Proyección / El gatito de mi vecina.
El gatito de
mi vecina apenas si atrapa moscas; no salta como un monito, no me trae la
pelotita para que yo se la vuelva a arrojar. Se
queda desconcertado cuando arrojo el adminículo. Es torpe para el deporte.
Es un gatito
temeroso; entra con mucho cuidado y supervisa cualquier elemento nuevo que
pueda haber en el ambiente; o cualquier cambio de lugar de un objeto; porque lo que
sí tiene es una memoria envidiable. Tiene una personalidad un poco obsesiva.
El gatito de
mi vecina tiende a dormir todo el tiempo, te mira con ojos depre, es un
melancolicón… Sólo cuando mi vecina se va, él viene sin que lo llamen; me ronronea, se da vuelta
para que lo rasque, me maúlla, me histeriquea bah… tiene miedo a quedarse sin
comida. Pero creo que puede prescindir de otros frívolos menesteres.
Cuando lo
llamo para que baje, porque soy yo quien quiere hacerle unos mimos, se niega. Ayer, por ejemplo, la noche estaba ideal para
acariciar a un gato. Salí, lo llamé, y nada. Lo volví a llamar y nada. Insistí
por tercera vez, y nada. Y la noche estaba ideal. Tibia noche. Y él también
estaba sólo, porque mi vecina no estaba. Noche ideal para refugiarse en una
caricia. Clara noche. Pero él, nada. Durmiendo seguramente. O en su rollo: con
sus gaturrientos dilemas y densas preocupaciones de félido. Lozana noche. Y yo,
esperando un gesto. Pero no, tengo que entenderlo: en ese momento él no
quería. Prefería la soledad. O quizás no tenía hambre. Gato del ayer. Gato cohibido, tal
vez. Gato lánguido. Gato bucolíco. Gato lírico: que se refugia -se esconde- detrás de ingenuos y simplones aires de nostalgia.
(Antes que
aparezca el gatito de mi vecina, ella y yo no nos dirigíamos la palabra.)
En fin… Así
son los animales.
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La proyección
/ otoño 2014 /
fotografía:
Candelaria Frías