Goce, Deseo, Amor.









Hola Marcelo, un gusto nuevamente. Leyendo tu último posteo, en ref cita de Lacan Sem 18, me preguntaba: ¿Podríamos decir que amor mata goce? Sólo eso, gracias por tus clases! Te sigo desde hace mucho, te felicito por tu Blog. Jimena L.

Hola. Amor mata goce es como mucho, ¿no? Pero algo cierto hay en eso: si aprendimos que “sólo el amor puede condescender el goce al deseo”, entonces  parecería que así es: más amo menos gozo. Así como, por ejemplo, amor mata perversión; si por perversión entendemos “la parte por el todo”: de allí que toda sexualidad tiene polimorfismo perverso. Si bien es cierto que todo lo que nos atrae imaginariamente del otro es un fetiche (es decir, un significante: gorda, flaca, alto, bajo, barba, lampiño, con vello púbico, con tacos, con zapatillas, etc.) también es un hecho que cuando el sujeto cae enamorado, el fetiche pasa a segundo plano: hay una mirada hacia la totalidad. En este caso, amor mata goce. En otros casos también: se goza menos si el amor (por uno mismo, pero hacia el otro) puede pegar la vuelta de tuerca narcisística. Sin embargo, digamos algo más: en el amor, goce y deseo se conjugan, de allí que resulta una experiencia única: el goce llega a su cenit, el deseo se junta con el Ideal. Por eso también Lacan dirá, en Subversión del Sujeto, que el goce es ese lugar que hace languidecer al ser mismo. 

Es decir, entonces: el amor no mata goce, se une –vía el ideal y el deseo- para que el goce se viva como una experiencia pacificadora. Porque, digamos, el goce no muere nunca: el significante fálico -que lo representa- entra al cuerpo (es "el Espíritu Santo") y allí se queda hasta la muerte. Aclaro con un ejemplo: no es lo mismo levantarse a las cuatro de la mañana, a oscuras y en secreto, ir a la heladera y comerse una vaca; que abrir un vino a la luz de la velas y compartir una cena tomados de la mano. Son goces diferentes. Si a eso, en términos freudianos, queremos llamarlo Placer, todo bien. Pero no deja de ser un goce. Un goce que, unido al deseo, apacigua al sujeto. Cordiales saludos,  MAP.





Querido Marcelo: cuánto hace que estoy por escribirte y al fin lo hago… Es que ya no podía esconder mi deseo de felicitarte y de preguntarte algo que me intriga desde hace mucho y que aún ningún curso de Psicoanálisis me pudo revelar; quizás no leí lo suficiente. ¿Es posible considerar que el goce es lo opuesto al deseo? Entiendo que en teoría sí; pero escuchando tus clases y leyendo tus escritos, me parece que no... Muchísimas Gracias!!! Fernanda A.



Hola. Es una pregunta que viene a cuento con otra que me acaban de hacer y con algo que siempre recuerdo en las clases. Si bien en términos teóricos, goce y deseo se oponen, en términos clínicos no. Es más: podríamos decir que coinciden. El goce, como el deseo, es indestructible. Por supuesto que el goce es lo que mortifica; pero el síntoma también conlleva una porción de deseo. Y si el analizante –por ejemplo- entra enunciando “No puedo vivir con mis fantasmas homosexuales” y  en una travesía analítica puede terminar diciendo: “Me amigué con mi homosexualidad”; ahí tenemos un caso donde lo que era goce/deseo se transformó en un deseo-decidido. Como sabemos, el análisis no convierte a un hétero en homo ni a un ingeniero en músico; se trata sin embargo de conciliar –si se puede- el goce (que todo síntoma trae acoplado, vía fantasma) con el deseo (del sujeto). Si un analizante dice al comienzo: “No me puedo separar de mi pareja porque lo deseo a pesar de que nos matamos” o “La amo/deseo pero me tengo que separar porque nos matamos” y al final enuncia: “No nos matamos más, nos amamos mejor”, entonces -nuevamente- ha habido cierta reconciliación entre ambos.

Es muy difícil, yo diría imposible, que el sujeto extinga, derogue o cancele su goce; por eso Lacan enunciará por un lado que el goce es “lo que no sirve para nada” pero por otro lado también dirá que “…sin él, sería vano el Universo”.



Pensemos en los síntomas histéricos que analizó Freud en sus comienzos donde no había implicación orgánica alguna, aunque sí corporal:  la neurosis histérica que paralizaba el brazo –el goce- conllevaba el deseo anexo: de allí que el goce de la histérica es tener un deseo insatisfecho. El síntoma (que obviamente puede ser una mala solución, pero solución substitutiva al fin: es el modo –hablando en criollo- con que el neurótico se la rebusca) cobra VALOR simbólico si puede ser escuchado; si el Otro puede sostener/ hacerse cargo de la Demanda. De allí que Lacan, cuando habló sobre Medicina y Psiquiatría, habló de la “falla epistemosomática”. Eso es el síntoma. No epistemofilíca, sino epistemosomática: es decir, algo que el discurso de la Ciencia no puede responder porque no aborda el cuerpo (erógeno) cargado de significantes. Cordiales saludos,  MAP.



ARTE:
Bernardo Fontanet
[ Buenos Aires, 1923 / 1992 ]

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