Dolor
(...)
Creo que todo empezó cuando tenía nueve años. Ni mi madre ni mi padrastro
me prestaban la mayor atención. Entonces yo me portaba mal a propósito, para
que me castigasen. Tenían que darme por lo menos algo.
Una tarde yo estaba desnuda sobre la pileta de cemento y mi madre me
bañaba. Había seis chicos del barrio,
que yo conocía. Se acercaron para ver. Me gustó mucho que me mirasen.
(...)
Dos días más tarde encontré a esos mismos chicos jugando en un bosquecito.
(...)
“Mostrame el pito”, le dije al de once. Termine haciéndoselos a todos. A partir de ahí, los
siete nos escondíamos, por las tardes, donde los grandes no pudiesen vernos.
Todavía eran chicos y no se les paraba. En realidad yo no sabía que a los
hombres le pasasen esas cosas.
Pero cuando cumplí doce años me brotaron las tetas y mi padrastro empezó a mirarme con interés. Un día no
aguantó más y me acaricio los pechitos. Sentí miedo y excitación a la vez. Sabía
que no iba a ser como con los chicos. Pero igual no me resistí. Tenia una verga
normal pero a mi me pareció inmensa. Fue mi primer hombre completo. Cuando hubo
terminado me preguntó: “¿Se lo vas a
decir a tu vieja?” “No. ¿Para que si no me va a creer? Además ella nunca me
quiso.”
A partir de ahí me lo hizo todos los días. Fue el primer hombre al que le
bebí su licor seminal. Era riquísimo. Pero él me hizo debutar en todo, incluso por atrás.
(...)
¿Por qué una mujer se vuelve puta?
Por vacío, soledad y falta de atención. Ya que nadie me quiere, que por lo
menos me cojan. El problema es que cuando terminan con vos se desentienden y
volvés a quedar sola. Es horrible ser histérica y depender por completo de los
otros.
(...)
Mi destino no es ser puta, como alguien podría creer. Mi destino es
quedarme putamente sola.
(...)
Una vez leí un cuento de Ray Bardbury: Lluvia.
Esta en el Hombre Ilustrado.
Transcurre en Venus, planeta donde (según el autor) llueve constantemente. Si
un grupo de expedicionarios se pierde,
lejos de las cápsulas solares (donde hay calor, comida y se puede descansar),
inevitablemente se vuelven locos o se suicidan. En una ocasión, encontraron a
un tipo que, sin notar la presencia de
los que lo estaban rescatando, decía una vez y otra: “No sé que hacer para salir de esta lluvia. No sé que hacer para salir
de esta lluvia. No sé que hacer para salir de esta lluvia.” Quien sabe
cuantos días llevaría padeciendo el pobre infeliz.
Nunca olvidé este cuento. Es la historia de mi vida. No sé que hacer para salir de esta lluvia.
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Alberto Laiseca
No sé qué hacer. (El placer de la
humillación)
22/08/2009 [ Fragmento ]
En: Cuentos Completos
Ediciones
Simurg.
Buenos Aires,
2011.
PINTURA:
Vincent Van Gogh
[Holanda, 1853 / Francia, 1890]
Dolor, 1882