Muerte de Samarkande / Jean Baudrillard
Elipsis del signo, eclipse del sentido — engaño. Distracción mortal que un solo signo opera en un instante. Como la historia del soldado que se encuentra con la muerte en el desvío de un mercado, y cree verle hacer un gesto amenazador hacía él. Corre al palacio del rey a pedirle su mejor caballo para huir de la muerte durante la noche, lejos, muy lejos, hasta Samarkande. Con motivo de ello el rey convoca a la muerte al palacio para reprocharle que espante de ese modo a uno de sus mejores servidores. Pero ésta le contesta asombrada: «No he querido causarle miedo. Era solamente un gesto de sorpresa, al ver aquí a ese soldado, cuando teníamos cita a partir de mañana en Samarkande.» Naturalmente: al intentar escapar a su destino es cuando se acude a él con más certeza. Naturalmente: cada uno busca su propia muerte, y los actos fallidos son los más logrados. Naturalmente, los signos siguen los caminos inconscientes.
(...)
El hombre seducido es atrapado a pesar de él en la red de signos que se pierden. Porque el signo es desviado de su sentido, porque es «seducido», ésta historia es seductora por sí misma. Cuando los signos son seducidos se vuelven seductores. Sólo nos absorben los signos vacíos, insensatos, absurdos, elípticos, sin referencias. Un niñito le pide al hada que le conceda lo que desea. El hada acepta con una sola condición, la de no pensar nunca en el color ajo de la cola del zorro. « ¡Si no es más que eso! », responde con desenvoltura. Y ahí va en camino para ser feliz. Pero, ¿qué ocurre? No consigue deshacerse de esta cola de zorro, que creía haber olvidado ya. La ve asomar por todos lados, en sus pensamientos y en sus sueños, con su color rojo. Imposible apartarla, a pesar de todos sus esfuerzos. Y hele aquí, obsesionado, en todo momento, por esta imagen absurda e insignificante, pero tenaz, y reforzada por la desilusión que tiene al no poder quitársela de encima. No sólo las promesas del hada se le escapan, sino que pierde el gusto de vivir. Quizá está de alguna manera muerto, sin haberse podido deshacer nunca de la cola de zorro. Historia absurda, pero de una verosimilitud absoluta, pues hace aparecer la fuerza del significante insignificante, la fuerza del significante insensato. El hada era maligna (no era un hada buena). Sabía que el espíritu es irresistiblemente hechizado por el lugar vacío dejado por el sentido.
Jean Baudrillard
De la seducción.
Cap. II: Los abismos superficiales.
La muerte de Samarkande, Extracto.
Cátedra, colección Teorema.
Madrid, 1989.
ARTES PLÁSTICAS:
Héctor C. Laborde
[ Montevideo, 1943 ]
Samarkande, baile.