La Locura ¿Lo-cura?
Touched with Fire
Paul Dalio [ EE.UU., 2015 ]
“Esta es mi nave de los locos de la locura es el espejo. Al mirar el
retrato oscuro todos se van reconociendo. Y al contemplarse todos saben que ni somos
ni fuimos cuerdos, y que no debemos tomarnos por eso que nunca seremos. No hay
un hombre sin una grieta, y nadie puede pretenderlo; nadie está exento de
locura, nadie vive del todo cuerdo”.
Das Narrenschiff, La Nave de los
Locos, Sebastián Brant [Fr.,
1457-1521]
“En realidad hay que salir un poco de sí para no ser demasiado infeliz.”
Isabelle de
Charrière [ Holanda, 1740 / Suiza, 1805 ]
Verdad del sujeto,
poesía del sujeto, locura del sujeto. Creación y Locura: ¿hasta qué punto se reprime
una y entonces la otra? Es obvio que la creación no es patrimonio exclusivo de
los locos, pero ¿qué sucede si al padeciente de locura le quitamos ese rasgo?
¿Es lo mismo la locura que la bipolaridad, que la esquizofrenia o la paranoia,
trastornos del nomenclador psiquiátrico? ¿No hay que estar un poco loco –acaso-
para realizar un Acto de creación: traer un hijo al mundo, o construir un
edificio en un terreno tan frágil como la tierra, o para amar o simplemente
para escribir –por ejemplo- “Quiero hacer
contigo lo que la primavera hace con los cerezos”? (1)
El poeta chileno
Vicente Huidobro enunció: Si no cometiera alguna locura al año, me
volvería loco y el siempre
ponderado Friedrich Nietszche nos recordaba que Hay un poco de locura en el amor, pero hay un poco de razón en la
locura. Parecería que no se pueden
distanciar algunos significantes culturales y –entonces- ya podríamos tirar una
primera carta: la locura es cultural. Jacques Lacan (en Acerca de la causalidad psíquica, 1946) expresó que la locura no
sólo no es un insulto a la libertad [concepción
que sostenía la psiquiatría de Henri Ey] sino que es su más fiel compañera y
agregó: “…sigue su movimiento como una sombra. Y el
ser del hombre no sólo no puede ser comprendido sin la locura, sino que no
sería el ser del hombre si no llevase en él la locura como límite de la
libertad”.
Es muy extensa la cuestión de la locura y
mucho más su conceptualización filosófica y psicoanalítica que deberíamos
escoltarla con la problemática de las Psicosis. En todo caso podríamos admitir
de entrada que la locura se presenta para el psicoanálisis como “el fenómeno
de la locura” y que –como también nos recordaba el Maestro francés en el
Seminario III de 1955- “Ser psicoanalista es, sencillamente, abrir los ojos
ante la evidencia de que nada es más
disparatado que la realidad humana." Es decir que el Mito Individual
del Neurótico –que el analizante nos presenta- no es menos loco que el Mito
Individual del Psicótico; con lo cual también podríamos pensar –en paralelo a
esta travesía- que como también nos recordaba Lacan en el texto mencionado upsupra:
“…conviene destacar que, si un hombre que se cree rey está loco, no lo está
menos un rey que se cree rey.”
Sirva este introito para anticiparse al marco
fílmico desde donde se mueve la propuesta del joven director Paul Dalio, quien
también es el guionista de la producción de Spike Lee: “Touched with Fire”.
La película –que me fue gentilmente recomendada por un colega que trabaja en la
articulación de Cine & Psicoanálisis- (2) nos introduce en la historia de
dos sujetos que se conocen en un hospital psiquiátrico y que comienzan una
relación no exenta de belleza ni de dolor.
“Un día el sol
cubrió el mundo para mostrar su imagen con una luz diferente. Todas las líneas
estaban en su lugar, pero no había formas ni matices…”- Esta es la primera declamación de la obra de Dalio; que podríamos imantar
con estas otras que van encapsulando de algún modo el film y que citan a Lord Byron: “Todos
los del oficio estamos locos. A algunos les da por la alegría, a otros por la
melancolía, pero todos estamos más o menos marcados”. Sol, ardor, luna,
lunático: ¿es posible su amalgama? ¿Acaso el amor no es de alguna forma aquello
simbólico que hace posible lo real imposible? ¿No aprendimos con Lacan que
Aquiles nunca alcanzará a la tortuga y que esa falla estructural de algún modo
puede recubrirse –no sin engaño, claro- por el amor que pretende hacer de dos,
Uno? ¿Cómo podrá un ave, si se enamora de un pez, sobrevivir en el mundo… y dónde
vivirían? Touched with fire nos
susurra –ya en el final- que a medida que el sol y la luna se alienaban en el
cielo iluminaban sus brillos entre sí; y que cuánto más se acercaban, más
brillaban. Y más crecía el fuego…
Marcel Proust decía que para quien ama, la ausencia
no es más que la presencia más fuerte. Los personajes centrales de este
celuloide producen una disyuntiva que podría sintetizarse en el siguiente
planteo: ¿Separarse para no quemarse con
fuego o juntarse para arder de amor? Y nos plantean entonces cuestiones
éticas y ciertas preguntas que creo –y que invento- podrían ser el eje de
cierta discusión: ¿Es peor perjuicio separarse porque juntos podría haber
graves consecuencias o juntarse para dañarse menos? O expresado de otro modo:
¿Nos separamos porque nos matamos o nos matamos al separarnos? La herida del
amor, que cierra otras heridas, ¿será peor que la falla de la Estructura? ¿No
son herida y falla sinónimos del Parelëtre?
¿Es lo mismo una falla –un fallido- que un error? ¿Qué sucede cuando sólo
quedan cenizas, cuando el ardor –la pasión- se aleja poco a poco del sujeto
porque la medicación o la familia o la institución aplacan ese fenómeno humano?
“Ahora que nos
hemos alejado del fuego y enfrentamos los días que no fueron quemados por las
llamas podemos verlo con cordura y darle el final que no podíamos escribir…”- Los protagonistas del film pueden abandonar
momentáneamente el goce fálico y virar hacia la significación fálica que
produce obra. La eclosión (del latín excludere:
hacer salir; pero también de la raíz exclaudere:
cerrar) si no es brote que sublima puede excluir de algún modo al sujeto del
lazo. Cierto: el libro –ese hijo singular- ha podido producirse, pero ¿qué hay
de los autores, de los poetas? “¿A qué
planeta habrá ido el Principito cuando murió?” Pregunta que creo intenta
remitirnos al por qué de estas cuestiones donde la Castración actúa de modo
singular y siempre con su vigorosa fórmula: algo hay que perder para ganar.
¿Qué habrán perdido todos esos poetas que la coda del film se encarga de
enumerar y que han transitado por la locura? Pero, acaso: ¿el neurótico standard, no pierde en su
dilema castratorio? Si como nos pincelaba Neruda, el viento mata mariposas;
también es cierto que no hay mariposas sin alas y que para volar es necesario
el viento.
La película de Paul Dalio da pinceladas permanentes
en torno a la problemática de la Institución en las Enfermedades-Mentales y de la medicación que muchas veces taponando
el síntoma recubre y obstruye también la pasión del sujeto. La escena donde los
amantes arrojan a la fuente de agua los antipsicóticos (como quien lanza
monedas o llaves o candados con la esperanza de un camino feliz) marca –creo-
un pivote importante en toda la obra porque nos induce a pensar la pregunta por
la cura. ¿Hay curación –acaso- de la Estructura?
La pregunta que nos hacemos cuando esta clase de
obras aparece en nuestros ojos, es la pregunta por el Ser. Es decir: por las
pasiones del Ser. Y recordamos en psicoanálisis que Padecimiento viene de Pasión;
por lo cual también habría que pensar que en todo mal se esconde algo de
benéfico para el sujeto. Rainar María Rilke lo expresó con agudeza poética: “No me quiten mis diablos porque con ellos
también se van mis ángeles”. Por eso Touched
with fire no se queda sólo en la cuestión de la enfermedad; se permite a la
vez dar una vuelta-de-fuego en la
coda de la obra para contarnos también que como expresó Jean Paul Sartre no hay
necesidad de fuego, que el infierno son los otros. Es decir: uno mismo. Que no
hay sujeto cuya llama de fuego no esté siempre alerta y que en algún momento
pueda revelarse. De allí que el psicoanálisis no diagnostica una Psicosis desde
lo fenoménico, sino a través del discurso donde podrá escucharse el avatar
fálico que gira en torno a la Metáfora Paterna.
Precisemos –bajo este contexto- que si bien el Otro
(la Psiquiatría, la Institución, etc.) debería legalizar al Sujeto para
proporcionarle la posibilidad de que su deseo transite y no obstaculizarlo aún
más con los asuntos de la Norma (que –no en última instancia- incluyen la
burocratización y el exceso) también es un hecho que todo Sujeto es responsable
ante sus Actos y que le toca –más allá de un diagnóstico- asumirlo. De allí
también que la película plantea la cuestión de la Paternidad (y Maternidad) en
un entorno donde la Psicosis ronda con su aroma pesaroso; reflejo que también
se postula en los propios padres de los protagonistas que excluyen el deseo de
estos como lo hace la institución psiquiátrica. Y aquí entramos –precisamente-
a la problemática del Síntoma de cada subjetividad. Singularidad que excluye
–vía la falla epistemosomática que
nos recordaba Lacan en 1966- las dos variables que la medicina no puede
abordar: Demanda y Goce. En este marco podríamos pensar hasta qué punto ese Goce - que "empieza con la cosquilla y termina en la parrilla", como nos recordaba Lacan- no termina incendiando con su fuego.
Hace cuatro décadas –en el año 1976 exactamente-
Ingmar Bergman nos recordaba en su “Cara a Cara” que “Jenny está convencida
de que un queso es un queso, una mesa, una mesa, y, sobre todo, que un ser
humano es un ser humano..." Como genial director que fue, Bergman
nunca dejó de retratar el alma humana,
y también supo de las limitaciones del aparato institucional que encierra –y
que calla- a un psicótico con la misma naturalidad que se podría encerrar a un
diabético, a un asmático o a un hipertenso. En la película de Dalio este punto
está presente desde el comienzo al fin. El sujeto de la locura, la locura en el
sujeto… Dilemas todos que el arte nos convida una vez más, en este caso
escoltado con reminiscencias de Van Gogh, y donde también nos presenta a cielo
abierto no sólo la locura en la poesía sino, claro, la poesía de la locura.
Marcelo Augusto
Pérez
Tocados con ardor...
IV / 2017
(1) Pablo Neruda; 20 poemas de amor y una canción desesperada.
Poema XIV.
(2) Nazareno Guerra, Tutor Docente en la
Práctica de Investigación "Cine y Subjetividad: el método clínico
analítico de lectura de películas y series televisivas", Facultad de Psicología
(UBA) y quien actualmente dicta un Seminario Breve de Psicoanálisis & Cine
en el BAMA, Buenos Aires.
Artes Visuales:
Vincent van Gogh
[ Holanda, 1853 / Francia, 1890 ]