Oficio de Analista, trabajo de analizante.
He recibido un par de
correos con preguntas relativas a la clínica. Muchos me dan la sensación que no
les interesa saber nada de la clínica y menos del Psicoanálisis, sino
simplemente que yo les responda algo puntual para terminar de hacer una tesis o
un trabajo de campo. Por eso muchos he decidido ya no responderlos. De hecho me
da hasta vergüenza ajena que alguien que se dice psicólogo pregunte, por
ejemplo, como escuchar la angustia en un consultorio. Parece que nunca en su
vida han visto angustiarse a alguien, y no hablo simplemente de verlo llorar:
la angustia es también lo que esconde el síntoma, o lo que subyace detrás de un
acting, de un delirio (psicótico o
no), de una escena histérica donde se rompen cosas, etc. No entiendo tampoco
cómo puede ser que en una institución educativa no concentre la mirada –independientemente
del estilo o Escuela psicológica- en dicho estado emocional que, para Lacan, era
el único afecto y el que, además, nunca engaña. Siempre caigo en la misma
apreciación que Germán García definió hace unos años: las facultades de
psicología suelen ser una fábrica de chorizos.
Agradezco, siempre y por
supuesto, que depositen en mi saber, las dudas. Pero recomendaría que
investiguen, que lean, y que sobre todo no crean que una Universidad o un
(A)analista tiene todas las respuestas. Si bien hace al analista cómo escuchar
y qué y cuándo; son los analizantes quienes nos ratifican la enseñanza
Freudiana. Y un egresado de psicología, sobre todo alguien que quiera dedicarse
al psicoanálisis, que no haya pasado por un diván, no podrá nunca –por razones
del real (sexual), de su goce fantasmático, etc.- no digo “poder escuchar” sino
–en todo caso- saber de qué se trata este invento de lo inconsciente. Invento,
y no descubrimiento: porque el analizante “inventa” su sueño, su discurso,
sesión tras sesión. De allí que nada hay que recordar, sino decir –inventar- lo
que pasa por la cabeza en ese momento. O, mejor dicho, lo que el Otro –el Lenguaje-
nos hace decir. Para entender al psicoanálisis hay que entender ante todo que primero está el Lenguaje y después el Sujeto. Que es lo mismo que decir, que el deseo -que nos precede- nos toma. Como digo a veces, el Sujeto no tiene un deseo: el deseo tiene al Sujeto. Esto lo entienden bien los analizantes que -después que pasaron por sus respectivos circuitos defensivos- se ríen -y también lloran- y aceptan, trabajan y rondan las aristas de este particular atributo del parlëtre que agujerea nuestro cuerpo y transforma los simples boquetes en zonas erógenas donde la pulsión se amarra para su travesía. De allí que también la pulsión tiene una gramática. De allí que no hay deseo sin Lenguaje, de allí que "la herencia de un padre" pretende discurrir sobre la operatoria y consecuencias -vía el falo- que ese lenguaje (siempre del Otro) hace para con un Sujeto.
MAP
01/2016
Fotografía:
MAP