Chéjov / La Gaviota













Es muy conocida la historia del estreno de La Gaviota, cuando se presentó en San Petersburgo, en el Teatro Aleksandrinski aquel 17 de octubre de 1896: abucheada por el público fue un total fracaso. Desde esa fecha hasta hoy, es una de las obras de Antón Chéjov más representadas en todo el mundo, con sus respectivas versiones. Exactamente 118 años después, he presenciado una versión más de esta fabulosa historia de (des)amor. Historia de resentimientos, de celos, de camaraderías, de decadencia y de muerte. Historias tan cercanas a las de Shakespeare, que no por casualidad Arkádina y Tréplev lo citan en el primer acto. Historias paralelas como que Treplev intentará que su madre abandone a Trigorin, así como, en Hamlet, éste intentará que Gertrudis abandone a Claudio. Un Hamlet que regresa en frases como las que aparecen en la Cuarta escena del Primer Acto: «¿Y por qué cediste al vicio y buscaste el amor en el abismo del crimen?», que lamentablemente en esta versión se ha anulado.

La historia es bien conocida. Decir que Konstantin Treplev se suicida en el jardín no es contar un final, sino un comienzo. Inicio que se remonta desde el primer acto, marcado por la metáfora de una gaviota que, como el sujeto, verá su final indisolublemente. Podríamos preguntarnos –por ejemplo- quién es la verdadera gaviota. Ya que podríamos pensar que Konstantin, el hijo que Arkadina no puede habilitar por su extremo egoísmo –comparándolo siempre con su amante Trigorin- se suicida no sólo porque el amor de Nina no le es correspondido.

En otro posteo ( http://psicocorreo.blogspot.com.ar/2010/01/despues-de-la-ficcion.html ) he citado una frase de Chéjov que me permito volver a recordar: "Los hombres comen, duermen, fuman y dicen banalidades y sin embargo se destruyen". Creo que sintetiza mucho el pensamiento de este dramaturgo, de este poeta, que no deja de preguntarse el por qué de dicha destrucción. Después de La Gaviota, vendrá Tío Vania, Tres hermanas y El Jardín de los Cerezos. Además de su autor, creo que las cuatro obras tienen de común denominador la variable humana del derrumbe. Eso que en La Gaviota está marcado por una frase puntual pronunciada por Arkadina, a modo de denegación: "Tengo por regla no mirar el futuro. Nunca pienso en la vejez, ni en la muerte"- La misma denegación que el Doctor Dorn pone en sus labios –y también ausente en esta puesta- cuando enuncia: "El miedo a la muerte es un miedo animal... Hay que aplastarlo."- Denegación que parece evidenciarse en muchos aspectos del discurso que Chéjov imprimió a sus personajes. La primera escena del tercer acto, por ejemplo, ya comienza de este modo, en boca de Mascha: "¡De todos modos, soy valiente! He decidido arrancarme este amor del corazón, y me lo arrancaré de raíz!"-

La puesta que acaba de estrenarse en Buenos Aires, no logra –a mi juicio- la respiración del teatro de Chéjov. Los actores, excepto un par de excepciones, están perdidos, como si les faltase ensayo: pero se trata sin lugar a dudas de un problema básico de dirección. (Uno a veces se pregunta por qué los directores no cuidan a sus actores y, de paso, al espectador. Sabemos que hay mucho narcisismo en juego; porque decir que siemplemente se trata de falta de talento, sería ponerlo todo en el arte.) En teatro se suele decir, cuando suceden estas cosas, que falta trabajo de mesa. No hay la relojería necesaria que este tipo de obras merece: concierto que se liga no sólo a la postura de cada actor sino a su discurso, a su tono, a su gama de grises. Sumado a esto se agrega una adaptación lábil, que pierde fuerza desde el inicio, de un guión que intenta ser coloquial pero renuncia al contexto: el vestuario, por ejemplo, es el original. Al final se le ha quitado un parráfo que el Dr. Dorn debe enunciar: si bien no es significativo para quienes leímos el texto; sí lo es para el espectador que se aproxima por primera vez, porque deja abierto un desenlace que Chéjov ha querido cerrar de otro modo. El público toma cuenta, en la versión original, que el Doctor Dorn sabe y esconde el suicidio del joven; en cambio en esta no queda claro: al menos habría que ponerlo en el cuerpo del actor que llega de ver el cadáver, de algún otro modo menos sutil.

Harold Bloom ha dicho de Chéjov que es el poeta de la vida no vivida. El paseo por sus escritos permite hacer esa lectura: sus silencios, sus no-dichos, son tan expresivos como los verbalizados. Como todo poeta, Chéjov ha sabido interpretar el dolor humano. Como Dovtoievsky, ha sabido leer que el castigo es el crimen mismo. Comprometido con su época, no hay un sólo personaje en sus obras que no este puesto como pivote, por defecto muchas veces, de dicha realidad social. Pero también sus personajes gritan, en diferentes posturas, ciertas preguntas que el psicoanálisis trata de circunscribir.


Marcelo A. Pérez
Sobre La Gaviota. 
De Antón Chéjov.
Dirigida por Pyr Zenergam
Teatro Payró de Buenos Aires.
Octubre 17 del 2014.
ARTE: 
Lani Tanaka
Experimentación sobre La Gaviota
Parte III
San francisco, E.U.A.

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