Cuentos hiper breves / Augusto Monterroso
El perro que deseaba ser humano
En la casa de un rico mercader de la Ciudad de México, rodeado
de comodidades y de toda clase de máquinas, vivía no hace mucho tiempo
un Perro al que se le había metido en la cabeza convertirse en un ser
humano, y trabajaba con ahínco en esto.
Al cabo de varios años, y después de persistentes esfuerzos sobre sí
mismo, caminaba con facilidad en dos patas y a veces sentía que estaba
ya a punto de ser un hombre, excepto por el hecho de que no mordía,
movía la cola cuando encontraba a algún conocido, daba tres vueltas
antes de acostarse, salivaba cuando oía las campanas de la iglesia, y
por las noches se subía a una barda a gemir viendo largamente a la luna.
La honda de David
Había una vez un niño llamado David N., cuya puntería y habilidad en
el manejo de la resortera despertaba tanta envidia y admiración en sus
amigos de la vecindad y de la escuela, que veían en él -y así lo
comentaban entre ellos cuando sus padres no podían escucharlos- un nuevo
David.
Pasó el tiempo.
Cansado del tedioso tiro al blanco que practicaba disparando sus
guijarros contra latas vacías o pedazos de botella, David descubrió que
era mucho más divertido ejercer contra los pájaros la habilidad con que
Dios lo había dotado, de modo que de ahí en adelante la emprendió con
todos los que se ponían a su alcance, en especial contra Pardillos,
Alondras, Ruiseñores y Jilgueros, cuyos cuerpecitos sangrantes caían
suavemente sobre la hierba, con el corazón agitado aún por el susto y la
violencia de la pedrada.
David corría jubiloso hacia ellos y los enterraba cristianamente.
Cuando los padres de David se enteraron de esta costumbre de su buen
hijo se alarmaron mucho, le dijeron que qué era aquello, y afearon su
conducta en términos tan ásperos y convincentes que, con lágrimas en los
ojos, él reconoció su culpa, se arrepintió sincero y durante mucho
tiempo se aplicó a disparar exclusivamente sobre los otros niños.
Dedicado años después a la milicia, en la Segunda Guerra Mundial
David fue ascendido a general y condecorado con las cruces más altas por
matar él solo a treinta y seis hombres, y más tarde degradado y
fusilado por dejar escapar con vida una Paloma mensajera del enemigo.
Augusto Monterroso
Honduras, 1921 – México, 2003
PINTURA:
Francisco de Zurbarán
Agnus Dei / 1640
Agnus Dei / 1640