Muertes.









I

Salgo de ver Artaud.
Antes de entrar paso frente al lugar donde semillas y espinas alguna vez brotaron.
Entro al teatro, pensando en ese cuarto, en esas escaleras, en sus paredes con estantes frágiles, y con una cafetera, y con velones que escoltaban el gozo.
Una pareja, a mi lado, se abraza antes que las luces bajen.
Intuyo que en breve sus manos se enlazarán en la oscuridad.
Los actores me hablan de torpezas, de mierda, de dolor, de rencores, de mezquindades.
También me hablan de crueldad. Y de psicosis. Pero no hay locura en esa obra. 
Locura robusta, locura radiante, locura de la noble.
Artaud, la poesía, la habitación, la locura...
Salgo y miro nuevamente ese lugar: ¿y si no hubiese sido cierto?
Saco una torpe foto. Imposible graficar mi rendición ante el amor.
Hambre, soledad, amor: raíces de idéntico árbol. Márgenes de la vida.
Al bar de abajo fui solamente una vez, que te esperé como tantas veces...
Hotel 1546. Una farmacia en una esquina y un Chino en la otra.
Me resultan figuras cercanas. Y a la vez, tan misteriosas.
Me hubiese gustado esperarte en la esquina bajo el chubasco de anoche...
Artaud: Allí donde huele a mierda, huele a ser.
Levanté por última vez la vista; bajé la cabeza, alargué el paso, y pensé:
ayer fuimos uno, hoy es dos.

II

Mi padre murió un día dos. Mi padre murió de pie.
Llorando porque pedía estar con mi madre.
Hace ya dos años yace, rodeado de estiércol y barro y soplo, en esa Plaza singular.
Lo último que hicieron sus manos, antes de caer al piso, fue una conserva de ajíes para mi.
Ajíes rojos. Ojos pálidos. Manos grises. Ajíes rojos.
Dejó un trozo de cáscara en la basura: sólo eso.
Antes de que cayera me llamó llorando, diciendo que quería estar con ella.
Bueno pa. Trata de ser fuerte. Ya empezó octubre, en unos días cumplís años.
Pero no paraba de llorar. No quiso cumplir más años.
Cuando cortamos, algo intuí, pero lo supe después. Al otro día.
Las palabras últimas que pronunció su corazón fueron: chau marcelito.
Estaba con la campera y el gorro puesto, y su bufanda marrón, cuando lo encontré rendido.
No puso cerrojo en la puerta.
¿Habría considerado seguir un poco más..?
Quizás ya no se necesitan cerrojos donde tenía pensado ir...
Sigue escoltando a mi madre, como siempre.
Allí quiso él que ella esté, esperándolo. 
Para ser uno.


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Muertes
02 / X / 2015
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