Análisis, Corte, Control.
Estimado Marcelo. Gracias
nuevamente por sus clases. Esta es la segunda vez que le escribo, desde
Francia. Soy española y radico aquí hace muchos años. El psicoanálisis es una
de mis tantas causas. Aquí en Francia está todo muy politizado, supongo que
allá también (me refiero al contexto del psicoanálisis.) Justamente abordando
este tema, estaba supervisando un caso y no me gustó –según mi criterio y
estilo- algo con mi analista que me pareció demasiado rígido en la
interpretación del mismo caso; específicamente el de cortar la sesión del
analizante en un tiempo no breve sino brevísimo. Me parece que no escuchó el
contexto. Ya hace meses atrás ocurrió otra cosa con mi control y con esto creo se
termina de completar mi idea de que está caído el SsS y debo cambiar de
analista. Me gustaría saber su opinión, ya se que estamos hablando fuera de
todo contexto; pero me gustaría saber si esto de cortar sesiones así puede
resultar fructífero para el acotamiento del goce. Por otro lado, se que Lacan
hacia estas cosas; pero ¿se podrá seguir con esta modalidad en nuestra época? ¡Muchísimas
gracias por sus palabras! J.L.O.
Hola. Cuántas cosas estás
diciendo en un corto párrafo. Políticas, ideologías, técnica, estilo, contexto,
control de analizantes. Me gustaría rescatar algo desde el vamos: cuando
controlamos a un analizante, analizamos nuestro síntoma, nuestro fantasma.
Muchas veces, nos pasa como analistas cuando escuchamos el “caso de otro analista”; tratamos de dar algún apoyo “técnico” al
colega, que a veces se efectúa más con una interpretación al real del analista
que con un discurso armado de teoría. Ahora: cuando alguna vez hace años
comencé a supervisar (específicamente con un analista que en ese momento era
titular de una cátedra en UBA) tuve una experiencia parecida a la tuya,
específicamente con el consejo de cortar sesión. Percibí que había cierto
cinismo en el analista que escuchaba “el caso”. Con el tiempo, oh casualidad,
escuché que otros analistas hablaban de ése analista como de “un poco cínico”.
Entonces: cuando uno tiene una percepción “contra-transferencial”, hay que
escucharla despacio. Roberto Harari (con quien controlé) solía cortar las
sesiones; pero se trataba del corte en mi control; nunca percibí cinismo sino ética.
Ahora bien: el corte de sesión no es “de acuerdo a lo que tengo ganas hoy” o “estoy
apurado entonces corto”. Tampoco se trata de sesiones breves. La sesión tiene –como
el fantasma- una lógica. El tiempo del neurótico es lógico, no cronológico. Por
eso hay cortes del caso por caso. Particularmente no trabajo con sesiones
hiper-cortas como muchos analistas, sobre todo los que están en tu ciudad, en
Paris. Si corto una sesión es porque en realidad, ya hay algo que está caído;
se trata de la escisión del discurso.
Los analistas que trabajan con “sesiones-estándar-cortas”
me parece que están en el mismo problema que estaba la IPA con “sesiones-estándar-largas-3-por-semana”.
Por eso también se trata de cuestiones políticas e incluso ideológicas:
recordemos Psicologías de las Masas de Freud. Lo que vos llamás “acotar el goce”
es otro problema: primero, porque es muy difícil ese acotamiento y suena naif que con un corte se produzca, a
veces lleva décadas de años en diván; segundo, corte no siempre significa
castración: a veces la mejor manera que tiene el analista de “transmitir” la
castración (como un Padre que se precie) es alrevés: alargando la sesión.
Tercero, las teorías que intentan este tipo de cortes/rápidos, alegan la
inexistencia de Otro, entonces si el Otro no existe, dejo al analizante librado
a ¿qué? Como aclaro siempre: que el Otro
esté barrado no quiere decir que no exista. Si el Otro no existiese no
existiría el Sujeto. El Otro no es un imaginario, es la Cultura y los
significantes que aporta al sujeto. Decir que el Otro no existe es como decir
que todo-vale o –a nuestra criolla- que “todo me chupa un huevo”.
Con respecto a tu correo (que
aprovecharé a postear porque es otro tema recurrente en nuestra práctica) me
recordó un llamado telefónico de otra colega, desde Paris, que me hizo reír
mucho, a la vez que obviamente me gustó su alago. Me decía que, paradójicamente
en la ciudad del psicoanálisis, ella sentía la necesidad de llamarme al
escuchar mis clases en su idioma materno (además de agradecerme y pedir clases por skype,
cosa que no hago). También lo asocio porque en un control en un idioma que no
es el nuestro original, muchas veces se pierde (aunque también algo se gana) en
el orden del real, del real-lenguaje.
Finalmente; Lacan hacía este tipo de cosas no
porque la época se lo permitía (todas las épocas son similares, Sábato decía que
el corazón del hombre es igual de los griegos para acá); sino –simple y
llanamente- porque Lacan era Lacan. Muchos analistas creen tener el poder
transferencial de hacerlo y de hecho lo hacen. No es menos sorprendente que
miles de analizantes-analistas paguen por ello, idealicen esa postura y
sostengan un analista-tótem (incluso instituciones fundamentalistas que pretenden
que los analistas en formación sólo se analicen con analistas de ellos) cuando
el psicoanálisis intenta, justamente, cuestionar los Ideales para acceder al
deseo. Cordiales saludos, MAP.
ARTE:
Stafano Bonazzi
[ Italia ]