El dedo de San Juan / Ley y Nombre-del-Padre
Lo que demuestra el discurso psicoanalítico es que la paternidad
es una consecuencia del lenguaje y que, en honor a lo natural, nada indica que
un genitor pueda reconocer o saber que este es su hijo si a nadie se lo dicen,
si no se lo escriben en significantes. Ningún genitor está en posibilidades de
saber cuál es su hijo. Por eso el padre siempre es incierto. El padre es
incierto porque depende del significante y depende de que sea una mujer la que
diga: “Este es el padre de mi hijo”. Por el contrario, la madre es certísima.
Entonces, la condición de la transmisibilidad de la paternidad
es el significante, y la condición de la transmisibilidad del padre es el decir
de la madre. De parte del padre se espera una posición subjetiva que no se
equipare con el creador de la ley. No hay nada peor que un padre juez, que un
padre educador, que un padre militar, que un padre policía, identificado a esos
lugares y no siendo semblantes de ellos.
Es muy posible que el padre educador tenga un hijo ineducable,
que el padre policía tenga un hijo delincuente, que el padre militar tenga un
hijo criminal, porque en esa posición de identificación el padre está en
función de desmerecer la ley, de creerse la ley, cuando sólo la representa.
Esto quiere decir que la ley se inscribe en la enunciación. La enunciación es
diferente de los enunciados. Los enunciados de un sujeto no se confunden con su
posición de enunciación. La posición de enunciación de un sujeto es algo no
audible, sino algo que se indica, que se apunta, que se deja entrever como una
posición subjetiva a partir de lo que dice. Puede que haya más transmisión de
la que apunta al orden de la enunciación, es decir, que el orden de la
enunciación es aquello que está indicado por el dedo de San Juan en el cuadro
de Leonardo D´vinci. Es un lugar desde donde se puede escuchar un mensaje que
viene del Otro. Ese lugar se instituye como un operador lógico de la ley, como
Ley del Padre.
Cuando se desmenuza la estructura familiar, se logifica. A
partir de allí se puede explicar que es lo que no anda; cuándo un síntoma viene
a señalar, a indicar en nuestra estructura, dónde ha habido un elemento
fallido. Así se puede dar cuenta de qué manera una intervención educativa,
correctora, pedagógica, siempre lleva las de perder, porque no se puede
corregir el lugar de la enunciación a partir de una intervención que pretenda
enderezar los ángulos. Pero sí se puede incidir a nivel de la enunciación, a
partir del psicoanálisis, es decir, en un proceso de palabras donde el sujeto
recorre sus síntomas. Desandando el síntoma, llega a verificar y a producir un
saber sobre aquello que entre la articulación lógica de los significantes del
Nombre-del-Padre y del Deseo-de-la-madre, dejó para él algo en suspenso o de
aquello que en el decir paterno dejó ver la impostura del padre con relación a
la Ley; o en el decir de la madre que dejó ver su profundo desprecio por el
padre rebajándolo a una posición en la que no merece respeto ni amor.
Hernando Bernal
[Colombia]
El orden de la enunciación
El orden de la enunciación
ARTE:
Guido Reni
[ Bolonia,
1575-1642]