Arte / James Ensor, Cortázar y Lacan
James Ensor
artista plástico belga (1860, 1949) realizó no sólo
artista plástico belga (1860, 1949) realizó no sólo
pinturas sino también grabados, cómo el último aquí expuesto.
Fue vanguardista en su época y en su atelier vestía esqueletos a la vez que
empleaba máscaras para sus naturalezas muertas.
Un cuadro de él aparece en el film Manhattan de Woody Allen.
Jacques Lacan lo nombra en su charla sobre ¿Qué es un cuadro? del seminario 11, en la clase del 11 de marzo de 1964.
Y Julio Cortázar, en el capítlo 108 de su Rayuela, así lo cita:
Sobre un
fondo indescifrable donde se acumularían camisones pegados a la piel, blusas
regaladas y algún corpiño capaz de contener unos senos ominosos, se iban
sumando, dos, tres, quizá cuatro vestidos, el guardarropas completo, y por
encima un saco de hombre con una manga casi arrancada, una bufanda sostenida
por un broche de latón con una piedra verde y otra roja, y en el pelo
increíblemente teñido de rubio una especie de vincha verde de gasa, colgando de
un lado.
—Está
maravillosa —dijo Oliveira—. Viene a seducir a los del puente.
—Se ve que
está enamorada —dijo la Maga—. Y cómo se ha pintado, mirale los labios. Y el
rimmel, se ha puesto todo lo que tenía.
—Parece
Grock en peor. O algunas figuras de Ensor. Es sublime. ¿Cómo se las arreglarán
para hacer el amor esos dos? Porque no me vas a decir que se aman a distancia.
—Conozco un
rincón cerca del hotel de Sens donde los clochards se juntan para eso. La
policía los deja. Madame Léonie me dijo que siempre hay algún soplón de la
policía entre ellos, a esa hora aflojan los secretos. Parece que los clochards
saben muchas cosas del hampa.
—El hampa,
qué palabra —dijo Oliveira—. Sí, claro que saben. Están en el borde social, en el
filo del embudo. También deben saber muchas cosas de los rentistas y los curas.
Una buena ojeada a los tachos de basura...
—Allá viene
el clochard. Está más borracho que nunca. Pobrecita, cómo lo espera, mirá cómo
ha dejado el paquete en el suelo para hacerle señas, está tan emocionada.
—Por más
hotel de Sens que digas, me pregunto cómo se las arreglan —murmuró Oliveira—.
Con toda esa ropa, che. Porque ella no se saca más que una o dos cosas cuando
hace menos frío, pero debajo tiene cinco o seis más, sin hablar de lo que
llaman ropa interior. ¿Vos te imaginás lo que puede ser eso, y en un terreno
baldío? El tipo es más fácil, los pantalones son tan manejables.
—No se
desvisten —conjeturó la Maga—. La policía no los dejaría. Y la lluvia, pensá un
poco. Se meten en los rincones, en ese baldío hay como unos pozos de medio
metro, con cascotes en los bordes, donde los obreros tiran basuras y botellas.
Me imagino que hacen el amor parados.
—¿Con toda
esa ropa? Pero es inconcebible. ¿Quiere decir que el tipo no la ha visto nunca
desnuda? Eso tiene que ser una porquería.
—Mirá cómo
se quieren —dijo la Maga—. Se miran de una manera.
—Al tipo se
le sale el vino por los ojos, che. Ternura a once grados y bastante tanino.
.
.
—Se quieren,
Horacio, se quieren. Ella se llama Emmanuèle, fue puta en las provincias. Vino
en una péniche, se quedó en los muelles. Una noche que yo estaba triste
hablamos. Huele que es un horror, al rato tuve que irme. ¿Sabés qué le
pregunté? Le pregunté cuándo se cambiaba de ropa. Qué tontería preguntarle eso.
Es muy buena, está bastante loca, esa noche creía ver las flores del campo en
los adoquines, las iba nombrando.
—Como Ofelia
—dijo Horacio—. La naturaleza imita el arte.
Julio Cortázar
Rayuela, cap. 108.
fragmento.
fragmento.