Un Niño, su poética y el clinamen de su Estructura.
En
este bello texto que a continuación recorto, Octavio Patiño nos convoca -a partir de Lucrecio, de Michel
Serres y de Guilles Deleuze- a la poética del niño; es decir: a sus preguntas
existenciales, a sus vuelos de huecos y naufragios y también a sus desembocaduras (en boca frágil, con voz a
flor de labios) que abren nuevos mitos.
De rerum Natura, texto de
Lucrecio en que se basa Jacques Lacan para abrir el paradigma de clinamen, tendrá su aporte indiscutible
y posterior en la obra de Roberto Harari que también retoma nuestro analista
argentino a partir de Michel Serres.
En Lucrecio, clinamen y torbellino van juntos; y Lacan lo sabía ya
antes del Seminario 11. Las puntas-de-lo-real
adonde retorna M. Serres, estaban en las fisuras de Lucrecio, están en lo
caótico del niño y estarán en las teorías disipativas años después. Lo
torbellino pulsional se engarza con lo torbellino de la palabra. De allí que un
analista pueda hacer un forzaje del hablaje del analizante; de allí que –como quería
Michel De Montaigne- la palabra es mitad de quien la dice y mitad de quien la escucha. Por ello la clínica freudiana, -cartesiana
y newtoniana- se acota en esos paradigmas, a diferencia de la clínica que Lacan
introduce, con su modelo topológico más cercana a la física cuántica.
El
cuerpo de un niño es un torbellino en sí mismo; de allí –insisto- que Freud
definiese el polimorfismo perverso de
esta edad. Fantasma que el neurótico adulto lleva como impronta en su estructura:
todo fantasma es perverso. Un niño, como el torbellino de Lucrecio, perturba el
vacío. Un niño, en definitiva, es exponente claro de la parcialidad pulsional,
de las preguntas inoportunas, de los lugares sin sentido, del derroche del
lenguaje: de ahí su poesía.
Extraigo
una porción apetitosa -apenas un átomo- del texto de Octavio y los invito a ir al pastel con todas sus
letras, en el link que adjunto. MAP / Mayo/2015
La boca del
niño, ese agujero incesante que pregunta, que fascina, que problematiza; daña
el campo sonoro de las orejas estratificadas. Niño explorador, nómada,
mapeador del cosmos, el niño corta con su lengua de papalote la sonoridad de
los saberes. El niño dice continuamente lo que hace o lo que trata de hacer:
explorar unos medios, mediante trayectos dinámicos, y establecer el mapa
correspondiente. Los mapas de trayectos son esenciales para la actividad
psíquica.
La pregunta
del niño es tormentosa, quiebra la quietud del falso infinito que el adulto ha
creado para amansar las aguas de huracán. La pregunta del niño es quiebre,
angulación, caída, resonancia de cascabel que es derivada de la serpiente
interna que danza con el tambor del corazón,...
(...)
Mucho puede
decirse aún de lo que dicen los niños, pero el decir sobre los niños, la
interpretación de su palabra ya es presa de la estratificación. Nosotros
difícilmente hablamos con los niños, les imponemos consignas. Es interesante
ver como a medida que vamos creciendo, la fuerza domesticadora termina por
introducirnos en el falso infinito. El clinamen del átomo-letra, quizá es
vehiculizado en la utilización del discurso como sometimiento. La pregunta se
torna consigna. Es tal la eficacia de los aparatos de captura que manufacturan
su propia ortopedia desde una atomicidad asesina. Porque en efecto, la fuerza
atómica del clinamen, también se ha magnificado en bomba atómica. La
pregunta deviene historia a ser contada, la historia está anudada en la
física, canta con el rayo y el torbellino.
Octavio Patiño
García
Extracto del Trabajo:
La pregunta del niño como clinamen: poética de las turbulencias del
cuerpo.
Publicado en Errancia... La palabra inconclusa.
Revista Virtual de Psicoanálisis, Teoría Crítica y Cultura.
Iztacala. Facultad de Estudios Superiores.
Universidad Nacional Autónoma de México.
Número 11. Arte-Escritura y Psicoanálisis. Abril/2015
ARTE:
Jean Dubuffet
[ Le Havre, 1901 / Paris, 1985 ]