El Maestro Astor Piazzolla









Ayer pude experimentar -otra vez más- que la música de Astor Piazzolla es, para mí, sublime.

Pienso entonces en lo injusta que –a veces- es la vida. Que gente común como yo muera, me parece razonable y hasta necesario. Pero no puedo aceptar que estos Maestros hayan dejado este mundo, le hayan prohibido a otros terrenales seres la capacidad de seguir disfrutando nuevas y celestiales creaciones. Piazzolla mataba tiburones,  Borges elogió a una dictadura miliar: sí, cierto. Pero su arte nos hace olvidar -en esos instantes donde nos vibra el corazón- que estos seres también eran terrenales y cometieron algunos deslices del lenguaje.

La Fundación Kónex cerró una semana de Homenaje a Piazzolla. Escuchar ayer a casi 40 músicos en vivo, con batutas célebres y la partitura del Maestro, resulta ser un momento en donde inevitablemente uno se siente efímero. Como cuando se lee alguna página de Borges, o se mira un lienzo de Van Gogh. No. Claro. Un ser así no muere, es eterno. No es de este mundo. Quizás mi emoción de anoche curse mezclada con un conjunto de cosas: mi viejo –por ejemplo- que me decía, cuando escuchó que Piazzolla sonaba en su casa, que eso no era tango; y entonces yo (así como él me enseñó a escuchar a Troilo) trataba de que escuche en Piazzolla algo más que un pentagrama cuadrado. Era raro que aparezca el tango con bajos, percusión, oboe o guitarra eléctrica. Piazzolla, para mi, era el Mozart del tango.

La mujer de Astor y Susana Rinaldi recordaron ayer que al Maestro no se lo reconoció en vida. Y yo pensaba –entonces- que sentirán los jóvenes de esa orquesta, sobre todo el primer violín y el primer bandoneón, cuando los directores se acercan a darle la mano, después de cada partitura.

Pensaba: ¿cómo se puede soportar que un Maestro autorice a un Discípulo, en la estrechez de su mano, a seguir su camino? Y me respondía: se puede soportar con humildad. Y pensaba en la responsabilidad que tiene uno cuando dice. Cuando habla a colegas. Cuando sabe que su palabra tiene peso. Y pensaba también en mis Maestros, en quienes –incluso sin saberlo- me llevaron a la letra de Lacan a partir de Freud. En quienes puse todo su aval, y también mi fe. 

Los jóvenes solistas de la Orquesta de Buenos Aires que ayer brindaron este concierto han estrechado la mano de sus Maestros: Raúl Garello, también en sus ochenta; Néstor Marconi y Juan Carlos Cuacci. Tres batutas que han sabido acariciar, y hacer temblar también, a un bandoneón o a un piano. Como quien sabe pronunciar un verbo para darle más fuerza a un escrito; o como quien sabe tomar un pincel y acercarlo a la tela para escribir un poema; o como quien sabe sostener una sierra, o un torno, o un martillo; para hacer de un metal o de una madera, una escultura. 

Estos jóvenes aún –y quizás nunca, nadie lo sabe- no acarician un bandoneón como Troilo, como D'Arienzo o como Pugliese. Uno los ve y percibe que aún les falta poner un poco más el cuerpo: más todavía. Pero es emocionante la humildad que tienen. Como si no supiesen que están en la Capital Mundial del Tango, en la primera fila de una Orquesta e interpretando a un Maestro. Hay una pasión que tímidamente se vislumbra. A veces uno, que tiene la responsabilidad de formar colegas, también ve esa pasión en la mirada del otro. Y no sólo se siente incapaz -¿por qué -después de todo- quién podría enseñar algo a alguien?- sino que además –más allá del posible fantasma de héroe que nos podría tomar- creo que inevitablemente nos sentimos Deudores. Porque es el Discípulo quien otorga el título. Porque es el Hijo quien elije al Padre. Por eso no se trata de nada biológico, sino simbólico.

Siempre es emocionante percibir la pasión en los jóvenes: la pasión por lo que hacen independientemente si están en la primera fila. No la pasión por tenerla más larga, que es lo que habitualmente se suele hacer. Y pensaba entonces qué habrá sentido el Maestro Piazzolla quien no fue reconocido por los Argentinos sino hasta volver triunfante de Paris, ya cuando la muerte lo acosaba de cerca: "los argentinos somos muy raros"- recordaba ayer la Tana, con ironía política.

Susana Rinaldi, con sus ochenta años al hombro, sigue siendo la misma Tana de siempre; con su coloratura, su fraseo, su caudal, su estilo. Nadie que la escucha sobre el escenario podría intuir que su edad toca ese guarismo. El Negro Lavié –casi también en sus ochenta-, bueno, nada: realmente “cada día canta mejor”. Se percibe que ambos llevan el tango en la sangre. No cantan con las cuerdas. Cantan con el cuerpo. Voces siempre cuidadas, cultivadas.

Cuesta creer que estas genialidades hayan sido tan humildes en muchos contextos, pero no cuesta creer que hayan tenido un toque de locura. Que incluso, como recordaba la Tana, hayan tenido fama de mal carácter. Cuesta más creer, sin embargo, cómo quienes –sin llegar siquiera a sus talones-, en cualquier arte o ciencia, o en la vida cotidiana misma; sí se la creen, realizando actos de mostración fálica cuando apenas pueden balbucear palabras… Esos son los momentos en donde recuerdo a Lacan, cuando define al YO como puro imaginario, puro engaño. ¿Qué es -sino- creérsela?

Cierro con una de las versiones a mi juicio más contundentes –más compacta, más enérgica- que he escuchado de Balada para mi muerte. No hay mucho material con sonido bien editado en la Web. Y a pesar que en esta versión la orquesta no posee nuestro sello nacional; creo que vale la pena escucharla. La letra pertenece al poeta Horacio Ferrer, que nos dejara en el 2014, y que hace decir al juglar palabras como:


“Me pondré por los hombros, de abrigo, toda el alba,
mi penúltimo whisky quedará sin beber,
llegará, tangamente, mi muerte enamorada,
yo estaré muerto, en punto, cuando sean las seis.”




Balada para mi Muerte

Astor Piazzolla
[ Mar del Plata, 1921 / Buenos Aires, 1992 ]

Horacio Ferrer
[ Montevideo, 1933 / Buenos Aires, 2014 ]

Orquesta de la Radio Televisión Israelí
Direccion: Luis Gorelik.
Bandoneón Solista: Eduardo Abramson

Intérprete: Susana Rinaldi


ARTES VISUALES:

Julio Ibarra
[ Buenos Aires, 1974 ]
julioibarracaricaturas.blogspot.com.ar



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