El Neurótico Obsesivo... Una Viñeta Hogareña.







My dear,
Find what you love and let it kill you.
Charles Bukowski

El siguiente paso de comedia no es de una ficción grotesca ni de una pluma surrealista. Corresponde a la sarcástica realidad neurótica que, cuando se lo propone, logra su objetivo: perderlo todo por ganarlo todo. Me lo acaba de transmitir una amiga por teléfono. Ella, sabiendo que toca mi debilidad por escribir (y escuchar) este tipo de historias, me pidió especialmente que lo postee. Así que dedico a ella este singular trazo del obsesivo nuestro de cada día…
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Si el amor es ya un inquieto laberinto bastante atrapante, para el neurótico obsesivo es directamente una jaula. ¿Y quién no quiere salir de una jaula? Pero, a la vez: ¿quién podría enunciar –sin caer en un autoengaño- que no quisiera estar enamorado? El dilema del obsesivo se en-carna en sus síntomas frente a la castración a la que el acto amoroso lo invita. Y el modo que el obsesivo tiene de evitar dicho acto, es –como sabemos- a través de su sintomatología bien puntual: procrastinando, negando, huyendo, devaluando, excusando, aislando, rumiando; en definitiva: haciéndose el muerto para hacer de cuenta que la muerte no existe. El obsesivo vive sostenido con una soga -siempre a punto de ahorcarse- para no caer. Para no caer, obviamente, ante su deseo.
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Jacques Lacan utilizó el drama Shakespereano de Hamlet para metaforizar la tragedia del obsesivo. Un Hamlet enjaulado en -y por- el deseo de una Madre, cautivo de su narcisismo que –como tributo de ser el falo- le cobra obviamente la cuenta que Ofelia (Oh Falus, dirá Lacan) también pagará como presa. Y entonces, allí en el Reino de Dinamarca, todos quedarán enjaulados. El Reino del obsesivo (quien se ubica como Amo pero sólo como intención) es un feudo donde el deber-ser y el deseo-de son enemigos estructurales. Dicha hostilidad la padece el sujeto con sus actos (inhibidos frecuentemente, boicoteados otras) donde el ritual, la paja-mental y la retórica, cobran una dimensión meritoria.
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Vayamos a la viñeta hogareña. Se conocieron hace dos meses. Él es ese tipo de sujetos que a los dos minutos de conocer a alguien tira esas frases contundentes, y tan inverosímiles: "yo con vos me casaría mañana", "pero vos sos muy muy linda y no aparentas la edad que tenes", "vos me estas cambiando la monotonía de mi vida". Ella [que hace cinco años corta una relación demasiado fuerte como para no seguir pensando "todas las noches absolutamente" en su ex] baja la cabeza y piensa: "Estos son los tipos que después no pueden sostener nada..."- Como para resumir sus caracteropatía fobio-hipocondríaca, podríamos decir que el pretendiente es también el típico sujeto al que uno, para su cumpleaños, le regalaría de buen agrado un botiquín de primeros auxilios para que cuelgue en su baño.
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Él viene de una soledad larga, de esas que van como anillo al dedo para las personas que sólo miran su ombligo y que cuando tienen que compartir un espacio con otra, la otra no es más que un mueble o una empleada de hotel. Son esas personalidades que no saben (o, para decirlo con menos énfasis, no pueden) escuchar al otro. Por lo común se las llama egoístas. Cuando la sordera se amalgama con la billetera, terminan siendo de un nivel un poco catastrófico.
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Ella acaba de estar con un "respetable pelotudo" que la hizo ir de San Telmo a San Isidro para invitarla a cenar a un restaurante chino que se encuentra en cualquier esquina de barrio. (Esta última relación -de muy pocos encuentros- tiñe aun mas su fantasma, ya que el respetable susodicho aun no pudo reconocer un hijo de 20 años, así que mucho menos podrá sostener un noviazgo de semanas. Así que ella ya “viene curada de espanto”.)
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Tanto él como el nuevo pretendiente, entran en esa antipática categoría de adultos huevones con actitud de pendejos caprichosos especialistas en no tener nunca un gesto de agradecimiento e ingenieros en demandar todo lo que se pueda, incluso con acciones que a veces dan miedo. Gozan de esa personalidad que solemos llamamos, con todo respeto -claro-, narcisistas del orto. El primero ha quedado ya en la prehistoria. Del reciente, estoy tratando de exponer acá el introito a este grotesco.
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Adviértase –en el diálogo que sigue- que se trata de un sujeto que boicotea, como buen obsesivo, su deseo. Así también, es dable destacar, que al conocer a mi amiga le despierta su síntoma vía una vacilación del fantasma que lo pone en jaque frente a sus obligaciones, deberes y yerbas anexas; en definitiva: frente a lo que él llamo su "cotidiana monotonía". Es decir, pues, que nos encontramos con el verbo preferido del obsesivo: pensar. Pensar que hace de un problema, un dilema. El obsesivo se preocupa, pero no se ocupa. Eso ya sería hacerse cargo. Cosa que no busca ni quiere encontrar. De allí que sus diez años con un analista no le han servido ni siquiera para pensar un fallido. "Yo cuando voy al analista, cuento un sueño, lo asocio, ubico puntas, pienso en algunos detalles de palabras que me hacen ruido, el analista señaliza obvio, pero vos bien sabes que muchos ya te lo llevan trabajado... Pero este, es de terror... Hipocondriaco, con todos síntomas orgánicos, con olvidos y fallidos por doquier y nunca siquiera se preguntó por qué y desde cuando los tiene... El otro día le pregunto por un olvido y me dice ¿que tiene que ver? ¡Diez años con un analista! Obviamente el analista es peor que él, no escucha nada: son el uno para el otro"- cuenta ella. En definitiva: se trata de un neurótico importante.
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Cuando comienzan a tener sexo; a ella le pasan las tipicas cosas de un sujeto que aún no ha cerrado el duelo y se enfrenta de golpe con otra piel: cosas que -en el caso de una mujer- suelen ser más comunes. En un primer tiempo, recordamos que hace dos meses empezó la historieta, ella no lubrica ni acaba. En un segundo tiempo, lubrica pero no acaba. En el último tiempo (como para contraofertar a la propuesta machista –y en el fondo romántica del varón- que la mujer solo coje bien si está enamorada) ella puede tener un sexo relativamente respetable. Eso sí: ella no está enamorada. Pero tampoco quiere ser la mucama que levanta sus calzones del baño, la cocinera que le tiene preparado el guiso cuando él llega de su trabajo, o la que escucha sus grandes dilemas cotidianos: por ejemplo, si dejarle comida preparada a su hijo de casi 20 años, o ir a la guardia de un hospital porque le pica un dedo. Ella, lo que quiere, es esperar mientras disfruta de lo poco que hay, que podría llegar a ser algo mas...
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Ayer el pretendiente llega a la casa de ella con una pregunta obsesiva en puerta, que no hace. Cuando se retiró la última vez le había sentenciado que "debían hablar"- Últimamente anda siempre con las ganitas de cortar todo, ya que -como dijimos- este encuentro le ocasionó una movilización importante de su rutina. Cortar significa, obviamente, jugar al todo o nada. Es como actúan los grandes neuróticos: huyen, abandonan, en nombre de vaya a saber qué paz y de su imagen siempre elocuente.
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Cenan y entonces ella abre el debate.
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Trato de reproducir lo más fielmente posible, lo que ella me cuenta; que es cómo transita el diálogo hasta la despedida. Quizás agregando algunos detalles de licencia estilística. Me permito colocar algunos corchetes obsesivos, nobleza obliga, como para orientar al lector descuidado de los rasgos estructurales de esta personalidad y de paso ir dando un paneo más en la clínica de dicha neurosis. En algún otro posteo nos dedicaremos a la histeria, que obviamente también tiene su dramaturgia especial.




Me dijiste que querías hablar de algo...

Si... Pero ahora me voy a duchar... 

[ la huida: porque la fobia no escapa a las dos neurosis básicas. ]



[ a la salida del baño ]



¿Entonces?

Vos... ¿Estás enamorada de mi? 

[ la primera baraja del obsesivo para no escuchar su deseo: mejor que el otro me lo diga.]

Enamorada... Enamorada... No.

Ah... 

¿Por?

No. Porque yo no se... 

[ ¡qué novedad! O, mejor dicho: lo se pero me gustaría no saber. O, más mejor dicho: si tendría que tomar alguna decisión, mejor seria que vos me la garantices. ]

¿Qué no sabes?

Yo no puedo seguir así... Esta relación me saca mucho tiempo...

¿Ah si? ¿Qué tiempo? Porque vos venís cuando querés, te vas cuando querés, venís y te bañas, dormís y roncas y no escuchas nada, te espero con la comida...

Yo no puedo estar a tu ritmo... 

[ el sujeto vuelve a endosar el problema al otro ] 

¿Mi ritmo? ¿Cuál ritmo?

Yo en estos momentos no puedo gastar tanto dinero, y a vos te gusta ir al teatro, cenar afuera...

Mira. Hace dos meses, desde que nos conocimos, que dijimos de ir al teatro y nunca fuimos. Si vos trabajas quince horas por día y no podes gastar doscientos pesos en una cena una vez por semana, no se... Porque mi parte la pago yo... Hay gente que está sóla y está esperando de conocer a alguien para poder salir a comer, ir al teatro… y vos venís con el tema del dinero.

Es que a mi no me gusta que una mujer me pague.



[ el obsesivo frente a la figura de la Mujer -que no existe-, que cree hacer poder existir bajo la forma de consistencia imaginaria. Como si allí radicara la solución de su síntoma. Sabemos bien para qué: Si Ella Existe, entonces Yo Pienso, si Yo Pienso, entonces Yo Gozo. Lo que descuida el neurótico es que, justamente porque el otro existe, es decir: desea, esta castrado y entonces él ya no podrá suturar esa herida. El empeño siempre anhelado del obsesivo es, obviamente, ser el falo que complete ese hueco. ]



Yo no necesito que pagues por los dos.

Si, pero yo no quisiera eso...

Ese es un problema tuyo... Vos querés todo. Querés tener el trabajo actual que te gusta pero ganar lo que ganabas con el anterior que no te gustaba. Querés estar acompañando a tu mama en tu casa, pero a la vez estar acá conmigo. Querés estar con tu hijo pero a la vez querés que crezca y se curta solo. Vos no querés perder nada...

Pero yo tengo mis esquemas... 

Claro, pero si uno decide convivir o compartir un poco su vida con otro, tiene que adecuarse un poquito. Yo también tenía una rutina, y ahora tengo otra. Vos roncas y yo estoy tratando de bancármela, porque a mis otros ex le decía que roncaban y paraban, pero vos no escuchas nada...

Pero yo siempre dormí solo...

Justamente: de lo que se trata es de aceptar que ahora hay otro. A ver, tesoro, ¿vos te diste cuenta el codazo que me pegaste anoche en el cuello, durmiendo? 

Si me lo pegabas en el ojo hoy no podía trabajar.

Ah, yo cuando duermo, duermo.

Claro, vos sos concreto.

Ahora no podemos ni dormir…

Podríamos si te dieras cuenta que dormís con otro.

¿Vos me escuchas cuando yo me levanto al baño?

Obviooo. ¿Cómo no te voy a escuchar? Yo cuando estoy en una relación estoy adentro. Y me parece que te lo demostré en estos dos meses: hasta te hice un espacio en el placard. Vos sos el que no tiene espacio para el otro.



[ ¿se trata de un sujeto básico, de un negador compulsivo o de un prócer del absurdo? Es, de hecho, alguien que responde a una axiomática autoreferencial permanente; típico del sordo: "yo cuando duermo, duermo; cuando me caigo, me caigo; cuando trabajo, trabajo."  Resulta que el sujeto se cae, cuando corría, a los 3,5kms. Siempre a esa distancia. Entonces decide dejar de correr.  Un día, que mi amiga viene con él a mi casa, le pregunto: "¿lo pensaste en tu análisis?"- ''¿Qué cosa?"- "Te caes siempre a los 3,5kms-" "¿Y qué tiene que ver?"- Diez años de análisis. El analista más sordo que él. No puede ser cierto que él nunca haya llevado este síntoma a su análisis. Es el analista el que tampoco escucha. "Y como estás con tu análisis?-  Bárbaro.-" Esas son sus respuesta, es decir: un queso es un queso y una teta es una teta, siempre. La respuesta de un sujeto religioso: para el cual Dios es condición necesaria y suficiente para  justificarlo todo. Aunque sea ateo. Con un simple silencio -café mediante- asocia con la caída a partir de un forzamiento que yo hago con el 35. A los 35 falleció su última mujer... Sin palabras. Todavía está caído... ]



Bueno, pero esta relación me empieza a desorganizar.

De eso se trata el tema. Cuando uno conoce a alguien, se desorganiza. En fin...

Lo que pasa que lo económico…

[ el sujeto cree que sólo pueden amar los que tienen dinero extra. ]

No es lo económico. Vos lo pones afuera… Está adentro, tesoro.



[ a la mañana siguiente. ]



Bueno... ¿Entonces? 

[ el obsesivo regresa su pregunta a la boca del otro. ]

¿Entonces qué? Bueno, mira. Ya te dije. Te lo digo en términos funcionales y pragmáticos: vernos cada quince días para cojer y listo, a mi no me sirve. 



[ típico del neurótico jugar al amigarche. ¿Típico para qué? Para sostener el status quo y zafar de la monogamia: con la novia si, con las otras también. Misma situación sostienen los prostíbulos. Nadie le debe nada a nadie y el mundo funciona sin demandas. El sujeto cree que no está en falta y encima a veces hasta se divierte. Por lo general buscan algún esperanzado boludón o alguna soñadora boluda que los infatúe por un tiempito. (El adjetivo aporteñado es necesario porque decir simplemente necio me suena naif.) Histeriquean y lo usan de colchón de contención o compañía; boludos que sí suelen engancharse –por lo general otro obsesivo- y esperan largo tiempo a ver si el otro/a por fin cae en sus brazos; mientras que uno de los dos –o ambos- pican aquí y allá. Cuando -el que domina la escena- necesita una migaja de ternura, recurre entonces al encuentro del boludo y entonces el boludo renueva su fe y por supuesto la anhelada expectativa de repetir el burlesco sketch. No hay que victimizar, eso sí, al boludo: es tan narcisista como su partenaire. Ambos lo hacen por creérsela. ]



Yo no puedo seguir tu ritmo... Vos levantas las toallas que yo dejo en el baño, y en mi casa yo dejo todo por ahí... 

[ sin comentarios.]

Claro, pero yo ni siquiera te dije que lo hagas. Me hago cargo de mi orden y de mi neurosis y voy y lo levanto yo. 

[ convengamos que la señora le está poniendo onda...]

Bueno, pero yo me siento mal.

Te sentirías mejor si pensaras un poco en el otro... Yo, por ejemplo, no estoy comiendo pan porque tengo diabetes, en el desayuno como galletitas, viste? Pero a vos te hago tostadas...

Yo siento que me desorganizo.

Esa es la idea. Cuando alguien se introduce en la vida de uno se produce la desorganización. Por eso yo hago tostadas para vos y para mi hago otra cosa.



[ en medio del diálogo matutino, ella va hacia el baño y observa un preservativo usado en la basura, con la fina salvedad de que no esta adentro, sino arriba de la tapa. ]



Disculpa... ¿Vos te diste cuanta donde dejaste el forro?

Bueno, pero anoche estaba cansado...  

[ nuevamente, sin comentarios.]

[ en la parada del bondi ]

Bueno... Fue interesante haberte conocido de todos modos... Espero que la pases bien...

¡Ahí viene el colectivo! 

[ se sube como si fuese el último bondi del día. ]



[ después de un cuarto de hora, por mensaje de texto, se cierra la historia –seguramente no para él- con una declaración que renueva el fantasma obsesivo: hay que seguir gozando...]



Sos hermosa.



[ Desde la más remota historia escuchamos que el amor rompe cadenas. Pero el obsesivo, estoico frente a la lucha, sabemos que es experto en unirlas. En esa atadura se encuentran todos los hilos que lo clavan con su cruz.
Cabría recordar que -en este punto de confrontación con el deseo- la histérica también es experta en la insatisfacción en cadena. La característica de todo neurótico es esta misma: gozar con un deseo insatisfecho. Cada neurosis tiene sus mañas. Pero aquí -como en todo vínculo que sostiene el goce mortífero- vemos como los dos sujetos quedan impotentizados. Este recorte -creo sin embargo- adhiere a algo más que una obsesión: se trata de un elevado narcisismo que impide que el pretencioso caballero quede, como en el ajedrez, en un enroque permanente ante su anhelada dama.
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De la declaración -quizás un poco insensata- de Bukowski (preferible morir entregado a un amor, ya que de todos modos vamos a morir), el obsesivo hace su apotegma axiomático. Claro que, como buen neurótico, "se lava las manos" como Pilatos y elige morir entregado al amor a sí mismo.]

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Marcelo Augusto Pérez
Neurótico que huye sirve para otra derrota.
[ El Goce del Obsesivo. ]
Buenos Aires, Junio / 2015



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