El YO: Síntoma y Engaño. Rasgo Unario, Goce y Amor.
El amor comienza en el cuerpo
¿dónde termina?
Si es fantasma,
encarna en un cuerpo;
si es cuerpo,
al tocarlo se disipa.
Fatal espejo:
la imagen deseada se desvanece,
tú te ahogas en tus propios reflejos.
Festín de espectros.
¿dónde termina?
Si es fantasma,
encarna en un cuerpo;
si es cuerpo,
al tocarlo se disipa.
Fatal espejo:
la imagen deseada se desvanece,
tú te ahogas en tus propios reflejos.
Festín de espectros.
Octavio Paz, Carta de creencia, 2. Fragmento.
El fuego de cada día. [ 1989 ]
El arte, siempre el arte –y sólo el arte- puede expresar sin lesionarnos, la barradura de nuestro Ser. Es el arte que nos recuerda que no hay Ser, sino Falta-en-Ser. Porque la Obra de arte, objeto por definición residual del Sujeto, es ella misma la metáfora de esa falta. La caricatura -no por nada- degrada su imagen para recordarnos que, como expresó Jacques Lacan en su noveno Seminario: "… el ser está perdido en el basurero del Otro.”
La Obra
de arte es escritura, y el Nombre
Propio del Sujeto está ligado a la letra. Es pura sonoridad, como diría
Lacan. Una pincelada puede diferenciar a un Picasso
de un Van Gogh. Una serie de notas en
un pentagrama diferencia un Bach de
un Chopin. El estilo es el hombre, recordará
también Lacan citando a Buffón. Ese Rasgo que portará el Sujeto, está antes que
él. Por la misma razón que lo precede es que el Sujeto no tiene un deseo sino
que el deseo tiene a un Sujeto, y por la misma razón es que el dolor de una
perdida es la medida de un amor. El Sujeto se repliega, se busca a sí mismo, en
ese Rasgo, en esa Marca.
Un Sujeto puede contarse gracias a que
puede descontarse. En el Seminario 11 Lacan da el ejemplo: «Tengo tres hermanos, Pablo, Ernesto y yo». Si puede enunciarlo así
es porque “antes de toda formación de un Sujeto,
de un Sujeto que piensa, que se sitúa, ello cuenta, está contado, y en lo
contado ya está incluido el que cuenta”. Esta Identificación es la que permite que el Sujeto pueda a posteriori descontarse. Este
"borramiento" establece -vía significación fálica, vía Castración- el
fantasma que luego lo tomará inescrutablemente. ”En el principio, fue el verbo”, esto quiere decir: en el principio es el
rasgo unario”- Lacan dixit.
El Rasgo
Unario freudiano (einziger Zug) fue especialmente,
cuidadosamente, estudiado por Jacques Lacan. En realidad fue el maestro francés
quien le dio total preeminencia en la teoría y en la praxis analítica.
Identificado con el S1, el Sujeto
puede descontarse del resto, puede abordar su singularidad y operará en
consecuencia a este timón fálico. Esto no es un hecho trivial en la clínica.
Muy pronto se escucha como cada analizante va con este S1 recorriendo su camino, a veces anclado en los archipiélagos más
candentes.
Por ejemplo: si un Sujeto -via su S1- le fue dado ser "la luz de mis ojos", no
tendrá seguramente la misma impronta que si el Otro le ha donado ser "el salame de mamá"
(recordando a Masotta) o el "vago de
siempre", o el "inútil"
o el "salvador de la familia".
Con estos títulos (verdaderos significantes que ninguna institución
educativa puede reeducar) el Sujeto va por su vida y en ella se le juega el
fantasma que, concomitantemente, despierta la acción/reacción. Si a un Sujeto –por
ejemplo- se le juega en su fantasma el apotegma "vos siempre serás un
inútil", entonces es muy probable que en cualquier discusión con
amigos, padres, profesores o pareja, tratará de reaccionar ante esta premisa
(vía pulsión, que -después de todo- no es más que la respuesta que puede
ofrecer frente a la impotencia de sostener la Demanda) y -mas allá de que el
otro no apunte directamente a su imagen- tomara ese eje imaginario. A
diferencia del otro en donde se le juega “el
salvador de la familia” y entonces su palabra estará acotada por dicho
fantasma: el salvador no hace daño, el salvador no juzga, el salvador no
discute, el salvador salva; y así su ruta. Todos los Sujetos están condenados a su S1. Esa es –justamente-
la idea de atravesar un fantasma: no ser siempre el que el Otro ha destinado
para nuestro guión, para nuestra
historia. Esto, como sabemos, es el modo que el Sujeto –vía masoquista- pudo
encontrar para hacerse amar: o –para decirlo mejor- para hacerse gozar. De allí
que las relaciones de pareja van camino a repetir esta relación sintomática
arcaica. Recordemos que en “Psicologías
de las masas…” Freud plantea la relación entre la identificación y la
formación neurótica del síntoma.
El Rasgo
Unario sostiene la identificación imaginaria. Se requiere de este para
poder terminar de construir el cuerpo, es decir, la imagen. El neurótico no
tiene ventaja o desventaja sobre esto: creerse "el inútil" puede ser tan perjudicial como creerse "el genio": el problema es,
justamente, creérselo. De allí que el Sujeto es tomado por este fantasma y no
solo tiene posibilidad de reaccionar pulsionalmente, al no tener un análisis
que le permita escucharse ni la posibilidad de distinguir que, por ejemplo, el
otro imaginario –el semejante- no es el Otro. El neurótico buscará,
imaginariamente, el signo que le permita autentificarse y -a partir de allí-
constituirá su Ideal.
Dice Lacan en la clase 7 del Seminario X: “¿que aparece para nosotros revestido o no
de ese encanto, de ese brillo deseable, de ese color —así es como se designa en
chino a la sexualidad— que hace que el objeto devenga estimulante precisamente
al nivel de la excitación? ¿Dónde se
situará ese color preferencial?: yo diría que en el mismo nivel de señal que también
puede ser el de la angustia, o sea en el nivel i'(a). Entonces se tratará de saber por qué, y lo indico de
inmediato para que vean a dónde quiero llegar, por la ramificación del
investimiento erógeno original de lo que hay aquí en tanto que a, presente y
oculto a la vez.”
El neurótico se engaña con el imaginario:
es –después de todo- un engaño coherente: el imaginario excita; pero el S1
enamora. Nadie se enamorará del tamaño de unas tetas o de un pene; ni de un color
de ojos, o de un color de piel, ni del grosor de unos labios o de unas caderas:
pero es vía el imaginario que el Sujeto se predispone a instalarse en el otro.
Sin embargo sólo vía lo simbólico, sólo a partir del Síntoma (que llega desde
lo Real), es que se producirá el hechizo.
Tesis que vengo repitiendo no sin que la
permanente escucha de los analizantes y de la vida cotidiana la confirmen: nos enamoramos de lo mismo que nos va a
terminar separando. ¿Por qué? Porque nos enamoramos del síntoma. Y hasta se podría decir que cada discusión de pareja pone en la mesa al síntoma de cada uno. Recordemos: “El YO es –como tal- un
síntoma.”- Lacan dixit.
Relacionemos: el amor es un engaño: el YO es un engaño; ergo: caeremos en ese engaño indefectiblemente. Lo que al comienzo
era un rasgo que tomábamos con benevolencia y hasta predilección (porque
engarzaba perfectamente con nuestro narcisismo) después se transformará en el
más detestable síntoma del otro.
Hace poco un analizante me decía: “¡Cómo recordé
lo que me dijiste una vez! Me enamoré de su fragilidad, de su victimez;
y ahora me separo porque no soporto más que esté siempre en la lona, drogado,
caído, y encima se jacte de eso…” Es que el parelëtre
no tiene más remedio que afianzarse en su síntoma: es lo más propio del Sujeto:
allí (y con eso) goza. Sus amigos no lo saben –e incluso lo festejan: “pobrecito,
él siempre pudo solito” o “que bonita, siempre tan ingenua”: pero
sólo sus (ex)parejas -que lo han padecido de cerca- pueden percatarse que esa soledad o esa cándida ingenuidad se transforma en la mejor
arma (armamento: vestido, máscara) para seguir afianzado en su narcisismo. Es ese Rasgo que los delata. Es ese estilo. Y quien cae enamorado, cae imantado por ese engaño: espejismo -como en el arte, siempre- que es lo más real del Sujeto. Pero el S1 no es sólo el significante Amo (Llave, también lo llamará Lacan) que gobierna, sino que es letra. Otro analizante, hace semanas, decía que no podía olvidarse de su ex. Al pedirle que diga qué cree que lo enamoró de ella, dijo "La Frialdad". "¿Te das cuenta -recordé- que es la misma frialdad de la que te quejaste en toda la separación?"- "Sí, cierto: hija de puta, fría, no le importó nada."- Y pocos minutos después le pedí que se acuerde que era la misma "frialdad" de la que se queja de su madre. Allí empezó la Serie. Esta semana otro analizante (y -oh casualidad!- son todos varones los que últimamente vienen transitando el duelo amoroso; para los/as prejuiciosos/as que piensan que el varón no es un mimosón romántico: al contrario, creo que -en ese sentido y en otros muchos- es más débil que la mujer) declaraba: "Me separé porque quería cojer con otras, y ahora que puedo no me sirve... Sólo quisiera estar con ella".
Es ese S1 que -como el Holandés Errante- anda buscando... Y, como bien se declara en el matema lacaniano, sólo hay Uno. Representa -de algún modo- la presencia de la falta que el Otro Dona. "Supe que habitabas en mí cuando interrogué tu ausencia"- declaraba Nemer Ibn El Barud. Esa frialdad es la que el otro partenaire querrá derretir con su fuego; esa victimez es la que el otro partenaire pensará transformar en digna solidez. Allí es donde se instala nuestro narcisismo. Y así vamos por la vida: engañado por el duende de nuestro YO. Porque da la casualidad que cada uno tiene su S1 y no está dispuesto -ni puede- desembarazarse de él. [Como dijimos en párrafos anteriores, ha quedado identificado con él.] Porque con él "aprendió" a ser amado. El S1 sutura su falta-en-Ser. De allí que el amor también hace lo propio con dicha falta. Por eso es desde allí que se sostendrá el Ideal-del-YO. Por eso también cuando estamos enamorados el Ideal-del-YO coincide con el YO-Ideal y nos sentimos plenos. Lógica pura: el otro se enamora de nuestro síntoma y nuestro narcisismo hace síntoma en el otro, y viceversa: cero problema. Claro que no es lo mismo entender que esto es puro engaño, a creérsela. Es decir: no es lo mismo castrarse ante un conflicto y bancarse la angustia concomitante de no ser ese -siempre ese-, castración adyacente al vacilamiento del fantasma; a estar petrificado -absorto- ante la propia imagen, sin poder atravesar esa sentencia del Otro. Es allí donde decimos que, específicamente, el Otro nos goza. Es decir: no es lo mismo ser el falo que ponerlo en circulación vía significación fálica y perder un poco de goce para acceder al deseo y al amor. Reconocer(se) que en el amor también hay una herida pero quizás mucho más transitable que la herida arcaica de la vida.
El amor -vía engaño, donde el YO está a merced del espejismo, como en un cuadro de Magritte- posibilita que el síntoma (del otro) pase de lo dramático a lo cómico. Transforme el sos-un-inútil en la-luz-de-mis-ojos. El problema -como dijimos- es cuando uno se la cree. Es decir: cuando se cree eso que el Otro le pronosticó -en su fantasma- para su Destino. Y -entonces- no puede más que relacionarse sólo de ese modo: juego que va camino a perder, ya que -boicot mediante- el fantasma (siempre masoquista) hará que se cumpla indefectiblemente ese precepto delegado por el Otro. Es cuando el Sujeto sólo puede actuar conforme a dicho axioma. De allí también que a veces los analistas decimos "los padres siempre tienen razón". Superar -cruzar para no crucificarse- ese mandamiento es responsabilidad de cada Sujeto: es decir, anudar el goce a una ética del deseo.
Marcelo Augusto Pérez
Del sos un inútil a la luz de mis ojos.
El Rasgo Unario y el engaño del amor.
[ Agosto, 2015 ]
[ Agosto, 2015 ]
ARTE:
Catrin Welz-Stein
[ Baviera, 1972 ]