Palabra, Habla(Je), Sueño en Psicoanálisis.


 
 
 




...En psicoanálisis, tal como nos lo enseña la experiencia de la cura, no se trata del discurso, ni del habla, ni de la palabra, ni de la lengua, ni del lenguaje en tanto estructurado, ni del objetivo de relatar, ni de informar, ni del participar, ni del de actualizar, ni del de proseguir, ni –menos aún- del de descargar. ¿De qué se trata, entonces? De ponderar en toda su magnitud cómo lo que sucede de relevante en el hablaje del analizante involucra sus palabras fractalizadas, esto es, quebradas y entrecortadas, sus interferencias, sus vacilaciones, sus equivocaciones –que no son errores-, sus dudas, sus confusiones, sus detenciones a mitad de camino, sus tartajeos, sus tartamudeos, su trastrabarse, sus farfulleos, sus tropiezos, sus torpezas, sus murmullos, sus musitaciones, sus atoramientos, sus gritos, sus suspiros, sus contradicciones flagrantes mas inapercibidas, sus inconsistencias entre distintos dichos o entre dichos y actos, la cadencia musicalizada de tales dichos, el contrapunto llevado a cabo de esa forma, las musiquillas tarareadas de manera queda en el momento del saludo inicial, la modulación de sus quejas, el timbre de sus enunciados, sus olvidos, sus recuerdos en apariencia inmotivados y nimios mas viscosa y desconcertantemente recurrentes, sus creencias erigidas como verdades colectiva e incuestionables, en fin, lo “burdo” de lo que está a punto de enunciar.

Roberto Harari
Manifiesto Realenguaje I.
Palabra, violencia, segregación
y otros impromptus psicoanalíticos.
Catálogos, Buenos Aires; 2007.

 


 
Tomemos el ejemplo clásico del sueño: lo que al psicoanalista interesa no es el sueño en sí no los tradicionales símbolos oníricos y su desciframiento. No; nuestra espera se sitúa en otra parte: se trata de escuchar cómo el pacientes nos cuenta su sueño y, sobre todo, cómo no logra contárnoslo bien. Lo que interesa (…) son las rupturas del relato, los olvidos o las vacilaciones en la recordación de tal o cual detalle del sueño. Pero sería erróneo creer que el psicoanálisis se reduce a fenómenos del lenguaje. Es cierto que opera exclusivamente por la palabra, pero esta carece de todo valor analítico si no es una palabra quebrada y vacilante. Es preciso destacarlo: la palabra sólo nos interesa, a nosotros analistas, cuando tropieza y desfallece. Esto sin embargo no basta para que haya acontecimiento; además es preciso que exista sufrimiento, es decir que el cuerpo resulte afectado por un hablar así, de palabra quebrada.

El psicoanalista acaso se vea llevado a interesarse por la vida social de su paciente, por una enfermedad del cuerpo o por los fenómenos psicológicos de conciencia. Para él, empero, ninguno de estos registros representa otra cosa que el contexto del acontecimiento. No es ni lingüista o sociólogo, ni médico o psicólogo. Para que psicoanalista haya, hace falta mucho más que un diván y un sillón, un fluyo de palabras y su escucha: hace falta que esta palabra esté quebrada, y que esto afecte al cuerpo. Estas dos instancias, referida una al lenguaje y referida la otra al cuerpo, encuadran el campo específico del psicoanálisis. Este deja a otras disciplinas el examen del estatuto psicológico, social y biológico del ser, y como objeto propio retiene sólo el ser que habla y que goza. (…) Así la experiencia analítica, definida por el encuentro, por el punto singular de encuentre entre una palabra desfalleciente y un cuerpo gozante, constituye efectivamente la base puntual sobre la que se levanta el edificio teórico del psicoanálisis.
 
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Juan David Nasio
Los ojos de Laura, seguido de una Introducción a la topología psicoanalítica
Primera Parte: La Transferencia
Cap. I: Dos proposiciones y una tesis sobre la transferencia en análisis
Amorrortu Ediciones; Bs.As.; 1997.
ARTE:
Virginia Piñón
[ Buenos Aires, 1966 ]

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