La incompletud del Sujeto (y del Otro).
Que el amor no sea el paraíso, no lo torna despreciable. Que pueda ser el
engaño del “dos hagamos uno”, no lo iguala a su banalidad en versión rosa. Que
la interpretación no sea suficiente no la hace innecesaria. Y así, en múltiples
capítulos, donde se ejercita la represión que marca al viviente humano en su
incompletud, la que lo incita a devenir si supera su horror. ¿Horror a qué?
Horror a la castración.
Y sin embargo, encuentro en cada uno de estos autores, aún en los
filósofos, en sus afirmaciones, razones que merecen su despliegue. Pues es
cierto que el amor puede ser una falacia, que la palabra puede ser una estafa,
que la interpretación del sentido es un fracaso, que el deseo puede hacerse
síntoma, que el analista no puede reducir su acto a la interpretación, que el
encuentro-desencuentro con lo real es tarea del análisis y razón de la cura.
¿Entonces? Un despliegue de la estructura, apoyada en la experiencia y en
la enseñanza de nuestros maestros, Freud, Lacan, puede orientar una respuesta
sostenible que les propongo y deseo compartir con ustedes abriendo varias
cuestiones. Que el Ello no es el Inconciente, afirmación generosamente
desplegada por Lacan en el seminario “La lógica del fantasma”, se acompaña de
otra oposición contundente sostenida por Freud: el Trieb, la pulsión, no es el
Instinkt, el instinto. La demanda pulsional inconciente que llega desde el
Otro, es la inmixión del lenguaje en el viviente, y trastoca su cuerpo, arruina
su relación al instinto y lo hace contra-natura.
Expuesto a la demanda del Otro, una pregunta se perfila: “me pregunto,
¿qué quieres?”, a la cual seguirá “te pregunto, ¿qué quiero?”. Instituyentes
del fantasma permiten (como lo mostrara Winnicott con su objeto y fenómeno
transicional) una sustracción de goce al campo del Otro y la constitución del
fantasma donde se articulará el deseo. De ser objeto del Otro, el sujeto pasará
a constituir su objeto de deseo y de goce. Como objeto de deseo, la falta que
lo instaura subvierte la estructura.
Si tentaciones y mandatos pasan por el Inconciente como lógica de
incompletud, sufrirán la pérdida de goce que habilitará la construcción del
fantasma como sostén del deseo y al Ideal del Yo como orientación del acto. Pero habrá en todo parlêtre, tentaciones y mandatos que jamás pasarán por
el procesador Inconciente. Y también regresiones que harán signo del
significante del fantasma o conjunciones del Ideal con el sintagma inamovible
del Superyó. En esos casos, es verdad, la interpretación metafórica es inoperante.
Requiere de otras intervenciones, en lo Real, en lo Imaginario, en lo real de
la lengua que revela la homofonía, para deshacer su fixión, su fijación a un
goce encubierto y vigente.
(…)
¿Y qué, entonces, del amor? Que el amor no se reduce a las palabras pero
requiere de palabras, la palabra de amor. “El amor no se hace, el amor nos
hace”, como dijera Julio Cortázar. Que ofrece en la presencia un semblante,
pero que no se reduce a su cubierta. Que extrema en lo real una respuesta al
ser, pero que es del ser, no más que del no ser.
To
be or not to be. Error de Hamlet, o nuestro,
si lo leemos en una disyunción exclusiva: nuestro ser vive en paradoja, pues se
realiza por su cuota de no ser. Paul Valery (aludido por Lacan) resaltaba la impureza del ser en la
pureza del no-ser. Para nosotros, no se trata de una opción sino de una
conjunción que el deseo y el goce alternan en sus tiempos.
Isidoro Vegh
En el horizonte del
análisis: el amor, el deseo, el goce. Fragmento
París, 05/2013
Publicado en Imago Agenda.
Buenos Aires, Nro. 190, 5/2015.
ARTE:
Nora Maceratesi
[ Buenos Aires ]