Sexo, Tabú, Represión.










Para Roland Barthes, lo obsceno del amor no es lo sexual sino lo sentimental. (Los que otros observarán como “la extrema tontería” o “la tontería desnuda”). Quizás allí radique el hecho de que este video genial y puntual de Malena Pichot, nos depare un cierto malestar cuya ruptura con el discurso –sin ser un chiste o un fallido- hace que también sea psicoanalítico y no tan sólo semiológico. El genio de W. Shakespeare –entre tantos otros- nos ha regalado decenas de ejemplos de la obscenidad del poder: es decir, del narcisismo. Hay que tener una genialidad poética como él para no presentar lo obsceno, como obsceno. 

Este video puede llegar a caer en lo anti-poético, sin embargo –como toda obra artística- hay que aceptarla hasta el final, coda que marca la vuelta semántica. Lleva por título “El mundo donde el sexo no es tabú”; es decir que acopla lo tabú a lo sexual. Y esto no es obviamente azaroso: el tabú siempre ha tenido una connotación con lo sexual que, en términos psicoanalíticos, también se acopla con la muerte. El video tiene una carga de  desarmonía que impacta porque lo que reprime el sujeto siempre es la muerte: por lo tanto no podemos estar con ella presente todo el tiempo. Creo que tiene varios aspectos inteligentes: comienza con un bolero, nada casual. La primera frase de uno de los personajes ya en escena es un "te amo"; en el contexto que se ha planteado el “tabú del sexo sin tabúes” las escenas son comunes: los vecinos que se cruzan, una cena entre amigos, la visita a una muestra de arte; hasta que irrumpe un “fuera-de-foco” que, lejos de ser un fallido (lo cual ya hablaría de represión) es un sintagma pleno de sentido fálico. Incluso con connotaciones anatómicas que presentan la anti-poesía de modo pleno: terminaciones nerviosas, escroto, glande: todas palabras que el sujeto en su cotidianidad ni siquiera utiliza. De allí también que se relaciona con la tesis Barthesiana: lo obsceno no está en "la Cosa en sí" sino en el aparato del discurso: para alguien fuera de los canónes amorosos, el amor -con sus gestos, sus caricias, sus miradas- cae en una obscena tontería. Las escenas muestran cómo "lo que debería estar oculto", sale: en la Psicosis esto nos conmueve permanentemente. De allí que el psicótico "clama por un alma". Esa alma es "la carta de almor" de la que Lacan hablará en su Seminario XX.



"Tótem y tabú" fue el mito inventado por S. Freud para dar cuenta de la Estructura de un sujeto que, junto con el mito de Edipo, constituyen el complejo de castración que impone la metáfora paterna como condición de la Cultura. Un Padre de excepción es necesario para armar esta lógica ("al menos Uno no está castrado, posee a Todas").  El mito, ubicado por Freud, creo que conviene más leerlo no tanto desde el asesinato, sino desde la ceremonia posterior: el lazo que se crea, a condición de aceptar el no-todo (la castración) es el fundamento en cuestión.



Para el psicoanálisis, el sexo es un saber-en-falta y se organiza en una sexualidad compleja cuyos avatares –discurso mediante- son los avatares fálicos. Lacan: “Si Freud centró las cosas en la sexualidad es porque en la sexualidad, el ser parlante balbucea” ¿Por qué nos puede producir cierta angustia las partes del discurso crudo de este video? Porque, justamente, “falta la falta”: definición que a partir del Seminario X diera Lacan de la angustia. [ De allí que un duelo implica hacerlo de la falta que otro sujeto constituyó para nosotros. De allí que el amor es, para Lacan, “dar lo que no se tiene”. ] Lo que abunda en el discurso de los personajes de este video es lo que sí se tiene: el falo recorriendo ostentosamente los diferentes diálogos.



Lo obsceno del lenguaje, la carne cruda (recordemos Lo cocido y Lo crudo de Lévi-Strauss), escuchar esa brutalidad hoy día no espanta a nadie, pero puede producir angustia: nos recuerda el aparato perverso de un Estado totalitario (incluso un apotegma de Cristo: “La verdad soy yo”) y las modalidades perversoides de un discurso que pretende no esconder lo que necesariamente el neurótico guarda para ser neurótico. Es la misma sensación de ostentación que percibimos cuando escuchamos a un rico hacer alarde de sus bienes, o la misma comicidad histérica de una mujer que necesita ostentar sus tetas o un hombre sus músculos.  De allí que también nos parecen groseros, aquellos sujetos que llenan sus muros de perfil de instagram o facebook, con sus poses y rostros: por eso, una cosa es la obra y otra el artista. Para hacer obra, el artista –paradójicamente- debe morir para surgir: debe castrarse. Al menos, claro, que haga obra de su propio cuerpo.



Convengamos que en los tiempos que corren (donde algunos tienen diez propiedades y otros duermen tapados con papel de diario en la calle) todo signo de ostentación resulta harto más perverso que circense. El neurótico, un poco fascinado por eso –añoranza de un Paraíso Perdido- asoma sus narices a Hollywood y Broadway, cuyos smokings representan muy bien la ventana a la que el sujeto –año tras año- se balancea para gozar con el goce del Otro -su fantasma predilecto: “el Otro sabe del goce”- Paradójicamente ciudades que aparean gadgets, show business y –a la vez- el arte en su extensión más global. Otras ciudades (Berlín, Amsterdam, Paris) no tienen esa dicotomía: ¿será casual que del país del Norte lleguen MacDonalds, Starbucks y yerbas afines que conglomeran esos gadgets de neones con la ilusión de Poder, jugando con el trabajo de una buena parte del target poblacional?



El mercado –que cautiva permanentemente con sus resplandecientes imágenes- es una cuestión no solo de economía, sino de discurso. Y la economía del goce aplica muy bien acá: goza, goza, que algo quedara... Se trata ya no de saber hacer con el síntoma, sino de cómo gozar más y más, aún. El seminario XX de Lacan (“Aún”) trata justamente esta cuestión que coloca al sujeto frente a la problemática de su goce y del Nombre del Padre. Cuando la metáfora no circula en el discurso, el neurótico la escucha devoradora: como una madre Omnisciente que todo lo puede y que termina por anular al sujeto. Las palabras se reprimen porque la neurosis habla. El significante “Tabú”, que lleva uno de los textos fundamentales de Freud, va conjuntamente con el “Tótem”: es decir que para vivir en sociedad, es necesario reprimir. Cuando algunos analistas repetimos, como decía Roberto Harari, que el psicoanálisis sirve para olvidar, no para recordar, estamos queriendo decir lo mismo: la función del analista, de algún modo metaforizando la Función Paterna, cumple –en su semblante de falta- con la Ley que impone el deseo.



Así como no hay inconsciente sin analista (sin análisis), tampoco hay síntoma ni interpretación. De allí que “sentido sexual del síntoma" es producción de significación; de allí que “el trauma” no existe y lo inconsciente es un invento de Freud, no un descubrimiento. Entonces estamos ante el problema de la “verdad” del sujeto.



De hecho lo que se escucha es que los analizantes no pueden decir su verdad; es decir: no pueden decir ciertas palabras. Muchas veces un sujeto (como el reciente caso de una mujer que acude a una entrevista conmigo) ejecuta relaciones homosexuales pero no puede decir que es "torta" (como ella lo enunciaba) a determinadas personas. La represión del significante –represión que permite justamente aislarlo- es lo que, vía la angustia, lo lleva a un analista. No se trata de escuchar si el sujeto (en escenas de juegos perversoides con su partenaire) es un perverso o un neurótico un poco zafado, se trata de precisar el punto que la angustia juega en su campo con el objeto. No definimos una estructura (Neurosis, Perversión o Psicosis) por una conducta, un delirio o un acting: lo que escuchamos es la relación que el sujeto tiene con su fantasma.



Cuando Jacques Lacan, en una entrevista efectuada por Madeleine Chapsal (en 1957) expresa que “En psicoanálisis la represión no es la represión de una cosa, es la represión de una verdad” esta observando claramente que se trata de la verdad del trazo que el síntoma parlanchín revela (“la metáfora de lo reprimido”). Dicha verdad no solo es no-toda-dicha, sino que incluso ha quedado reprimida a condición de sujetarse a la Cultura. 

Sólo el Arte, en sus abanicos de manifestaciones, puede entregarnos lo marginal que esa verdad reprime, siempre –esperable- de modo poético. Por eso, creo, el final de este video, imprime la condición estética (y ética)  que el arte impone. Para que haya arte hay que reprimir las pulsiones. Para que haya amor, el goce debe condescender al deseo, castración mediante. En los tiempos que corre, como dijimos, nadie se espanta de las palabras con connotación sexual; no es eso lo que se reprime, sino que eso mismo -como se escucha hoy en la era del crussing y de los chats- sirve como defensa para reprimir lo obsceno del amor.

Marcelo Augusto Pérez
El Tabú de la Palabra.
Julio, 2015. 
ARTE:
Pintura Mural Pompeyana
lex Scantinia de 226 a.C.



El mundo donde el sexo no es tabú
[ Malena Pichot ]

 

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