Dali, ¿es o no Dalí?
¿Quién es Dalí?
Podemos comenzar el análisis de este dicho diciendo, justamente como
diría Freud, que el primer Dalí representa el yo actual, y el segundo, el yo
ideal. Lo que Dalí hace con la
construcción de esta frase es algo que bordea con gran sutilidad los límites
del engaño y la mentira. Lo que quiero decir es que él disfruta muchísimo con
la elaboración de estas veleidades, con los dobleces de estos decires de los
que es, a un mismo tiempo, esclavo y señor, objeto y sujeto de su propia
grandeza artística y espiritual.
Él es en el mismo ámbito de la creación artística el creador y el
objeto creado. En esta dialéctica él es el que crea y el que se-crea, creando y
re-creando-se a sí mismo, duplicándose todo el tiempo con la palabra que devora
y se devora, como la serpiente Aurobora de los hindúes, que gira sobre sí misma
para hincar los dientes en su propia
cola y tragarse a sí misma. En fin, él cree ser un Dalí que no es. Solamente
por eso podríamos decir que está loco: porque está convencido de que es DALI,
cuando en realidad es simplemente Dalí[1].
Con la construcción de este decir Dalí (como sujeto de lo que dice y no
sabe que dice y no sabe qué dice) queda totalmente elidido y alejado de sí
mismo, del decir que lo atraviesa y constituye.
Porque entre Dalí y Dalí hay un abismo en el que, como si fueran costas
de un ancho mar, flota alocadamente y a la deriva la idea de “creer ser lo que
no es”; pero la verdadera locura no está allí, precisamente, sino en este giro
identificatorio al significante de su propio nombre, con el que se nombra y se
llama, como una forma de invocar al alter ego con el ego, en este “creer no–ser
lo que realmente es”. Para el segundo Dalí, lo descabellado es que el primer
Dalí “crea ser DALI”, mientras que lo correcto, para él, es creer que Dalí no
es DALI.
Por eso nos preguntamos: ¿qué dicho es más delirante de los dos? ¿Qué
decir es más irracional? ¿El del primer Dalí o el del segundo? ¿Que el primer Dalí
crea que es el segundo o que el segundo crea que no es el primero?
El segundo DALI dice que el primer Dalí es un loco, porque piensa que
ES él, alguien que no es –aquí está el primer giro-; pero lo delirante es que
este segundo DALI crea, de verdad, que esté plenamente convencido de que el
primer Dalí NO–ES quien realmente ES, o
sea, él mismo.
De esto surge la siguiente estructura:
Dalí.....................(es).........................Dalí
Dalí..(es un loco que se cree que es)..Dalí.
Dalí...................(no
es).......................Dalí
Comencemos por lo primero: Dalí no es Dalí. En cambio, por ejemplo,
Maradona sí es Maradona. “Es el que Es”, como el bíblico Jehová.
Si tomamos como parámetro de comparación al jugador argentino en función de aquellas gloriosas y tan controvertidas frases que tanto hemos analizado en nuestro libro (recordamos, El Nombre de DIOS, del cual tanto nos hemos explayado en otro lugar de este blog) podríamos decir que, Maradona no es un loco que, como Dalí, cree ser alguien que, en realidad, no es. Por el contrario, Maradona sabe perfectamente que es Maradona y sabe quién es Maradona, y lo que representa para los hinchas en todo el mundo. Y por cierto, lo sabe muy bien. Por otro lado y siguiendo la misma idea, lo mismo podríamos decir que pasa con el Hijo de Dios; Jesús sabe perfectamente que es El Cristo resucitado. Porque Jeshúa es “Jeshucristo”.
Por esa razón, podríamos agregar en función de esto que acabamos de
decir una vuelta más sorprendente aún y decirlo así:
Dalí no se
hace el loco; “Dalí es un loco que se hace el Dalí”.
¿Quién
podría acaso no decir que este trazo esquizoide en el
discurso delirante de Dalí no es lo más pintoresco que hayamos podido ver de su
rasgo y personalidad?
Es indudable que lo mas atractivo de la
genial locura del pintor tiene que ver con el círculo y la metáfora de la
eternidad, con esa la figura geométrica identificada, desde la más remota
antigüedad, con la divinidad y la perfección. Lo que hay de “loco” en su
discurso es este aspecto que en él se identifica con la eternidad, manifiesta
en la circularidad y la omnipresencia que encuentra en saberse o sentirse o ser
Dios –para él mismo-; con el orden aparentemente caótico de lo que es al voleo,
con lo que gira de un lado a otro con control.
La famosa locura “Daliniana” ya está
implícita en esta articulación ser–no–ser. En este saberse mortal y, por otro
lado, creerse Dios. Por esta particularidad de esta personalidad escindida, por
la palabra que lo parte y atraviesa, es que permanece suspendido en esta
oscilación de “saberse y-no saberse” dividido. Porque, acaso, ¿no es el mismo
decir el que lo aparta y lo enajena de su propia mismidad?
Dalí se agranda, se potencia y se proyecta
mentalmente al cuadrado cuando se encuentra cara a cara con Dali, ese “otro” de
él mismo, que lo duplica, que todo el tiempo le dobla el sentido de lo que es y
no es. En fin, que lo convierte en alguien que, decididamente, es y al
mismo tiempo no es, y que, por otro lado, vive siendo lo que no es,
y deseando ser lo que nunca será.
[1] Las mayúsculas en contraposición con las minúsculas de su nombre
permiten entender más fácilmente lo que unas líneas atrás dijimos sobre la
idealización que él mismo hace de su propia persona.
Hugo Cuccarese
Dalí, ¿es o no es Dalí?
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