Deseo / Lacan & Galeano
Entonces, el deseo disparo su arco. Y la flecha del deseo partió la vida al
medio, y la vida fue dos.
Los dos se encontraron y se rieron. Les daba risa verse, y tocarse.
Eduardo Galeano
[ Montevideo, 1940 / 2015 ]
[ Montevideo, 1940 / 2015 ]
De deseo somos
Espejos. Una historia casi universal.
Espejos. Una historia casi universal.
Sabemos lo suficiente de la vida de Alcibíades como
para saber que pocas cosas le han faltado del orden de lo más extremo de todo
lo que se pueda tener. A su manera, muy diferente de la de Sócrates, él
tampoco era de ninguna parte, recibido además con los brazos abiertos allí
donde fuera, las gentes siempre demasiado felices con tamaña adquisición. Una
cierta ατοπία {atopía} fue su suerte. El era, solamente demasiado
molesto. Cuando llegó a Esparta, encontró simplemente que le hacía un gran
honor al rey de Esparta — la cosa está informada en Plutarco, articulada
muy claramente — haciéndole un hijo a su mujer, por ejemplo — esto es para
darles el estilo del personaje — ¡ésa era la
menor de las cosas! Hay algunos que son duros: fue preciso, para acabar con
él, rodearlo de fuego y abatirlo a flechazos.
Pero para Sócrates, lo importante no está ahí. Lo
importante es decir: “Alcibíades, ocúpate un poco más de tu alma”, lo que,
créanme, estoy muy convencido de ello, de ningún modo tiene el mismo sentido
en Sócrates que el que ha tomado eso a continuación del desarrollo plotiniano
de la noción del Uno.
Si Sócrates le responde: “yo no sé nada, sino, quizá,
lo que es de la naturaleza del eros”, es precisamente porque la función
eminente de Sócrates es la de ser el primero que haya concebido cuál era la
verdadera naturaleza del deseo.
Y es exactamente por eso que, a partir de esta
revelación, hasta Freud, el deseo como tal en su función... el deseo, en tanto que esencia misma del hombre, dice
Spinoza —
y todos sabemos lo que eso quiere decir, el hombre, en Spinoza: es el sujeto —
es la esencia del sujeto que el deseo ha quedado, durante ese respetable
número de siglos, como una función a medias, a tres cuartos, a cuatro
quintos, oculta en la historia del conocimiento.
El sujeto del que se trata, aquel cuya huella seguimos,
es el su- jeto del deseo, ¡y no el sujeto del amor! por la simple razón de que
uno no es sujeto del amor: uno es habitualmente, uno es normalmente, su
víctima. Es completamente diferente.
(…)
Ustedes me permitirán un muy lindo juego de palabras.
Es uno de mis más divinos obsesivos, muy avanzado en su análisis, quien me lo
ha hecho hace algunos días: “la horrible duda {affreux doute} del
Hermafrodita {Hermaphrodite}”. Quiero decir, que no puedo hacer menos
que pensar en ello, desde que, evidentemente, han sucedido al- gunas cosas que
nos hicieron deslizar de la Afrodita {Aphrodite} a la horrible duda {affreux
doute}. Quiero decir: hay mucho que decir en favor del cristianismo; yo no
podría sostenerlo demasiado, y muy es- pecialmente en cuanto al
desprendimiento del deseo como tal. No quiero desflorar demasiado el asunto,
pero estoy bien decidido, al res- pecto, a llevárselos adelante jugando con
todas las cartas: que de todos modos, para obtener este fin elogiable entre
todos, ese pobre amor haya sido puesto en la posición de transformarse en un
mandamiento, es a pesar de todo haber pagado caro la inauguración de esta
búsqueda, que es la del deseo. Nosotros, por supuesto, a pesar de todo, los analistas,
sería preciso que sepamos resumir un poquito la cuestión sobre el asunto: lo
que hemos perfectamente avanzado sobre el amor es que ¡es la fuente de
todos los males!... ¡m. a. l. e. s!... El amor maternal, etcétera.
¿¡Eso les da risa!? La menor conversación está ahí
para demostrarles que el amor de la madre es la causa de todo. No digo que
siem- pre se tenga razón, ¡pero es de todos modos sobre esa vía que nos manejamos
todos los días! Es lo que resulta de nuestra experiencia cotidiana.
Entonces, estando bien planteado que, en lo que
concierne a la búsqueda de lo que es, en el análisis, el sujeto...
a saber, a qué conviene identificarlo, aunque más no
fuere de una manera alternante, no podría tratarse más que el del deseo.
Jacques Lacan
[ Paris, 1901 / 1981 ]
[ Paris, 1901 / 1981 ]
Seminario 9: La Identificación.
Clase 10, Fragmento.
21-02-1962
Trad. R. Rodríguez Ponte
ARTE:
Jean-Michel Basquiat
[Nueva York, 1960 / 1988 ]