dificil contestar en pocas palabras: he intentado hacerlo una vez en uno de los videos que estan subidos a la web y se ha utilizado ese video para hacer polémica. La blog de un diario argentino lo ha usado para que la gente comience, como es habitual, a opinar sobre tonos e ideas y a comenzar una polémica a ver quien la tiene más larga.
Trataré de responder acotadamente. Voy a comenzar por Lacan. Él, en el Seminario Uno, enunció que en el psicoanalista que pretende saber algo (de psicología por ejemplo) comienza ya su perdición; y agregó que la psicología sólo es vehículo de ideales. ¿Por qué Lacan dice todo eso? Primero porque la diferencia básica gravita en torno al Saber. La psicología, como toda ciencia, trabaja con un saber a priori, un saber de manual. Viene el paciente, me dice que es asmático o bipolar o gay y el psicológo (al igual que el médico) ya sabe lo que le está diciendo. Para el psicoanalista ese enunciado no significa nada. El psicoanalista sólo trabaja con el saber del paciente: aunque venga con una derivación de otro profesional diciendo que el susodicho es bipolar; el analista desetima de cuajo eso por razones no sólo éticas sino técnicas-clínicas. (La clínica psicoanalítica no puede desvincularse de la ética.) Entonces si el paciente dice « soy asmático », el analista va a preguntar qué quiere decir ser asmático. Es maravilloso encontrar -y esto sólo lo pueden comprobar quienes se analizaron- los significantes que se abren, que aparecen, a partir de estas preguntas. Entonces, primer punto: el analista no da su saber, trabaja con el saber del analizante. O, mejor dicho, es el analizante quien trabaja y paga para eso. Por eso Lacan enunció que lo primero que tiene que saber un analista es olvidarse que sabe. Si yo trabajo con mi saber no permito que nazca el saber que lo inconsciente aporta y eso dependerá de la significación que da el analizante. Hay personas que se dicen homosexuales -y se torturan por eso- porque una vez en la adolescencia tuvieron un juego sexual con otra persona de su mismo sexo, y hay personas que tienen relaciones sexuales con una persona de su mismo sexo y todos los dias con una diferente, y se dicen bisexuales. Cuestión de significación.
Esta cuestión está relacionada con un elemento básico que manejamos desde Freud para acá: el fantasma. La realidad sólo puede aprehenderse a través del fantasma. No existe « lo natural » en lo cultural. Nada es natural, porque todo está mediatizado por el muro del lenguaje. Y para entrar al lenguaje es necesario primero el Otro. Estoy diciendo: « entrar al lenguaje »: es decir que el lenguaje espera al Sujeto. Primero está el lenguaje. Esto también nos diferencia, ya que la psicología cree que el sujeto habla para comunicarse. Incluso algunos consideran que el lenguaje es un órgano. El sujeto habla porque no le queda otra más que habitar el lenguaje. Está arrojado en él. Y no habla por necesidad (de comunicación o de nada): habla porque hablando, goza. Come, besa, coge, porque hay un goce en esos actos; nadie come por necesidad de nada: quien no goza comiendo, sólo se alimenta muchas veces a través de un suero. Después, por supuesto, están los excesos de ese goce; y ahi aparece la bulimia o la anorexia. Si el sujeto hablase por necesidad, es obvio que no se enfermaría. Porque la enfermedad -que es obviamente cultural- es producto del lenguaje. Por eso Lacan decía que pensar no es una enfermedad pero puede ocasionar enfermedades. Y pensamos con palabras. Nada más que con palabras. Soñamos con palabras. Si alguien respirase por necesidad no tendría « necesidad » de ahogarse en un ascensor o de brotarse en un lugar a tope de gente o de ver una araña y salir corriendo. La fobia -como digo siempre- es el gesto freudiano por excelencia donde nos enseña que la enfermedad es cultural, que el síntoma el sujeto lo construye y lo hace para un Otro. El mendigo que hace años está sin bañarse en la esquina de la plaza, tiene tantas bacterias en su cuerpo como cualquiera; y está tan propenso a los virus de la gripe (que son los más comunes) como cualquiera: ¿sabés por qué no se enferma? Porque se podría decir que está por fuera del lenguaje, lo que los sociólogos llaman « fuera del sistema ». No tienen un Otro a quien demandar con el síntoma. Por eso ni siquiera hablan; van a un tacho de basura, o levantan la mano cuando uno pasa. Pueden tener una gangrena en una pierna durante años, a pura putrefacción, y no pasa nada y un neurótico standard -digamos- puede morir por una neumonía, que es un virus común. Para crear una enfermedad es necesario más que un virus o una bacteria. Les recomiendo escuchar a un ex-infectólogo, hoy antropólogo, ex-jefe de uno de los serivicos del hospital de infectocontagiosos Muñiz en Bs.As., que habla bien llanamente de esto sin recurrir al psicoanálisis: Francisco Paco Maglio, quien también está en el Comité de Ética Médica de Buenos Aires.
(...)
¿Qué podrías decir con respecto a la cuestión del tiempo que se tarda en un psicoanálisis frente a otras terapias que parecen o dicen ser más cortas y económicas?
Bueno, esto es lo mismo que respondíamos en una de las preguntas anteriores. El tiempo del neurótico no es el tiempo de la publicidad, de la globalización, de internet, de los diarios o de papá y mamá. El tiempo del neurótico es un tiempo lógico, no cronológico; y depende de la lógica del fantasma. Los laboratorios o las terapias breves, intentarán suturar esta hiancia. Compre ya, sea feliz en diez días, etc etc. Ya sabemos que la felicidad -que es lo que en definitiva demanda un analizante a su analista- es una cuestión del caso por caso y, de algún modo, es un estado de ánimo. Es tan patológico ser siempre un infeliz como estar siempre en un estado de idiotez feliz. Ningún sujeto que soporte los avatares culturales, pulsionales, puede ser siempre feliz. Porque la Cultura implica cierto moldeamiento pulsional, implica adecuarse a la Ley simbólica; y eso es acotar ciertos goces que, como te decía anteriormente, están prohibidos por eso se sueñan. El psicoanálisis es caro y largo. Yo pregunto: ¿y la vida? El que apuesta al psicoanálisis apuesta a su deseo. Y el deseo no es un apetito fácil de bordear. Uno puede comer una manzana o tener un hijo; pero después hay que ver qué se hace con eso que se tuvo el coraje de apetecer. Muchos creen que tener hijos es como ir al súper a comprar manzanas y otros creerán que comprar manzanas es como parir un hijo pero eso es otro tema. Hacerse cargo del deseo lleva tiempo a invertir. La maniobra del analista -sin intentar dirigir al paciente pero sí dirigiendo la cura- es lidiar con el tiempo lógico y el cronológico porque también es cierto que -como decía Confucio- hay que vivir cada día como si fuese el último : algún día acertaremos. Pero para el neurótico eso es imposible. Sin proyectarse el sujeto no puede vivir el hoy. Por eso un hoy sin un mínimo de mañana, es un hoy eclipsado, opaco, que lleva a la melancolía. Cuando uno, por ejemplo con su pareja, no puede proyectar nada porque todo es caótico y no se sabe que puede pasar dentro de dos días; se vive el hoy, pero se llega a perder el proyecto. El psicoanálisis intenta modificar el pasado para proyectarse un futuro con un hoy menos mortífero. Porque es obvio que, de todos modos, el futuro no existe. Pero existe el deseo de que exista. Por eso las relaciones efímeras no satisfacen al neurótico. Uno puedo pagar a una puta, una y diez veces; pero aparte de sexo quiere otra cosa. Muchos pagan por amor con dinero. Otros -aceptando la castración- pagarán con su tope narcisístico. Pagar siempre se paga. Freud decía que el psicoanálisis es caro, pero más caro es la estupidez o la enfermedad.
Marcelo Augusto Pérez
Extracto Entrevista,
Revista Arte G, Madrid.
España. VIII. 2012.