Pulsión / Instinto / Goce



Este lunes una colega de un grupo me comentaba un recorte clínico: al terminar la viñeta, dijo: "El tipo murió de cáncer de huesos. Su papa era ortopedista."    Esta conclusión -que no nos deja de asombrar y escuchamos a menudo en la clínica- me disparó pensar algo que me preguntan permanentemente: por qué la pulsión tiene que ver con la cultura y no con lo natural.  Esta cuestión de pensar que el concepto de pulsión viene a reemplazar al de instinto, no sólo es un error técnico fuerte sino que no nos permite avanzar y entender que la enfermedad es del lenguaje. Instinto es una cosa. Pulsión es otra. 

Los animales son perfectos porque tienen instinto y siempre responderán a la necesidad (propia y de la especie) El sujeto, en cambio, tiene la capacidad de no responder. Puede equivocarse. Puede fallar. Puede decir: "el cigarrillo me mata, prometo que no fumo más" y fumar cada día más. Puede enunciar: "Gasté mis últimos ahorros en el casino, prometo no volver" y vuelve. El sujeto, descubre Freud, miente. Por eso, descubre Lacan, el mensaje viene del otro en forma invertida: nos alienamos y quedamos capturados: y nos engañamos con eso. Un sujeto enuncia entonces, como dice Lacan en el Seminario III: "Èl es mi maestro", y lo que quiere decir es en realidad: "Yo soy su discípulo."  O enuncia: "No quiero tener un mal recuerdo de vos." y lo que quiere decir, para rectificar su imagen, es: "No quiero que vos te quedes con un mal recuerdo de mi."

El animal, cuyo instinto le permite responder a la necesidad (Instinto y Necesidad, como decíamos este sábado en otro Grupo, es lo mismo: porque tienen instinto tienen necesidad; porque hay pulsión la necesidad queda perdida y vira a Demanda) sabe perfectamente cuál es el objeto que necesita para sobrevivir: alimento y sexo. De allí que todo instinto, por definición, es de Vida. Ningún animal duda de su objeto sexual o alimenticio: nadie escuchó decir a un animal "Hoy no sé si Lomo Strogonoff o Cazuela de Mariscos." Y justamente porque no hablan, no los escuchamos dudar. Es decir: no hablan ergo no dudan. Nadie vio tampoco a un sapo con bufanda o a un rinoceronte con poncho. No tienen frío ni calor: que son -como expresa Lacan en el Seminario III- meros significantes. Hay que entender que si un Sujeto come o no come este o aquel alimento no es por necesidad sino por la Demanda del Otro y la versión que se juega en el fantasma. Ningún sapo se comería a un ave (y no porque sea más chico el sapo que el ave, puesto que tampoco ninguna vaca se comería a un sapo): ningún animal comería algo que no fuese bueno para su vida; es decir que siempre el Instinto responderá a esa Necesidad. De allí que Freud descubre que el Bien del Sujeto no está conforme a las leyes de lo Natural. El Sujeto no responde por Necesidad alguna a nada: miles de anoréxicas o bulímicas nos demuestran a diario que no hay ninguna Necesidad para alimentarse de más o de menos... ¿Y qué Necesidad tendría el Sujeto de enamorarse -por ejemplo- con todos los problemas que a posteriori -vía pulsión- le causará ese acto inconsciente? ¿Y con qué Necesidad mataría hasta lo que dice amar? ¿Y qué Necesidad habría de ahogarse en un lugar si hay aire suficiente para cientos de cientos?

Todos estos vericuetos inconscientes del discurso; no existirían sin que el entramado fálico atravesase el cacho-de-carne. Es decir, sin que el Nombre-del-Padre (siempre fallido) esté operando en la Estructura. Es decir, sin que la Pulsión haya nacido y posibilitado el tour que -desde que nacemos- nos lleva a la muerte. Cito, entonces, unos párrafos relativos al tema.  Marcelo A. Pérez / XII - 2012.





Lacan dice desde el principio que el corte no está entre cuerpo y mente (que han dado suficiente pruebas de ser solidarios), sino entre sujeto y organismo. El cuerpo tiene que ver con el sujeto, el corte es entre sujeto y organismo que tiene leyes distintas a las del cuerpo del sujeto. Bueno... aquí la mayoría son psicólogos, conocen los trabajos de Spitz y demás.  Los médicos no entienden por qué si a un chico le dan todas las sales, la glucosa, todas las proteínas endovenosas... igual el chico se muere.  Es que la vida, la constitución del cuerpo en esos casos extremos de muerte por marasmo, en cuadros de hospitalismo, tiene que ver con que no alcanza lo que hace a la lógica del organismo para sostener la vida. La vida se sostiene del cuerpo pulsional que Lacan escribe en el anillo real: la vida se sostiene de lo real de la pulsión, entonces, si no hay un Otro materno que le diga: "chupame" no se inscribe el "te chupo" y aunque le den todo lo que el organismo requiere, el cuerpo no se sostiene.

¿No se transformaría en cuerpo, decis?

Claro, el cuerpo no se constituye como tal.

¿Quedaríamos en el campo del organismo?

Quedaríamos en el campo del organismo y ahí, se mueren.  Basta que aparezca una voluntaria cariñosa que cumpla una función materna para que estos chicos, como dicen las voluntarias, "resuciten"

(...)

El que recupera para el psicoanálisis el concepto de pulsión es Lacan como hecho de lenguaje; la demanda del Otro se inscribe como lenguaje, no como discurso, se inscribe como letra, no como significante, por eso hace a un sujeto prsubjetivo, del lenguaje, de la gramática.  Y se inscribe desde este lugar la dirección del goce del sujeto: "chupame-te chupo", "dame tu producto - todo para el Otro", "hacete mirar - mirame", "hacete oir - oime", todo esto se inscribe solamente desde una vertiende de lenguaje.  Repito: es Lacan el que recupera claramente para el psicoanálisis el concepto de pulsión como hecho de lenguaje. Lo estructural aunque presubjetivo es lo que define el modo singular en que este sujeto va a gozar.


Toda mamá sabe que el chico una vez qué inscribió la pulsión oral, y puede chupetear -y sabemos que no alcanza con el reflejo para que se prenda al pezón, hace falta esta inscripción en el lenguaje y no en el discurso- una vez que se inscribió en el borde los labios la Pulsión oral, los chicos no lloran justo cuando la madre dice "chupame". Todas las mamas saben que el chico es bien inoportuno ¿no? Que va a llorar justo cuando a la mama se le ocurrió encontrarse por primera vez con el papa del chico, que se le va a ocurrir justo llorar cuando se le ocurrió atender al primer paciente, o cuando se le ocurrió darse una ducha. Esta es la barradura del sujeto de la demanda del Otro, aunque es el sujeto de la demanda del Otro, no es el sujeto del deseo, de la demanda, del lenguaje, o de la gramática, algo queda barrado. Solamente esta el "te chupo" porque recibió el "chupame" materno como demanda, pero una vez que se inscribió de su lado, va a llorar en el momento mas inoportuno, es a partir de un primer sujeto barrado que no va a hablar una relación biunívoca y puntual entre "chupame - te chupo". Una vez que se independiza esto, llora cuando se le da la gana, hace caca no cuando le piden, retiene demasiado o expulsa antes de tiempo. 

Ahora, a este sujeto de la pulsión, de la demanda del Otro, esto le ocurre pero él no puede dar cuenta de esto, por eso presubjetivo, sujeto acéfalo de la pulsión, "no pienso".  La fijación anal del Hombre de las Ratas no se mide en la tensión del esfínter anal como propuso m de un postfreudiano. No hay que medir la tensión del esfínter anal para ver la predisposicion a la neurosis obsesiva. Por ejemplo, el Hombre de las Ratas, como enseña Freud, es por su estructura producto de una pareja, donde ella de él quería un hijo, ¿él de ella, que quería? La plata. La fijación pulsional donde va a parar la analidad del Hombre de las Ratas es: "tantas ratas tantos florines". Él le pide tantos florines por darle una ratita a ella. Es un hecho de lenguaje, no tiene nada que ver la forma, las dimensiones y la tensión del esfínter anal. La fijación anal es "tantas ratas tantos florines", es un hecho del lenguaje.

Este es el lugar en que estructuralmente, presubjetivamente, vamos a parar todos en tanto producto de una pareja (...) es lo que rige la economía del goce.


José Zuberman
¿Por qué tres sujetos barrados en el grafo?
Conferencia de la clase XXII de PostGrado
Hospital Gral Agudos Dr. J. M. Ramos Mejía
Buenos Aires / 2006.


ARTE:
María Lavezzi

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