El Síntoma y el Goce / Simbólico & Real.
No
llegaré a decir que el pensamiento es en sí una enfermedad. El bacilo
de la peste en sí mismo tampoco es una enfermedad, sino que la
engendra. La engendra en los animales que no estàn hechos para soportar
el bacilo. Quizàs se trate de eso. Pensar no es en sí una enfermedad,
pero ocurre que puede producir enfermos.
JACQUES LACAN
Conferencia en Burdeos
Invitado por internos del Hospital Psiquiàtrico Charles-Perrens
.
Cuando algunos analistas (y antropólogos y sociólogos) decimos que
todo en el sujeto es cultural, no deberíamos olvidar que eso incluye la
enfermedad. Y no me refiero a accidentes, ni a mutaciones genéticas ni a
hongos, bacterias, virus u oncogenes que -obviamente- no son enfermedades
aunque pueden producirlas. Son –en todo caso- avatares de un real. Afirmar que
toda enfermedad es cultural es entender que no hay enfermedad sino enfermos y
que los animales (“logrados”, como le gustaba aclarar a Lacan) no enferman. Es
decir, que la subjetividad de estar incorporado, devorado, por el lenguaje,
produce síntomas. Es decir también, que el símbolo es metáfora de un real que,
a su vez, no vive sin este. De hecho nombrar a una serie de síntomas como
"enfermedad" depende de muchas variables, entre las que ponemos como
primer dimensión -siguiendo la línea psicoanalítica, y la del arqueólogo-del- saber Michel Foucault y la
del médico-filósofo Georges
Canguilhem- la construcción del discurso. De hecho, la enfermedad es un
concepto vulgar, no científico, y es producto del discurso. Es decir que hablar
–o para ser más puntuales: ser hablados- produce enfermos. Por eso un médico
trabajando doce horas diarias durante trescientos días al año durante treinta
años de vida, en un hospital (que es –per
se- el lugar donde hay mejor
concentración de virus) puede enfermarse solamente en determinadas ocasiones “de
su discurso” por el cual ha sido tomado.
Ahora bien: este lenguaje –el mejor de los virus, por así decir- tiene
una doble paradoja: produce el lazo y, a la vez, lo corta.
¿Qué quiso expresar
Sigmund Freud cuando enunció que el síntoma del neurótico no hace lazo?
Primero: que todo síntoma es auto referencial, como todo discurso.
Primera conclusión: todo sujeto habla de sí mismo, hable de lo que hable,
cuando se escucha el síntoma bajo transferencia.
Segundo, que todo síntoma corta la relación con el otro. Segunda
conclusión: todo neurótico construye su síntoma para auto satisfacerse.
Tercero, que todo síntoma es autoerótico. Tercera conclusión: hay
goce en el síntoma. Y esto es también remitirse a Freud cuando nos recordó que
el síntoma es la satisfacción sexual substitutiva del neurótico.
Cierto: quien besa poco (o
mal) quizás come mucho (o mal), o fuma mucho o bebe mucho. O quien habla mucho
quizás besa poco, o quien besa mucho quizás zafe del dolor de garganta
permanente, o todas las combinaciones posibles. Se sabe que el goce oral es
plural, como todo goce. Lo sexual es todo lo que produce satisfacción. Todo
depende donde el sujeto ponga su gramática pulsional. Ya lo dijimos en otra
oportunidad: el culo no solo sirve para cagar ni el pene para orinar ni la boca
para comer. Por eso, creo suponer, Lacan decía que pensaba con los pies.
Ahora y entonces: strictu
senso la substitución, metafórica si se quiere pero también metonímica, se
produce con el objeto de la pulsión, pero no con la meta que está reducida a la
pura satisfacción. En ese punto no hay substitución de nada. Valga la verdad de
Perogrullo: la pulsión es la pulsión y recordemos que tiene estructura
gramatical, que la dona el Otro y por tanto no puede ser entendida como algo
biológico sino que es lo mas cultural que nos caracteriza, y entonces un beso
puede querer decir "tengo ganas de comerte la boca".
Retomando la pregunta inicial. Cuando Freud dice que el síntoma
rompe con el lazo (y ahí tenemos los cuadros depresivos y melancolizados como
ejemplos príncipes y el delirio de la psicosis -que psicoanalíticamente
hablando no es un síntoma, pero vale para este contexto-) también nos dice,
entonces, que en la ruptura esta la labor del analista. Ruptura viene del latín
ruptus,
participio perfecto de rumpere. La raíz indoeuropea reup quiere
decir arrebatar. Rupestre y erupción tienen relación con este
vocablo. El sujeto nace arrebato por el Otro. Es un prematuro biológico. Para
aquellos románticos que creen en la
libertad, debemos decir que no hay nada más lejano a eso. En todo caso, con
J.P.Sartre, estamos “arrojados a la
libertad”, pero sólo podemos sucumbir a ese arrojo. Y, de todos modos, como
expresó alguna vez la genial pluma de J.L.Borges “estamos obligados a creer en ella, aunque no exista.” Es decir, como el amor, la libertad “es una religión de Dios falible.”
El síntoma –pues- irrumpe, es arcaico y nuevo a la escucha del
analista. El analista, con su presencia -"pagando
con su cuerpo", Lacan dixit- opera para abrochar algo. Rupta,
ruta, rutina... Hay una ruta que el neurótico ha llevado a cabo y sabe
manejarse con. Hay una rutina que coloca al síntoma en un lugar pegajoso: el
pensamiento para el obsesivo, la conversión para la histérica, la prevención
para el fóbico. Siempre hay un síntoma para un descosido. Parafraseo aparte: en
el análisis se trata de que el neurótico esté un poco menos descosido –un poco
menos roto- para protegerse sin que la coraza yoica autoerótica lo paralice
como Narciso frente al lago. Es decir: que pueda romper su síntoma pero no el
lazo con los objetos (que obviamente incluyen las personas) que construye,
según sus palabras, afecto mediante. Esto es, en última, crear un nuevo lazo.
De allí que Lacan diría que el fin de análisis (si es que existe) es el
advenimiento de una palabra verdadera. Un lazo más auténtico con el deseo,
podríamos decir.
Si, como sabemos desde Freud, el síntoma es una forma de recordar, y si -como hemos citado alguna vez- el análisis serviría para poder olvidar -es decir: reprimir, vía Metáfora Paterna-, romper con él no es más que romper con su armadura, con la evocación de su estructura. Ahora: como también nos enseñó el maestro, ésta ruptura no se organiza sino a partir de un nuevo lazo: se llama neurosis-de-transferencia. Y es ahí donde el dispositivo analítico hace su labor, para finalmente (a)nudar con un significante nuevo y un goce menos mortífero. Finalizar un duelo es poder olvidar, es decir: encontrar la posibilidad de otro modo de goce. Quizás podríamos decir: a recordar de otro modo.
Si, como sabemos desde Freud, el síntoma es una forma de recordar, y si -como hemos citado alguna vez- el análisis serviría para poder olvidar -es decir: reprimir, vía Metáfora Paterna-, romper con él no es más que romper con su armadura, con la evocación de su estructura. Ahora: como también nos enseñó el maestro, ésta ruptura no se organiza sino a partir de un nuevo lazo: se llama neurosis-de-transferencia. Y es ahí donde el dispositivo analítico hace su labor, para finalmente (a)nudar con un significante nuevo y un goce menos mortífero. Finalizar un duelo es poder olvidar, es decir: encontrar la posibilidad de otro modo de goce. Quizás podríamos decir: a recordar de otro modo.
O también: aceptar lo incurable -la muerte, la castración- y poder hacer algo con ella: el sinthome es su nueva escritura. Recuerdo lo que alguna vez escuché del genial discurso de Roberto
Harari, que puedo hoy expresar más o menos en estas palabras: Analizar
significa separar. (A diferencia de la síntesis y de su psicología del Yo como
síntesis: el Yo no es síntesis de nada.) Separar,
desenlazar, desatar. Para atarse finalmente a la castración.
Marcelo Augusto Pérez
De ser un descosido a hilvanar la castración.
Febrero / 2015
ARTE:
Catrin Welz-Stein
Suiza