Barthes por Kristeva
Roland escandalizo a los
guardias de las Bellas Letras a tal punto que estos reprocharon - a él como a Tel Quel - destruir la literatura al
definir la escritura no como un estilo (Oh sacrilegio, ¿Que queda del
Hombre sin Estilo?) sino como un testimonio
de exclusión. No se trataba de
quejarse de que quien escribe está excluido del mundo -la amargura de esta situación
no deja de hacer reír, por lo menos, desde los "clanes verdurineses"
que tanto entretenían a Marcel Proust, pese a lo cual, sin embargo, la
República de las Letras no ha dejado nunca de cultivar el ancestral veneno-. Roland
Barthes llamaba la atención sobre aquello que consideraba como "un último
alejamiento: el de su lenguaje; [...] él [R.B.] se sentía mas excluido,
desligado, siempre devuelto al lugar del testigo".
(...)
Para Roland Barthes, pese a
que para algunos pueda parecer inaceptable, el pensamiento teórico que modifica
el punto de vista familiar y la escritura íntima más arriesgada confluyen
precisamente en ese lugar donde él mismo se situaba. Hay quienes se obstinan en
despreciarlo, ahora y siempre, como si fuera apolítico cuando, por el
contrario, desde lo inhabitable expresa una radicalidad que es exigente de un
modo diferente: ¿Es ética? ¿Espiritual? ¿Sexual? ¿Sin nombre? Inhabitable. Por lo tanto, el testimonio
escrito en la otra lengua no es un
martirio, es un goce.
Julia Kristeva
[ Silven, 1941 ]
De la escritura como
extrañeza y como goce.
Extracto. En: Seis formas de amar a
Barthes.
Autores Varios. Capital
Intelectual, Bs. As., 2015.