¿Adiós a Godard?
El controvertido, el polémico, el amado, el odiado, el artista, el tecnológico, el cómplice, el foráneo, el hermenéutico, el psicoanalítico, el galo, el universal, el cineasta más engordado por algunos críticos y también el más despreciable por otros: Jean-Luc Godard, que puede tomar un celular para demostrar que se puede filmar con cualquier herramienta si todavía hay pasión. Como el escritor que lo hace arriba de un bondi, o el pintor que mezcla acuarelas en un tacho viejo.
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El hombre que estrenó Adios al Lenguaje (y en ambos idiomas podemos jugar con el Adios del A-Dios y del amor) es el mismo que cita a Rilke (“El animal es el único que puede percibir realmente lo externo.”) a Charles Darwin (“Un perro es el único ser en la tierra que te amará más de lo que se ama a si mismo”) a Claude Monet (“Pintar no lo que vemos, porque no vemos nada, sino lo que no vemos”) a Freud, a Jack London, a William Faulkner, a Dostoyevski o el Frankenstein de Mary Shelley.
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¿Se podrá decir que su última obra es experimental,
como muchos suelen clasificar este tipo de cine? ¿Será lo más top del
vanguardismo? ¿O será simplemente, y nada menos, que otro sueño hecho en
celuloide? Lo cierto que cuando los títulos caen al final y se hace un fundido
en negro, muchos no nos levantamos porque esperamos que el viejito cineasta de
ochenta y cuatro años, nos siga sorprendiendo un poquito más: ¿Pondrá otro
fotograma? ¿Aparecerá otra música de golpe? ¿Qué sucederá ahora? Quizás
entonces haya logrado uno de sus objetivos, porque hoy día no es poco que, aún
si la totalidad de la obra no guste, uno se quede cuasi petrificado
pidiendo más…
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Dic/14