Psicoanálisis, Terapias Comportamentales y Sinthome.
El circo de los hombres
funciona -dice Mandeville en La fábula de las abejas- mientras el día
está claro. El que siga siendo claro también de noche, como en las
cárceles, es la función del político.
Un
chiste sobre decisiones de la Organización de las Naciones Unidas (ONU)
es ilustrativo: 1) si el problema es entre un país pequeño y una
superpotencia, el país pequeño desaparecerá; 2) si el conflicto es entre
dos países pequeños, desaparecerá el problema; 3) si la discusión es
entre dos superpotencias, lo que desaparecerá es la ONU.
No
hace falta ningún padre muerto que prohíba el goce, ni siquiera hace
falta que se prohíba el goce más allá de la paradójica
promoción/contención que introduce el lenguaje.
No
se trata sólo de "Kant con Sade", sino también de "Sade con
Mandeville", al menos para los preocupados por la vertiente de un goce
cínico al fin de un análisis -Freud contó con Mandeville para su
clasificación de las "formaciones reactivas"-.
Es
una verdad política que el mercado de saludo con la monótona imposición
del esquema estímulo/respuesta, haya logrado que algunos recordaran a
Watson, Pavlov, Skinner y otros, de la primera mitad del siglo XX. El
nombre que reúne a los autores dispares es terapias
cognitivos-comportamentales (TCC). Es un intento de aprovechar la
dicotomía entre "internalistas" y "externalistas", por no decir entre
Platón y Aristóteles -según la clasificación de Borges, que dividía a la
humanidad entre estos dos autores-.
Este
panorama no es el que encontró Sigmund Freud cuando trató las pasiones
románticas -hay que leer sus referencias al Sturn und Drang- mediante
una ampliación de la razón ilustrada.
Ahora
se trata de encontrar una regulación acorde a las necesidades de
manipulación social de una población signada por la palabra "felicidad" y
acosada por los "accidentes" externos, y la posibilidad de falta de
"rendimiento" sexual y social. La adicción y la inhibición delimitan el
sendero estrecho por el que camina esta población bien integrada: no
puede dejar de hacerlo -compulsión-, no puede hacerlo -inhibición-. En
los dos casos se trata de una falta de adecuación entre el estímulo y la
respuesta. Las TCC ofrecen técnicas para volver a la adaptación
perdida. Y de esta manera, muestran un síntoma en el que está en juego
lo más real de la ciencia. Y la necesidad de reactivar un "yo fuerte"
que responda a sus imperativos.
El
psicoanálisis introduce, entre el estímulo y la respuesta, algo
diferente, que podríamos llamar Sinthome -la pulsion, el deseo, el
goce-. Ahí, la contingencia topa con lo imposible, no encuentra su ley
en lo real.
Se trata de identificar el estímulo con un problema, y buscar la respuesta que sea una solución.
La salida que llama a la religión no s epercató de que esta última no sabe qué hacer con esa voz y esa mirada -divina, quién lo niega-, que colocó en el cenit social. Esa voz y esa mirada, por más que Dios se oculte, se intalaron en el mundo mediante los artificios de la técnica y dejaron de manifestarse en el trueno, el eclipse y el arco iris.
No estamos en los ciclos de la naturaleza, sino en la aceleración técnica de la que habla Paul Virilio. Ese plus de goce que empuja más allá, que divide a cada uno, parece querer ser regulado por una evaluación. Una brújula, decía Miller con ironía, como manual de autoayuda.
Los TCC son testigos: cada uno se autoevalúa según las órdenes de su terapeuta, hasta que logra la autorregulación normópata que (se) espera de su empresa: éxito, obligación de ser feliz cumpliendo órdenes que primero son del terapeuta y después del paciente que las hace propias.
(...)
¿Por qué Lacan decía, al final, que se trata de que el psicoanálisis sea una práctica sin valor? Porque la verdad de esta política del inconsciente no se puede evaluar: está hecha de contingencia y réson (razón/resonancia) palabra que Jacques Lacan encontró en Francis Ponge.
Habrá versiones neurocognitivas, como hubo reflexológicas y cibernéticas: eso no será un éxito, no protegerá contra ningún fracaso.
Para hacer existir la relación sexual, la posibilidad de que alguien gocel del otro y no de sí mediante el otro, habría que limitar el goce. Pero el psicoanálisis ha liberado ese goce que disuelve matrimonios, transforma ese objeto a que es la familia, y modifica los cuerpos mucho más allá de lo que la morfología de Aristóteles y la cirugía estética hubieran imaginado.
(...)
El psicoanálisis dice que la verdad del síntoma -hermana menor del goce, lo llamó Lacan- no es solo dinamita para la ciudad con sus dioses y sus reglas, sino que es también peligro para la filosofía. Y para el propio psicoanálisis, cuando se junta con su hermano sinthome, que hace del fracaso, su éxito.
Germán L. García
Fragmentos del capítulo
"Psicoanálisis, política y verdad"
Publicado originalmente en Conceptual-Estudios de psicoanálisis
Nro.10, Año 9, Asociación Psicoanálisis de La Plata, Octubre 2009.
Reeditado en su último libro: Derivas analíticas del siglo. Ensayos y errores.
Universidad Nacional de San Martín, Buenos Aires, 2014.
ARTE:
Alfred Otto W. Schulze
[ Berlín, 1913 / Paris, 1951 ]