Psicoanálisis & Política
El psicoanálisis es un teoría que entra en contradicción con los totalitarismos. ¿Cómo puede pensarse, en ese sentido, la relación entre psicoanálisis y poder?
–Ahí está la cuestión. El nacimiento del psicoanálisis está marcado por lo que usted señaló. Hay un montón de observaciones de Freud que se pueden leer y volver inteligibles como advertencias sobre el desencadenamiento del totalitarismo: los apuntes de Freud que anticipan el nacionalsocialismo, sus apuntes sobre la Revolución Bolchevique y, en general, la preocupación de Freud por el mal. Hay una línea que continúa esto también en Lacan. Ahora, el problema es que el neoliberalismo ha introducido una nueva logia de poder que es distinta de los regímenes totalitarios que se dieron en el Siglo XX. Por supuesto que los regímenes totalitarios eran antinómicos al psicoanálisis, eran refractarios a éste. Pero el neoliberalismo, a la larga, también lo va a ser porque uno de sus grandes botines de guerra es la subjetividad. Para parafrasear a Marx, el neoliberalismo es un modo de producción de subjetividad. Y el tipo de subjetividad que promueve y produce no es la del sujeto del inconsciente. Es una subjetividad subordinada a los imperativos de rendimiento, de competencia, de lógicas empresariales, las malditas autoayudas. El sujeto está todo el tiempo confrontado a una exigencia frente a la cual no da la talla y con respecto a la cual siempre está endeudado. Podemos decir que el neoliberalismo es una especie de fábrica, como ya lo han dicho otros teóricos, de deudores y es una mezcla de llamado a la felicidad, una especie de convocatoria a “todos juntos”, “todos felices”, para luego estar en falta con respecto a eso mismo.
–¿Cómo puede pensarse, en ese sentido, la distinción entre sujeto y subjetividad a partir de las teorías de autorrealización y de autoayuda que nacieron bajo el amparo del neoliberalismo?
–Efectivamente creo, como dijo Max Weber, que la Etica Protestante tenía una relación estructural con el capitalismo, las narraciones de autorrealización, como las de autoayuda, son absolutamente y estructuralmente afines al neoliberalismo. Por lo tanto, la distinción entre subjetividad y sujeto es clave. Es decir: si el neoliberalismo se adueña de todo el orden simbólico y de la propia constitución del sujeto, como lo suelo siempre recordar, se trataría de un crimen perfecto. No habría ninguna forma de establecer ya ningún tipo de resistencia ni de intención política ni de recurso a ningún legado histórico o a una herencia simbólica. Hay que pensar que hay algo en la propia constitución del sujeto, lo que nos vuelve a cada uno de nosotros una existencia mortal, hablante y sexuada, que no puede ser capturada del todo. Si los dispositivos del neoliberalismo capturan esto, entonces, ya no hay nada que hacer.
–¿El neoliberalismo genera patologías específicas?
–Parece ser que hay una que se extiende como una epidemia en el mundo que es la depresión. El aumento de la industria farmacológica de los antidepresivos es un hecho. Y la depresión se puede leer desde dos puntos de vista: uno patológico, pero hay una dimensión ética, como también evocaba Lacan, en donde decía que la depresión era cobardía. No voy a imputar de cobarde a nadie que se deprima, pero es verdad que en la depresión hay una especie de renuncia a las apuestas que los deseos conllevan. En ese sentido, es muy sugerente ver que hay una extensión de ese fenómeno que también me parece muy vinculado a no dar nunca la talla, a no estar nunca a la altura, a estar siempre arrojados a una situación que nos desborda.
–¿Qué cree que quiso decir Lacan cuando expresó: “El inconsciente es la política”?
–Voy a aprovechar una anécdota que me gusta mucho que está en Mi vida, de León Trotsky para ilustrar esto. Lenin le propuso a Trotsky ser ministro de Relaciones Exteriores y Trotsky le dijo: “Estamos en el comienzo de la Revolución, ¿y me vas a nombrar ministro de Relaciones Exteriores que soy judío? Vamos a tener un montón de problemas en Europa, vamos a añadir más problemas a los que ya tenemos”. Lenin le respondió: “Pero, ¿hicimos la revolución para estar pendientes ahora de estos detalles tan estúpidos?”. Trotsky le señaló, entonces: “La Revolución va a terminar con muchas cosas, pero no con la estupidez humana”. Bueno, esto es para mí uno de los sentidos de que el inconsciente es lo político, que en todo proceso siempre hay elementos que carecen de sentido, repeticiones, cuestiones que quedan fijadas fantasmagóricamente y que es todo un ámbito de la experiencia humana con la que también hay que saber hacer algo políticamente.
-¿Cómo puede entenderse en una sociedad con grandes desigualdades la idea de Freud de que la felicidad no tiene que ver con la verdadera existencia del ser humano?
–Esto me parece importantísimo. Una de las razones para ir a un mundo que no sea el capitalista –no sé qué nombre podemos ponerle, podemos ponerle el nombre de comunismo– es para que empiece la verdadera tragedia, es para que surjan las verdaderas diferencias, los locos, los suicidas, porque, en realidad, cuando las diferencias las establece el mercado (dónde nació uno, a qué colegio fue, qué oportunidades tuvo) eso es un insulto a la diferencia, es un modo de encubrirla. Cuando todas las diferencias proceden del lugar donde cada uno tuvo un sitio en el Otro del mercado social, eso no es una diferencia. En realidad, me interesaría mucho la experiencia comunista en la medida en que la veo como una experiencia trágica, donde irrumpirían las verdaderas diferencias no impuestas desde el mercado. No hablo del paraíso en la Tierra, como dice la Internacional.
–¿Cómo se explica que se puede estar en la miseria y seguir siendo productor de plus de goce?
–Porque es transformación de la miseria. Eso es algo que Marx no contempló. Cuando en El Capital, dice: “La pobreza es la no satisfacción de las necesidades materiales”, desde el concepto de “necesidad” es así. Pero si usted introduce el concepto de goce lacaniano, entonces, hay una mutación de la miseria. En las villas hay armas, plasmas, marcas falsas, drogas de distinto tipo. Hay consumo. La lógica del consumidor consumido se sigue extendiendo. Por supuesto, se consumen los reality, la Play Station, los teléfonos celulares, etcétera.
Jorge Alemán
Frag. Entrevista de Oscar Ranzani
En Pagina/12, Sup. Psicología.
Buenos Aires
20/IV/17
Artes Visuales:
David Alfaro Siqueiros