El corazón delator del neurótico...
Hola Marcelo!, ¿cómo estás?
Te vuelvo a escribir como hace unos años, hoy ya no para preguntar sino para
reflexionar sobre los últimos escritos que posteaste sobre el amor. Pensaba, y
si, seguramente también hay una pregunta implícita, esto de "dar lo que no
se tiene" y el gesto. Yo hace unos años salí de una relación donde
justamente decidí bajarme del barco (con aguas no tan cálidas) porque me di
cuenta que de esa persona no podía esperar ya mas. Siempre hay una gota que
rebalsa el vaso, pero acá hubo varias. En un momento tuve que entrar a una
operación, y esta persona ni siquiera pudo dejar un día de trabajar para
acompañarme (más de tres años viviendo juntos), me pregunté entonces con que desconocido
estaba yo cohabitando, hasta que me di cuenta que siempre fue así y que yo no
quise verlo. Quizás porque era una persona mucho más joven que yo y era lógico
que a su edad uno sea tan egoísta. Recuerdo que una amiga siempre me decía
"me parece que a tu novio le importa muy poco lo tuyo y lo que a vos te
pase" y desgraciadamente tuvo razón. Solo le importaba él y todo lo que a
él podía beneficiarlo directamente. Esto sumado a que en los últimos tiempos agregaba
gente a su facebook con la que se encontraba (mujeres, obviamente) a título de
no sé qué amistad potencial; sin tener la menor vergüenza de decírmelo e
incluso dando por sentado que si yo no aceptaba eso era una cerrada demandante.
Por eso cuando leí lo que escribió Isidoro Vegh pensé: con cuanta simplicidad
dice algo tan cierto. Esta buenísimo amar a alguien, pero mejor
será que la otra persona también nos ame. Este ex que fatalmente supe
concebir, me ha dejado solo tristes recuerdos de un egoísmo a ultranza, a punto
tal que ni siquiera quería compartirme sus libros. Que idiota tiene que estar
una para caer en todo esto; para pensar que alguien pueda cuirdar de mi cuando lo único que puede hacer esa persona es pensar en él... Leyendo también el posteo del cuento de Edgar
Allan Poe, pensé –relacionado con esto- cómo alguien puede creerse tan cuerdo –o
tan bueno, o tan humano- cuando en realidad (como bien decís en la presentación
del posteo) de entrada se expone toda la locura. Qué ciega puede estar uno… Un cordialísimo
saludo, Olga M. / Mdz.
Estimada Olga. Lamentablemente no es el primer caso con estas
características. Si amar es castrarse y es dar lo que no se tiene (la falta),
debo decirte que muchos ni siquiera pueden dar lo que sí tienen. Es un egoísmo
exacerbado, cierto. Y no creo se trate de cuestión de edad. La edad es lógica,
no cronológica, es fantasmática, estructural. Suele suceder que esa gente son
los primeros que levantan la bandera de la solidaridad. Como muchos que se
jactan hablando de ética y son los principales perversos de plaza. O los que
prometen cuidados y sólo dan castigos. O los que en nombre de la pulsión creen
que pueden justificarlo todo. Pero el sujeto siempre es responsable de sus
actos.
Por otro lado, no hablaría de ceguera: creo que –como en el cuento de
Poe- siempre supiste frente a quién estabas. Pero creérsela es un problema y el
amor es engaño justamente porque uno se la cree: apenas nos dicen “bombón” o “te
amo” y ya caemos… Pero uno busca ese engaño. A veces, cierto, es tristemente
patético, no porque uno se la crea tan rápido sino porque el otro tiene el “te
amo” fácil o, simplemente, no entendió nunca que el amor requiere de la metafóra y va más allá de
uno. El otro día un analizante me comentaba que estaba feliz por conocer a
alguien que en la primera cita ya estaba pendiente si a él le faltaba vino en
la copa. Ese detalle –que puede ser insignificante para muchos- es significante
para otros que están con los “ojos bien abiertos” para que no se vuelva a
repetir (cosa por demás difícil) esa situación donde uno cae de entrada en los
caprichos y desmesuras del otro. Un otro que ni siquiera tiene la sutileza de
inclinar su brazo para servirnos una copa; de ahí pensar que encima pueda
cuidarnos, bueno… causa -como en los cuentos de Poe- cierto escalofrío. Como el corazón que nos delata la locura. Y como su protagonista que sigue pensando que no está loco. El cuento -a mi modo- resulta genial, en la cuestión -justamente- que dispara el crimen: un simple ojo que al protagonista/asesino le resulta displacentero. Me recuerda ipso facto a esa gente que por una discusión es capaz de romper todo, abandonar el proyecto o matar. Un cordial saludo! MAP