Jacques Lacan / Universidad de Columbia.
En el análisis hay al menos, es necesario decirlo, ciertos
resultados. Esto no es siempre lo que se espera: es porque uno se equivoca en
esperar; esto es lo que hace la dificultad de ser analista. Los analistas, he
tratado de especificar de ellos algo, que he denominado el discurso analítico.
El discurso analítico existe porque es el analizante quien lo sostiene...
felizmente (hereusement). Existe la hora (heur), la hora (l'heur) que es
algunas veces una buena hora (bon-heur) de haber encontrado un analista. Eso no
ocurre siempre. A menudo el analista cree que la piedra filosofal -si pudiera
decirlo- de su oficio, consiste en callarse. Lo que yo digo sobre eso es bien
conocido. Después de todo es un error una desviación, el hecho que los
analistas hablen poco. Ocurre que yo hago supervisiones. No se porqué se ha
llamado a eso supervisión. Eso es una superaudición. Quiero decir que es muy
sorprendente lo que les ha relatado un practicante, -sorprendente que a través
de eso que él les dice, se pueda tener una representación de aquel que está en
análisis-, que es analizante. Esta es una nueva dimensión. Hablaré en un
momento de ese hecho. La di-mensión , que yo no escribo como se la escribe
habitualmente en francés. Lo mejor es que haga un esfuerzo y les muestre como
la escribo: di-mensión (dit-mensión) .
Es así como la escribo di-mensión ... (dit-mensión...), mensión es
decir -en inglés eso se comprende- mención (mention) el lugar donde reposa un
dicho.
Entonces el analista al menos, tiene cosas que decir. Hay cosas
que decir el analizante, a aquel Que, por lo menos no está allí para afrontar
el simple silencio del analista. Lo que el analista tiene que decir es del
orden de la verdad. Yo no sé si ustedes tienen a la verdad como algo muy
sensible. Quiero decir: si tienen una idea de lo que es la verdad.
Lo que yo llamo discurso está en referencia con un lazo social. El
análisis es de este orden. Con la única excepción que, como es muy nuevo,
porque después de todo no data de tanto tiempo, él comporta un pacto. Un analizante
sabe que el analista lo esperará un cierto número de veces por semana y en
principio él debe prestarse a ello. Si no el analista -aún si él no ha venido-
reclamará honorarios. Naturalmente eso implica que el analista también tiene
deberes. El debe estar allí. ¿A partir de cuándo comienza la verdad? Comienza a
partir del momento en que uno emplea frases. La frase es un decir. Y ese decir
es el decir de la verdad.
En alguna parte yo no sólo he
dicho sino que he escrito que hay un matiz...hay más que un matiz, hay una
montaña entre el decir y el escrito. La prueba es que la gente se cree mucho más
segura de una promesa cuando ellos tienen lo que se llama un papel. Un papel
que es por ejemplo, un reconocimiento de deuda. Ese papel da soporte a la
verdad de la promesa. Se ve mal que alguien diga: "este escrito no es
mío". En todo caso es a partir de aquel momento que intervienen los
expertos, a sabor, grafólogos, que dicen: "si es precisamente esa
escritura". Lo que prueba que una escritura también tiene algo de
individual; pero la escritura no ha existido siempre.
Es sostenible decir que la verdad tiene una estructura de ficción.
Esto es lo que normalmente se llama el mito -muchas verdades tienen una
existencia mítica- es precisamente en eso que no se la puede agotar, decirla
toda. Es lo que yo he enunciado bajo esta fórmula: de la verdad no hay más que
medio decir. A la verdad se la dice como se puede, es decir en parte; sólo ahí
donde yace la dificultad, es que es necesario hacer sentir a aquél que está en
análisis que esta verdad no es toda, que no es verdadera para todo el mundo,
que ella no es -esta es una vieja idea- que ella no es general, que ella no
vale para todos.
¿Cómo es posible que haya analistas? La cosa no es posible más que
por el hecho que el analizante recibe la condición -si puede decirse- de
observar una regla, de no decir más que lo que él puede tener que decir, que
aquello que él tiene como muy importante (tient
a coeur) , como se dice en francés . Lo que es hacer eco, pero no porque algo
es un eco que está especificado; lo que es hacer eco a una muy vieja idea de lo
que era el centro del ser llamado humano -aquel que se llamaba anthropos. El
centro era el corazón -tymos- ¡es así al menos como se lo designaba! ; lo que
estaba bajo el corazón era epitymiano. Pero esta era una concepción que daba al
hombre un privilegio. Había dos especies de hombre: aquel que se especificaba
por ser de una polis -...lambda, iota,sigma - por ser un ciudadano, sólo aquél era un ciudadano de pleno derecho. Seguramente
todo esto se ha embrollado. Sin embargo, a través de diferentes estructuras la
relación llamada política continuó existiendo. Al menos ella existe mas
sólidamente que cualquier otra.
Yo he franqueado el camino a algo que he llamado el decir de la
verdad. El analista ha advertido, antes que el postulante entre en análisis, él
le ha advertido, que debe decir todo; ¿qué quiere decir todo? Eso no puede
tener sentido. No puede querer decir más que decir cualquier cosa. De hecho es
lo que ocurre. Es por allí que uno entra al análisis. Lo extraño es que ocurre
algo que es del orden de una inercia, de una polarización, de una orientación.
El analizante (si el análisis funciona, avanza) llega a hablar de un modo cada
vez mas centrado sobre algo que después de todo se opone a la polis (en el
sentido de ciudad) esto es, a saber, sobre su familia particular. La inercia
que hace que un sujeto no hable, mas que de papá o mamá es, al menos, un asunto
curioso. Decir cualquier cosa; es curioso que se siga esta pendiente, que eso
haga, termine por hacer como el agua, por hacer un río, un río de retorno a
aquello por lo cual uno se sostiene en su familia, es decir, por la infancia.
Se puede decir que allí se explica el hecho de que el analista no interviene
más que con una verdad particular, porque un niño no es un niño abstracto. El
ha tenido una historia y una historia que se especifica por esta particularidad
: no es la misma cosa haber tenido su mamá y no la mamá del vecino; lo mismo
para su papá.
Un papá no es totalmente eso que uno cree. No es forzosamente
aquel que ha hecho a una mujer aquel niño. En muchos casos no hay ninguna
garantía, siendo dado que a la mujer después de todo le pueden ocurrir muchas
cosas sobre todo, si ella tiene un poco de arrastre. Es por eso que papá no es
enteramente forzosamente aquel que es -es el caso de decirlo- el padre en el
sentido real, en el sentido de la animalidad el padre es una función que se
refiere a lo real. Ello no impide que lo real del padre sea absolutamente
fundamental en el análisis. El modo de existencia del padre tiende a lo real.
Este es el único caso en que lo real es más fuerte que lo verdadero. Digamos
que lo real también puede ser mítico. El no impide que, por la estructura, sea
tan importante como todo decir verdadero. En esta dirección está lo real. Esto
es muy inquietante. Es muy inquietante que haya un real que sea mítico y es
precisamente por eso que Freud ha mantenido tan fuertemente, en su doctrina, la
función del padre.
(...)
¿Qué es lo que puede suponer que, por decir, alguien sea liberado
del síntoma? Esto supone que el síntoma y esta suerte de intervención del
analista -me parece que esto es lo menos que puede uno anticipar- son del mismo
orden. El síntoma le dice algo. El dice; es otra forma de verdadero decir, y lo
que en suma hace el analista es tratar de hacer un poco más que el deslizarse
por encima. Es precisamente por ello que el análisis, la teoría analítica, usa
un término como resistencia.
El síntoma, eso, resiste; no es algo que ocurra porque sí, pero
presentar un análisis como algo, como un duelo, es también enteramente
contrario a la verdad, es precisamente por eso que he tratado -con el tiempo no
ocurrió enseguida- de construir algo que diera cuenta de lo que ocurre en un
análisis. Yo no tengo la menor "concepción del mundo", como se dice,
el mundo es esa encantadora conchilla en
cuyo centro se pone esa piedra preciosa, ese algo único que sería el hombre.
Está probado que él tiene (dado ese esquema) cosas que palpitan en él: un mundo
exterior. Y además el mundo, sería un mundo exterior. No creo para nada que eso
baste. No creo para nada que haya un mundo interior, reflejo de un mundo
exterior y menos lo contrario. He tratado de formular algo que supone
incontestablemente una organización mas complicada. Si nosotros decimos
-nosotros analistas- que hay un inconciente eso está fundado sobre la
experiencia. La experiencia consiste en que desde el origen, hay una relación
con lalengua ("lalangue") que merece ser llamada, a justo título,
maternal, porque es por la madre que el niño -si puedo decirlo- la recibe. El
no la aprende. Hay una pendiente. Es sorprendente ver como un niño manipula muy
temprano cosas tan notablemente gramaticales, como el uso de las palabras
"puede ser" o "aún no". Seguramente lo ha oído, pero el que
no comprenda su sentido es algo que merece toda nuestra atención.
Hay en el lenguaje algo que está estructurado. Los lingüístas se
encierran allí, al manipular esa estructura que se llama gramatical. Y que el
niño esté allí tan a gusto, que se familiarice tan temprano con el uso de una
estructura que -no es por nada que se la ha ubicado allí, pero de un modo
elaborado- es lo que se llaman figuras de retórica, manifiesta que no se le
enseña la gramática. Uno elabora la gramática a partir de lo que ya funciona
como palabra. Y eso no es lo que hay de más característico. Si yo he empleado
el término: "el inconciente está estructurado como un lenguaje" es precisamente porque
quiero mantener el que un lenguaje no es el lenguaje. Hay algo en el lenguaje
ya demasiado general, demasiado lógico.
.
Jacques Lacan
[ Paris, 1901 / 1981 ]
Conferencia en Universidad de Columbia.
Auditorium de la Escuela de Asuntos Internacionales.
1 / XII / 1975
Extracto.
ARTE: