Luana : identidad - identificación / Ley de Género
"Caso Luana" Ley de Identidad de Género
For to thy sensual fault I bring in sense,
Thy adverse party is thy advocate,
And 'gainst myself a lawful plea commence:
Such civil war is in my love and hate,
That I an accessory needs must be,
To that sweet thief which sourly robs from me.
William Shakespeare / Soneto XXXV
Dicho de otro modo: si alguna vez el sujeto -lo que constituye su objetivo desde los tiempos de Parménides- llega a la identificación, a la afirmación de que es lo mismo pensar y ser,
en ese momento se encontrará a sí mismo irremediablemente
dividido entre su deseo y su ideal.
Jacques Lacan / Seminario 9 La Identificación / Clase 13 del 14-03-62
El Caso Luana tomó relevancia porque es el
primero en documentarse (es decir: en adquirir identidad jurídica) sin
judicializar el trámite, es decir: directamente por Ley y porque se trata de un
niño de seis años a quien se declara de transexual.
El caso se
enmarca en la Ley de Identidad de Género
Auto-Percibida. Y creo que hay que
partir de este último significante para abrir algunas preguntas. Me parece que se parte de un sofisma, al
menos desde la perspectiva psicoanalítica: ningún sujeto es poseedor de una auto-identidad. Esto, social o
jurídicamente, puede sostenerse; pero desde el punto de vista de la Estructura
no es así. Lo que la psicología llama
“personalidad” es interpretada por Freud y por Lacan como siempre ajena, por
eso el conocimiento siempre es paranoico: llega del Otro. Ningún sujeto es dueño de su propia morada; de allí que Lacan -citando a A. Rimbaud- enunció que "el YO es (un) otro". Y Freud -muchos años antes- enunció con su aforismo: "El YO no es amo en su propia casa." Partiendo de aquí (es decir, desde el lugar
donde los significantes son del Otro y el sujeto deberá apropiarlos) deberíamos
entonces resignificar esto de la auto-percepción. Si bien se entiende a simple
escucha (“me veo el pene pero aún así me
percibo mujer”) no es fácil de aclarar sobre todo en un artículo como este
que sólo pretende, insisto, abrir más preguntas. Para ir por la autopista: el mecanismo de renegación inconsciente está justamente
caracterizado por el “lo sé pero aún así
no me importa”; es decir: no es fácil de entrada para el sujeto hacer
coincidir lo simbólico con lo real (el significante con la anatomía) y de hecho
no tiene porqué serlo: niño, niña, hombre, mujer, gay, transexual, son sólo
significantes.
El tema de la
identidad es un problema que ha obsesionado al sujeto desde siempre, porque
tiene que ver básicamente con el lugar de pertenencia, que siempre se lo dona
el Otro. Desde pequeño, el sujeto encontrará su lugar en los significantes que
lo representen. El sujeto, esclavo del significante, va por el mundo
representado por el Otro: ya que estos significantes es el Otro quien los aporta.
Esto, entonces, no es nuevo. Pero es necesario un introito para aclarar
diferencias.
Identidad no
es lo mismo que identificación: identidad
es una igualdad algebraica (x=x), identificación
es un mecanismo inconsciente de apropiación –de incorporación- de
significantes; por eso inventamos el neologismo identifijación. En la identificación siempre ocurre que el sujeto queda dividido
extrayendo del Otro un rasgo. Mientras que la identidad apunta a querer ser el
mismo (es decir: la pretensión de ser todo
para el Otro, en una especie de simbiotización); con la identificación se
incorpora una parte del Otro y se
debe aceptar que uno no es ese todo-falo que lo completa; a pesar que,
inconscientemente, la identificación intenta ese nexo fálico. Por otro lado, y entonces, Identidad-Sexual apunta a la psicología yoica; identificación es un concepto freudiano.
El sujeto puede creer que con su YO conforma una unidad hegemónica,
compacta y definitivamente evolucionada; pero no es así: va, siempre, de la insuficiencia
a la anticipación; y nunca hay una concordancia plena entre el imaginario y
el real, porque lo simbólico no puede subsumir ese hiato. Como enunciaba Paul Valéry:
“Uno se cree el mismo, pero nunca es el mismo; ese mismo no existe”. Diferenciemos identificación de
identidad. La identidad, al ser una igualdad absoluta, pretende llegar al punto
donde dicha igualdad se salde: Yo, sujeto
dividido, soy IGUAL a todos: por lo tanto in-diviso. Es decir que la (ley
de) identidad pretende “arreglar” el problema de la identificación. Por eso
socialmente se construye este otro nuevo significante: género. Pero por más que
sigamos agregando significantes, el hiato entre lo sexual y lo simbólico no se
cubre nunca.
De ahí que
llega la Demanda del sujeto a pedirle al Estado (al Otro) una respuesta. La ley-simbólica (del deseo, de la
castración) por un lado y la Ley orgánica-jurídica, que debe garantizar por el
derecho social del sujeto, por otro. Si la identificación toma significado
social, el sujeto puede llegar a perder su singularidad en afán de ser un
in-diviso. Como sabemos con Lacan, un significante representa a un sujeto para
otro significante. Y también sabemos con Saussure que un significante se
caracteriza por ser lo que otros no son. Es decir que el significante designa
la pura diferencia.
Dice Lacan en
la clase 11 del 28/02/62 de su noveno Seminario sobre La Identificación: “…adelantado por Freud en lo que se llama el narcicismo de las pequeñas
diferencias, es lo mismo que lo que yo llamo la función del rasgo unario; pues
no es ninguna otra cosa que el hecho de que es a partir de una pequeña
diferencia -y decir pequeña diferencia no quiere decir otra cosa sino esta diferencia
absoluta de la que les hablo, esta diferencia ajena a toda comparación posible
es a partir de esta pequeña diferencia en tanto es lo mismo que la I, el
Ideal del Yo, que puede
acomodarse toda mira narcisística; el sujeto constituido o no como portador de
este rasgo unario es lo que nos permite dar el primer paso en lo que
constituiré el objetivo de la siguiente
lección, a saber, retomar las funciones de privación, frustración, castración.” Como se sabe también leyendo
el Grafo del deseo propuesto por
Lacan, al final de la travesía, el sujeto sale identificado con el Ideal. Y ese
Ideal, es del Otro; de allí su matema: I(A).
Por otro lado
sabemos que un niño es síntoma de la pareja. Es decir que viene a ocupar un
lugar en la falla del Otro. También
recordemos que todo síntoma es portador de goce y de deseo (que poco vale
diferenciar en este contexto). De allí concluimos que el deseo es deseo del
Otro y así su ruta… Bien: ¿entonces?
En todo este "Caso" se plantea la pregunta crucial: ¿qué es un niño? No nos cabe duda que es un sujeto; pero ¿cuáles son los paramétros que lo determinan en función de sus modos de goce? Un niño no
está aún en condiciones de poder-saber-hacer-algo-con-su-síntoma;
es decir: con su satisfacción sexual substitutiva. Es cierto: grita, habla, demanda, incluso ya
puede ir a los primeros escalones escolares; pero –como en el caso Luana, cuya
demanda parece enunciarse a partir de los dos años- no podríamos decir que está
convenientemente cerrado el fantasma
y la Metáfora Paterna subyacente. Es
decir que, aún, es un perverso –o acaso un psicótico- de hecho. ¿Qué pasa con la Ley en este trayecto? Acá
está el problema ya que no existe ley-escrita que pueda salvar la falla de la
metáfora paterna. Y con la castración
hay que saber-hacer-algo; lo que se
pueda, lógico: aún en estado de vulnerabilidad hiperlábil.
¿Qué hicieron
los padres de Luana? Recurrieron al Estado. Es decir: a un Padre aún más Amo
que el que la institución vincular pudo habitar… Ahora: ¿quién es el verdadero
Amo? ¿El Estado que responde con una intervención que intenta solucionar una
demanda; o el Otro (el Otro de Luana) que demanda un acto a modo de suplir la
falla –el hiato- entre el verbo y lo sexual? Ya sabemos que toda Ley pretende normatizar; pero hay que recordar que toda normativa implica -en su inversa- un Amo a quien responder. Un Otro "que tenga la posta" y garantice el "happy hollywood end". La identificación es no sólo inherente a la constitución del sujeto, sino que además es imprescindible porque le aporta sus coordendas; pero -como dijimos up supra- esto es un mecanismo inconsciente y tenemos grandes dudas de que antes de la constitución del Fantasma se pueda resolver por decreto del Amo cristalizando de ante mano un proceso lógico que -hay que decirlo- siempre está engrendandose.
No podemos
pedirle al significante más de lo que puede darnos; ni tampoco al Otro. Esa
falla es estructural y cada sujeto tiene derecho –harto más que obligación- de
hacer con ella lo que pueda. La herida de nacimiento no se cierra nunca. Por
más que el Estado, la ciencia, los dispositivos médicos, etc. pretendan clausurarla.
Intentar inscribir (y escribir) la relación sexual que no existe es un dato que
la ciencia de hoy nos tiene
acostumbrado. Lacan plantea
que la identificación se hace a la falta: es decir, a lo imposible de ser
escrito, por eso no hay armonía entre el lenguaje y el goce. De allí que Freud
nos legó sus tres imposibles: educar, analizar y gobernar.
Es obvio que el Estado con cualquier procedimiento jurídico
intenta un acto; un acto de nombramiento: es decir, colocar un significante
donde no hay. Sin embargo, y en este caso de Luana, el significante Manuel
existió, pero –portador de la falla lenguajera- no alcanzó para suturar el
hueco entre simbólico y real. Lo que intenta el Estado, jurisprudencia
mediante, es otorgar homogeneidad entre la identificación y la identidad del
sujeto.
La distinción lacaniana de la identificación imaginaria (yo
ideal- Ideal-ich) y la identificación simbólica (ideal del yo- Ich-ideal),
la resume Slavoj Zizek cuando enuncia que la primera es una identificación
‘constituida’ y la segunda es ‘constitutiva’: “para decirlo simplemente, la identificación imaginaria es la
identificación con la imagen que representa ‘lo que nos gustaría ser’, y la ´identificación
simbólica’ es la identificación con el lugar desde el que nos observan, desde
el que nos miramos de modo que nos resultamos amables, dignos de amor. (…) La
identificación imaginaria es siempre identificación en nombre de una cierta
mirada en el Otro. (…) [y entonces] Lo que hay que plantear es: ¿para quien
actúa el sujeto este papel, cual es la mirada que se tiene en cuenta cuando el
sujeto se identifica con una determinada imagen?” (Zizek Slavoj
“Identidad e identificación”. En El sublime objeto de la ideología, Siglo XXI
México, DF. 1992. P. 147) El mismo autor, en otros de sus célebres textos (“Visión de Paralaje”
FCE. Argentina, 2006) versará
sobre esto en función ‘la insoportable
luminosidad de no ser nadie’ acotando esa “brecha de paralaje” producida en
el sujeto cuando queda por fuera del Ideal (del Otro) es decir: de la mirada
del Otro. (Hoy los facebooks y redes similares connotan esta dimensión trágica: si no estás no existís. Y si estás con
tu hermosa fotito es para que la identidad se coagule, para que el sujeto se
aliene a sí mismo por su permanente condición de minusválido; de allí que se
espera un toquecito de manito (“me gusta”)
o un “sos hermoso”.)
Hay preguntas
que no son fáciles de responder: por ejemplo, ¿se puede decir que un niño de 2
o 4 años es un niño transexual, que ya tiene una convicción que defina su identidad? Y aún así: ¿alcanza con decir que si un transexual no se opera o
no cambia su nombre “se psicotiza”?
No deberíamos confundirnos en este punto preciso, al menos los que se dicen
analistas que repiten este enunciado: ¿qué quiere decir que un sujeto se psicotice? Un neurótico nunca va a abandonar su
estructura (una vez constituido el fantasma y reparado en todos sus avatares
identificatorios) ni un psicótico se transformará en neurótico. Si yo a un niño
le pincho un globo, puede ser que el niño comience a llorar, a patalear,
incluso que golpee; y esto dependerá de su estructura y no es garantía de que
un neurótico no termine matando; pero un neurótico no se va a transformar en
psicótico por más que realice un acto de locura. Ya sabemos que locura no es psicosis (la
locura es fenoménica, se observa por la conducta y las acciones del sujeto; la
psicosis es estructural: se escucha en el orden de la metáfora paterna). Como
dijimos al comienzo, niño/a padre/madre, son puros significantes. Como puta,
noche o bombero. Ahora: en principio
nadie se psicotiza porque no puede ser bombero. Al contrario, la asunción de la
función paterna (profesor, jefe, etc.) puede sí generar algún tipo de
desencadenamiento; porque el título imaginario (el diploma, pongamos) no es el
simbólico. Un sujeto desencadena una psicosis si su estructura es pre-psicótica
y al llamado del Otro no puede responder; no se deja de “psicotizar” porque se
le regale un nuevo significante con el presunto afán de transformarlo en
neurótico.
Cabría
preguntarse qué pasará si en unos quince años, Luana vuelve a tener conflicto
con su identidad y quiere volver a modificarla. Ya sabemos que el significante
Amo está estrechamente vinculado al goce puro. De allí que el goce-absoluto (el
Amo Absoluto) es la Muerte. Creo que es
este Destino que la Ley debe proteger. De la muerte real, no de la
simbólica. La simbólica es, obviamente,
la mismísima castración y –lejos de ser iatrogénica- sirve para salvar al
sujeto justamente de la angustia que produce saberse mortal: es decir (y no es
una paradoja) de saberse castrado.
Me
parece venturoso pertenecer a un Estado progresista que escuche las demandas más intrínsecas
del sujeto (que hacen a su esencia misma) y actúe en consecuencia; pero el tema
no puede agotarse en una ley escrita, como decía Slavoj Zizek hay que preguntarse para quién actúa el
sujeto ese papel: acá se juega el narcisismo (es decir: la buena imagen) de ambos. Creo que no se puede
desvincular la demanda del deseo (del Otro): no es el niño quien recurre a la
Ley, es la madre. Bien se puede
argumentar que el niño sufre; sí, claro: como todos los seres de este mundo.
Entonces se puede insistir y reclamar por la “ley antisufrimiento”; pero ahí ya sabemos que hacemos agua.
Toda Ley-Social se crea para garantizar la existencia del Otro; pero nosotros sabemos que el Otro no tiene respuestas porque también está en falta; que no hay garantías y que no sólo el dolor -el sufrimiento- es constitucional de la Estructura del sujeto, sino que es gracias a dicho vacío que el sujeto puede desear y actuar en consecuencia. Taponar la falta (insistir con que el Otro no está barrado) es postergar el problema. Es suponer que la relación sexual es posible. Es suponer un Padre Ideal.
Toda Ley-Social se crea para garantizar la existencia del Otro; pero nosotros sabemos que el Otro no tiene respuestas porque también está en falta; que no hay garantías y que no sólo el dolor -el sufrimiento- es constitucional de la Estructura del sujeto, sino que es gracias a dicho vacío que el sujeto puede desear y actuar en consecuencia. Taponar la falta (insistir con que el Otro no está barrado) es postergar el problema. Es suponer que la relación sexual es posible. Es suponer un Padre Ideal.
Acá el tema radica en que el niño es un niño y la renegación de la castración es el mecanismo típico en esta etapa.
Los niños son perversos por definición y los perversos no aceptan la Ley, o
–como se dicen a nuestra criolla- hacen
la suya. La madre, deseo mediante,
recurre al Estado, es decir, a un Padre (Benefactor e Ideal) que deberá encargarse de
adecuar la falta con el significante. Su “falito” (mellizo, en este caso) cae
(llora, pide) e ipso facto ella cae:
no es nuevo, es la dialéctica en que se encuentra todo sujeto; pero no se sale
tan fácilmente.
Esta problemática no la tiene sólo Luana y su madre: la tienen todos los hablantes sujetados a la castración. Por eso Freud nos recordó que el Malestar ES la Cultura, es decir: constitucional del sujeto, y que no hay cultura sin falta. Y toda falta conlleva un malestar consecuente. Ese vacío es la imposibilidad del sujeto de alcanzar el goce absoluto (el Padre Ideal) que está justamente prohibido porque no existe. (Y ya sabemos que la ciencia, el arte y la religión intentan taponarlo de distintos modos.) Y como hay hiancia, es que nos permitimos hablar no ya del Ser sino de Falta-en-Ser. La inadecuación -el hiato entre lo real y lo simbólico- lo define en su esencia; hay un significante en falta. El Padre Ideal no existe, aunque cada neurótico lo suponga y lo espere. El Padre también está castrado; no hay Ley que pueda -parafraseando a A. Artaud- con la sideración de nuestro espíritu.
Deberíamos entender que hay un Real que no se cubre; que se nos escapa, que es imposible nombrar y aún ni los significantes Hombre o Mujer pueden captar en su totalidad. El deseo resiste y, como dice Lacan en el Seminario-5, "no se arregla". El modo de goce de un sujeto va de la mano de la entrada en el Lenguaje: los animales-logrados no sufren porque no hablan: es decir que si el sujeto pretende hacer lazo, deberá aceptar que el sufrimiento es constitutivo.
Las Leyes deberían ratificar la Ley Universal de Prohibición del Incesto; y no viceversa: es decir, deben separar al niño -en este caso- del apetito cocodrilesco de su Madre. Las Leyes deberían poder proteger al sujeto del goce del Otro, pero nada indica que debe protegerlo de este sufrimiento existencial: ellas no podrían. Y justamente aquí habría que ver si Luana no está -no fue- tomada por este (goce del) Otro. Justamente el análisis pretende llevar al sujeto a enfrentarse a ese espejismo de creer que es lo que no es; de allí que Lacan enunciara en "Acerca de la causalidad psíquica" que "...conviene destacar que si un hombre cualquiera que se cree rey está loco, no lo está menos un rey que se cree rey."
Esta problemática no la tiene sólo Luana y su madre: la tienen todos los hablantes sujetados a la castración. Por eso Freud nos recordó que el Malestar ES la Cultura, es decir: constitucional del sujeto, y que no hay cultura sin falta. Y toda falta conlleva un malestar consecuente. Ese vacío es la imposibilidad del sujeto de alcanzar el goce absoluto (el Padre Ideal) que está justamente prohibido porque no existe. (Y ya sabemos que la ciencia, el arte y la religión intentan taponarlo de distintos modos.) Y como hay hiancia, es que nos permitimos hablar no ya del Ser sino de Falta-en-Ser. La inadecuación -el hiato entre lo real y lo simbólico- lo define en su esencia; hay un significante en falta. El Padre Ideal no existe, aunque cada neurótico lo suponga y lo espere. El Padre también está castrado; no hay Ley que pueda -parafraseando a A. Artaud- con la sideración de nuestro espíritu.
Deberíamos entender que hay un Real que no se cubre; que se nos escapa, que es imposible nombrar y aún ni los significantes Hombre o Mujer pueden captar en su totalidad. El deseo resiste y, como dice Lacan en el Seminario-5, "no se arregla". El modo de goce de un sujeto va de la mano de la entrada en el Lenguaje: los animales-logrados no sufren porque no hablan: es decir que si el sujeto pretende hacer lazo, deberá aceptar que el sufrimiento es constitutivo.
Las Leyes deberían ratificar la Ley Universal de Prohibición del Incesto; y no viceversa: es decir, deben separar al niño -en este caso- del apetito cocodrilesco de su Madre. Las Leyes deberían poder proteger al sujeto del goce del Otro, pero nada indica que debe protegerlo de este sufrimiento existencial: ellas no podrían. Y justamente aquí habría que ver si Luana no está -no fue- tomada por este (goce del) Otro. Justamente el análisis pretende llevar al sujeto a enfrentarse a ese espejismo de creer que es lo que no es; de allí que Lacan enunciara en "Acerca de la causalidad psíquica" que "...conviene destacar que si un hombre cualquiera que se cree rey está loco, no lo está menos un rey que se cree rey."
El
psicoanálisis –que se maneja con dimensión topológica- no se lleva muy bien con
la hegemonía que lo social instituye –que se maneja en superficies
tridimensionales-; de allí que “todos los
hijos son iguales” es un fantasma meramente neurótico: nos puede hacer
sentir bien pensar así (sobre todo si uno tiene hermanos de los mismos padres)
pero es tan imposible sostenerlo como imposible es hacer de dos, uno. Por
supuesto que el amor lo intenta; pero nadie podría atreverse a decir que hay
amores sin fallas, aunque sea una posible solución sinthomática.
Marcelo Augusto Pérez
"Caso Luana" Ley de Género e Identificación.
Noviembre / 2013
ARTE:
Verónica Cabanillas Samaniego
Lima / 1981