Woody Allen o Cuando el amor nos hace creer.
Loco no es el que ha perdido la razón.
Loco es el que ha perdido todo, menos la razón.
Paul Valéry
La
última película de Woody Allen -la número 46- no tiene, como tampoco ocurre en sus últimas
realizaciones, ni la chispa intelectual, ni la dinámica en los diálogos, y ni
siquiera la variabilidad de escenas y exabruptos neuróticos con los que
el director nos acostumbró siempre. Pero tiene una base muy freudiana
que podemos leer al interpretar toda la Denegación del discurso del
protagonista, que -y no paradójicamente- cree sin más en el discurso de la razón. Un protagonista obsesivo y pegado a emblemas -como la enunciación Nietzschiana "Dios ha muerto"- que lo defienden permanentemente de la angustia que la castración conlleva; con el afanoso mecanismo de armarse permanentemente en el discurso de la Ciencia y que se presenta, con la inteligencia del director, como especialista en Magia: es decir, que ya nos anuncia un axioma: la Magia es pura Ciencia.
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Lo
que Woody Allen logra es construir toda una película para que la misma termine concentrada, creo, en la escena final entre el protagonista y su tía Vanessa: en ese diálogo, y siguiendo esta puesta denegatoria, agotan en lo discursivo toda la negación (del deseo) hasta convertirla en lo más obvio. De hecho creo que es la
única escena realmente con el sello de Allen, y creo que es la metáfora
de toda la película: cuando del amor se trata ya no hay manera de
racionalizar nada. Por decirlo en términos coloquiales: un amor muy
explicado, ya no es amor.
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En nuestros analizantes se escucha permanentemente algo que divide a todo sujeto de la cultura: sus ideales y sus deseos. El protagonista de esta obra -y en esa escena que mencionamos up supra- se encuentra en la dicotomía de elección que todo acto conlleva: entre la mujer Ideal y la mujer de su deseo. Hace una semana, le decía a un analizante confrontado a dicha disyuntiva, en relación a una elección de una mujer veinticinco años menor que él: "¿Cuándo te vas a dar cuenta que no hay un sólo amor, ni uno sólo, que no sea equivocado?"- Pero la paradoja del amor, cuando va más allá del Ideal, es que se transforma en el Ideal mismo, y -por ende- hace que esa -la Una-Equivocación de lo inconsciente- no sea tal. De allí que Lacan llegó a expresar que "el Amor es el fracaso de lo Inconsciente." Lo inconsciente está en la falla. Todo amor lo es. Todo amor es, como la magia, un engaño. Pero "al hacernos" nos oculta la división de la que como parlëtres estamos constituidos. Si lo inconsciente es aceptar la división, el Amor nos hace creer que podemos hacer de esa división, Uno.
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En nuestros analizantes se escucha permanentemente algo que divide a todo sujeto de la cultura: sus ideales y sus deseos. El protagonista de esta obra -y en esa escena que mencionamos up supra- se encuentra en la dicotomía de elección que todo acto conlleva: entre la mujer Ideal y la mujer de su deseo. Hace una semana, le decía a un analizante confrontado a dicha disyuntiva, en relación a una elección de una mujer veinticinco años menor que él: "¿Cuándo te vas a dar cuenta que no hay un sólo amor, ni uno sólo, que no sea equivocado?"- Pero la paradoja del amor, cuando va más allá del Ideal, es que se transforma en el Ideal mismo, y -por ende- hace que esa -la Una-Equivocación de lo inconsciente- no sea tal. De allí que Lacan llegó a expresar que "el Amor es el fracaso de lo Inconsciente." Lo inconsciente está en la falla. Todo amor lo es. Todo amor es, como la magia, un engaño. Pero "al hacernos" nos oculta la división de la que como parlëtres estamos constituidos. Si lo inconsciente es aceptar la división, el Amor nos hace creer que podemos hacer de esa división, Uno.
El
protagonista se ve con-movido a abandonar sus principios teóricos (el
fantasma no es más que un guión) sacudido por la impronta amorosa.
Incluso, sin saberlo, no advierte que, en el correr de las escenas -y
sobre todo en una específica donde pasa del descreimiento al asombro en un sólo
giro- va creyendo en la magia (olvidándose de la razón) porque antes,
mucho antes, ya quedó fascinado por otra magia mayor. Como dice el tema musical del film: "Tú has hecho algo en mí."- Ese algo se llama, en términos freudianos, caída del síntoma. Es decir, del YO (Lacan dixit: "El YO está estructurado como un síntoma") al cual el Sujeto se aferra.
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Por suerte Woody
Allen nos recuerda en cada obra -neurosis galopante de los sujetos de por medio-, que -como lo expresara Goya- el sueño
de la razón produce monstruos. Es decir: hay algo que nos
salva, cuando está bien encausado, de los laberintos del juicio. O,
como expresara otro poeta, Vicente Huidobro: "Si no hiciera al menos
alguna locura al año, me volvería loco."-
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Sobre Magic in the moonlight
Dir. W. Allen, 2014
Recientemente estrenada en Bs.As.
Octubre - 2014
Tema Musical Principal de la Película:
You Do Something To Me
-Cole Porter-
Leo Reisman & His Orchestra