PULSIÓN de MUERTE
Pulsión de
Muerte: ese pleonasmo.
¿Por qué hablar de Pulsión de muerte como única Pulsión?
“Homo homini lupus.”
Plauto
“El nombre del arco (biós) es
vida; pero su obra (bíos) es muerte.”
Heráclito / Fragmentos / B-48
“Cosas terribles, muchas hay, pero
ninguna más terrible que el hombre.”
Sófocles / Antígona
“Yo no puedo tenerte ni dejarte;
ni sé por
qué
al dejarte o al tenerte
encuentro un no
sé que para quererte
y muchos sí sé qué para olvidarte.
Pues no quieres dejarme
ni enmendarte,
yo
templaré mi corazón
de suerte
que
la mitad
se incline
a aborrecerte
aunque la otra mitad se incline a
amarte...”
Sor Juana Inés de la
Cruz
/ sonetos / 1665
“¿Y de qué te sirve que te hable, si de
todos modos no me ves?-
Hay más luz cuando alguien habla-
respondió el niño."
Sigmund Freud / Introducción al psicoanálisis
“La Pulsión no tiene para nosotros otro
alcance
que examinar lo que es la
satisfacción.”
Jacques Lacan / Seminario XI; clase del 6 / 05 / 64
El retorno
Cuando Sigmund Freud
introduce la Trieb (emancipándola inmediatamente del Instinkt)
funda una nueva episteme. Porque corta, ipso facto, lo Natural de
lo Cultural y coloca a la Pulsión como efecto de la lalengua
sobre el organismo; transformando –justamente- el organismo en cuerpo. Y
decimos efecto: es decir que estamos enunciando que la Pulsión (y
obviamente el Sujeto) son productos del Lenguaje, que el Lenguaje está
primero. Estamos diciendo también –y volveremos sobre esto- que la
Pulsión no es –ni lejanamente- algo orgánico, sino una de las piezas, de
los fundamentos (conjuntamente con el deseo y la Demanda) que hacen a la
construcción de un sujeto. Divorciarla del Instinto implica comprender que para que exista Pulsión deberá existir pérdida: la Primera
Identificación implica leer a la Represión Primaria (Urverdrängung) como
pura sustracción (que cadaveriza el soma), y lo que se sustrae es justamente el
estímulo-biológico que, suprimiéndose, se troca a Demanda. Sin este
enroque, sin esta resta, no existe Estructura alguna; no existe Lenguaje
agujerado; por lo tanto ya el psicótico como el neurótico (no así el autista-vero)
son sujetos que padecen la Pulsión. Y, a la vez, estamos ya diciendo que
solamente con el estímulo-biológico no alcanza para construir un Cuerpo.
.
.
Esta nueva episteme,
que con Jacques Lacan introduce una clínica diferencial, aborda el modelo de
Transferencia y de Inconsciente no tan sólo como isomórficos sino como
verdaderos pivotes del Deseo-de-Analista; puesto que es gracias a la
Pulsión (en todas sus manifestaciones) que un analizante otorga –y paga
bastante por ello- al analista, su misma mierda: “Yo me entrego a ti,
dice también el paciente, pero esa donación de mi persona -como dice el otro-
¡misterio! se trueque inexplicablemente en regalo de mi mierda –término
igualmente esencial de nuestra experiencia.” ([i])
Por otro lado, la incorporación
de la Trieb como pilar del dispositivo analítico, implica también
el re-ordenamiento de la Estructura, y de la Ley concomitante; ya que la
posición de un sujeto neurótico (cuya pretensión Ideal es anudar la Pulsión con
el amor) difiere de la del perverso: que pretendería un goce ilimitado, parcial
(fragmentado con el partenaire) y consecuentemente burlando la
Castración. Sabemos, obviamente, que ambas pretensiones son sólo eso: el
sujeto siempre –y por Estructura- está tomado por la Castración, ya que todo
goce la incluye. No hay goce que no haya pasado previamente por la Castración
ni Castración que no sea como ganancia de otro goce. Digámoslo de entrada por
si algún demorado analista todavía no lo percata: no hay Sujeto sin Castración,
ya que no hay Estructura sin Falta. Y lo decimos ante todo para frenar
cierto discurso universitario que pretende considerar que el Psicótico
no es un Sujeto.
Tampoco es casual que en el
Seminario XI sea donde Lacan hablará de su excomunión y presentará a la
Pulsión como uno de los Cuatro Conceptos del basamento
psicoanalítico. Y mucho menos casual que dicho seminario sea consecuencia
del otro interrumpido sobre los Nombres-del-Padre; ya que la posición
del analista hace a la relación sinthomática del dispositivo: el
analista inscribe, "amortiguando" la Pulsión, la relación del lazo a-nudando
un goce a la Ley.
Sabemos que el "retorno
a Freud" propuesto por Lacan está contextualizado en la época (y con
motivo de) que el maestro francés intentó apartarse de los postfreudianos. Podemos
pensar que -con dicho retorno- Lacan cierra al Freud cartesiano,
al Freud que intenta divorciarse de la neurología pero aún no de la división
entre psique y soma; y abre un Freud cuyo cuerpo se reconoce no
sin la estructura del Lenguaje. Esto implica, creo, la entrada del concepto de significante
de goce (y no tan sólo de significante de deseo) y la concepción
inherente a la Pulsión. Pulsión que, con una superficie bifronte, no
podemos dividirla sino confrontarla con el deseo. Superficie bifronte Moëbiana
totalmente isomórfica a la misma moneda de dos caras que es el goce y a ese
otro afecto que enaltece al YO: el amor; que –con su bipolaridad hacia
el odio- constituye también la misma cinta: estola que bordea, así mismo, la
superficie del fantasma.
Ese retorno es también
haberle dado protagonismo a la clínica de lo real, es decir de la Pulsión de
muerte. Puesto que es a partir de esta vuelta que la clínica del goce es
posible. Entender el retorno como el postulado primordial de la Pulsión
de muerte; entender que toda Pulsión es de muerte, es también comprender
lo que Lacan criticó del resto de las terapias e incluso de la medicina cuando
habló de la "falla epistemosomática". Es, colocar al goce, en
el centro del fantasma, y del problema. No existe –ni en la psicología ni en la
medicina- ninguna terapéutica que coloque al goce en el núcleo de
todo síntoma. Y es, fundamentalmente, captar en el discurso del analizante la
barrera del YO por la cual su deseo se escurre y su goce puede llegar a
petrificarse produciendo el malestar sintomático. Es, en definitiva, escuchar
el narcisismo que compete a todo discurso y enlazar la Pulsión con un goce-ético.
Paréntesis: los analistas
que todavía no pueden desprenderse del dualismo pulsional siguen cometiendo –a
mi juicio- ciertos errores de lectura. Es un error hablar de la oposición entre
Pulsión de vida y Pulsión de muerte; ya que no hay la primera (y eso es lo que
vamos a circunscribir en este escrito). Es un error hablar de pulsiones
sexuales versus Pulsión de muerte; ya que toda Pulsión (de muerte) es sexual en
el sentido que produce goce. La Pulsión sexual es -como nos enseñó
Lacan- el órgano de la Pulsión de muerte; es decir: la libido. Y la libido es
el deseo. Es decir que es un órgano que estrictamente hablando, no
existe. Y como no existe es que podemos decir que el deseo se desprende
del goce -que sí toma existencia en el cuerpo-, oponiéndose a la Pulsión.
(Recordemos a Lacan –justamente en el Seminario XI- cuando habla del Mito de
la Laminilla en oposición al Mito de Aristófanes y presenta a la
libido cómo el órgano (inexistente, ya que se pierde) de la Pulsión.) Es un
error hablar de Thanatos para referirse a la Pulsión de muerte: Freud
nombró a Eros pero no a Thanatos: Eros es una deidad
mitológica, Thanatos es una metáfora poética y no está en la obra de
Sigmund Freud. Es un error pensar que la Pulsión es lo que nos acerca al
animal; exactamente es alrevés: es lo que más nos aleja. Es un error
pensar que la Pulsión es una energía; y es un error adyacente pensar que el
“estímulo” al que hace referencia Freud tiene que ver con dicho dinamismo
energético. Ya veremos qué quiere decir “estímulo” y cuál es esa “fuerza
interna” de la que el sujeto no puede escapar. Es un error pensar que la
Pulsión es interna per se: la Pulsión la dona el Otro; llega desde
afuera. (Si es que podemos hacer esa diferenciación entre el adentro y el
afuera, que no hay tal.) Y, como dijimos al comienzo, es un error pensar que la
Pulsión es del organismo. La Pulsión comienza su travesía a partir de la falta
y por lo tanto es meramente del cuerpo, del cuerpo de la Cultura, del cuerpo
del sujeto: no hay cuerpo -no hay sujeto- sin falta. La Pulsión es acéfala, por
lo tanto estaría mejor decir que es del cuerpo y no del sujeto.
Pero vayamos por parte. En
este recorrido, voy a permitirme tomar a tres autores analistas los cuales
respeto mucho y justamente por eso los tomo, pero destacando algunas salvedades
con las cuales vamos a disentir. De estos colegas traeré primero a Néstor
Braustein quien –si bien (como muchos otros analistas) habla de la Pulsión
de muerte como única Pulsión, vamos a reformular en una de sus apreciaciones;
también tomaremos a Isidoro Vegh, que si bien habla del dualismo
pulsional leeremos inmediatamente que hay un callejón sin salida que es
necesario atravesar y que –en definitiva y a mi juicio- no deja de nombrar a la
Pulsión como única. Y finalmente tomaremos a Norberto Rabinovich
con quien coincido plenamente en la conceptualización general sobre Pulsión
excepto en un punto sobre el que enseguida volveremos.
Antecedentes
¿Qué implica considerar a
la Pulsión -ese concepto Fundante (Grundbegriff) para Lacan- como única
y de muerte? Ante todo –creo- entender que la "enfermedad" es del
lenguaje. Que el sujeto enferma porque habla. La "enfermedad"
es cultural porque la Pulsión es cultural, porque no hay nada
"natural" en el ser que habla. Y la "enfermedad"
-justamente- es el máximo representante de la finalidad de toda pulsión: el
goce; Freud dirá: "La enfermedad es goce masoquístico". Por
eso "las histéricas de antes" hacían cegueras o parálisis y hoy van a
la mastectomía o una histerectomía. No descubrimos hoy que la escucha clínica
devuelve casos de histerias notables donde el quirófano se solicita -sobre
todo- para las zonas genitales. Lo que se pone en juego para el ser que habla,
es una concepción del cuerpo gozante, del cuerpo que -a partir del
significante, causa del goce- abre la dimensión del más allá del
principio del placer. Entender que si hablamos de “Pulsión de vida”
estaríamos avalando la traducción de Instink y no de Trieb.
Porque las pulsiones son –justamente- el opuesto a los instintos. Y el
instinto, por definición, es de vida. (Por eso el animal logrado no
enferma: nadie –excepto un veterinario que se ocupa de animales domesticados,
atravesados por el lenguaje humano, como la vaca o el conejo- ha visto un
animal enfermo. El animal-logrado nace, se reproduce y muere. No hay
animal (y el ejemplo lo observamos inmediatamente en los de sangre-fría, en una
hormiga o una cucaracha) que padezca de enfermedad alguna. Porque, como
dijimos, el significante es la causa del goce y en la Cultura no existen más
que ellos: los animales no tienen ni frío ni calor (¿se ha visto acaso una rana
con poncho o un cacholote con sobretodo?) ni saben del día ni de la noche; que
-como bien nos dice Lacan en el seminario III- son meros significantes. Y
finalmente, comprender que el psicoanálisis es la clínica; y que tanto Freud
como Lacan han llevado –desde esa clínica- los conceptos a sus letras. Y que se
han encontrado que, lejos del principio del placer y de la autoconservación,
encontramos a un sujeto que encuentra goce en su malestar.
Quisiera aclarar un punto
por demás obvio: que digamos que la enfermedad es cultural no borra el hecho
que existan enfermos y recurramos a la medicina para tapar la sintomatología o
incluso recuperar un estado de salud anterior. Pero también es obvio que el
concepto de enfermedad médica (y por tanto de curación) no es más que el acople
del discurso, es decir, de la cultura. De hecho no hace más de dos décadas que
ciertos cánceres no existían; como hace diez siglos atrás tampoco existía la
tuberculosis. El concepto de enfermedad hay que circunscribirlo no sólo a
la cultura sino a la época: es decir, al discurso médico. El cuerpo no es el
mismo hoy que hace diez siglos; pero siempre es un cuerpo erógeno.
Parafraseando a Spinoza, todavía no podemos saber suficientemente de lo que un
cuerpo es capaz. Cuando Freud, en su Correspondencia, habló de lo
inconsciente como el missing link, “verdadero intermediario entre lo
somático y lo psíquico”, nos estaba recordando –justamente- de que el
sujeto es un animal-de-lalengua; por lo tanto –más allá de la
clasificación biológica- no es un animal. Porque lo inconsciente nace a partir
de la lalengua: condición sine qua non de lo inconsciente. Y –a
fuerza de ser reiterativos, lo volvemos a decir- para que exista la lalengua
es necesario pérdida, castración; deseo, Demanda y Pulsión: todos pilares de
los cuales el animal-logrado nada sabe ni podrá saber.
Sigmund Freud descubre
–porque eso es lo que investigó a partir de la Histeria- que el cuerpo
(el aparato psíquico es el cuerpo, por eso no vamos a hablar de psicosomática,
porque sería volver al Freud cartesiano, al Freud que pretende la neurología
actual, argumentando que "Freud tenía razon") es cuerpo de
goce. No es el cuerpo ni de la medicina, ni de la física, ni de la filosofía,
ni de la psicología. Y –como sabemos- el goce es la satisfacción de la
Pulsión. ([ii])
Acá no vamos a coincidir con nuestro colega Néstor Braustein. Si bien por un
lado dice claramente: “La Pulsión de muerte es la Pulsión a secas.” ([iii])
-concepto que reitera en varias partes de su conocida obra sobre el Goce
que data de 1960- más adelante dirá que “…no podemos aceptar sin objeciones
el sintagma “satisfacción de una Pulsión”. (…) Si el goce tiene que ver con la
Pulsión es en la medida en que la Pulsión deja un saldo de insatisfacción que
anima a la repetición y que es en esta medida que la Pulsión es historizadora,
en tanto que insatisface.”([iv])
Bien. Si la Pulsión no se satisfaciese, primero) no habría dolor,
no habría síntoma, no habría sublimación. Segundo) justamente
porque hay satisfacción de la Pulsión es que ese saldo de insatisfacción
es posible, porque –también justamente- la Pulsión no se satisface con el
objeto, pero se satisface en su “recorrido”. Coloco “recorrido”
entrecomillado para que no creamos, ni remotamente, que estamos hablando de una
energía. El “recorrido” de la Pulsión lo constituye su Montaje a partir de la
Demanda (del Otro).
El "circuito
pulsional" o trayecto llega del Otro y vuelve al sujeto: en dicha
intersección entre el cuerpo y el significante es donde podemos afirmar con el
Lacan del Seminario XX que “las pulsiones son el eco en el cuerpo de que hay
un decir". En esta ida/vuelta -en estas reversiones
pulsionales- navega la satisfacción propia de la Pulsión; surco que discurre
alrededor del agujero mismo; falta que abre la presencia del Sujeto en la
Cultura; por lo tanto ya imposible de emanciparse del significante. El Otro, el
tesoro de los significantes, la Pulsa, la Dona, y –a la vez, lo decimos
de entrada para después volver- el sujeto se fusionará en ella –se eclipsará-
cuando no pueda sostener la Demanda misma. Y si el sujeto se eclipsa, se
oculta; por lo tanto desaparece: la Pulsión es acéfala. Cuando la Pulsión
aulla, el sujeto calla. A diferencia de la Pulsión –que sí se satisface
siempre- es el deseo el que nunca se satisface, por eso es metonímico.
Reiteramos entonces: la
Pulsión no se satisface con un objeto –que sólo bordea contingentemente- pero
se satisface en su trayecto hacia ese objeto. Por eso Lacan dirá “el sujeto
siempre es feliz” ([v])
Por eso siempre logra su objetivo: o sale por la puerta o
hace un hueco en la pared. La satisfacción de la Pulsión implica –ipso
facto- que al sujeto le seduce más ir de caza que cazar (ya leemos acá la
impronta histérica que se articula con el deseo). Y leerlo así implica
también saber leer la clínica del goce desde un lugar de real que no cesa de
no inscribirse. Que, como diría Roberto Harari, “no vuelve” / “no
retorna” porque si vuelve es que alguna vez se fue.
Más allá del dualismo
freudiano…
Bien: comencemos con Freud.
Freud –ya lo sabemos muy sobradamente- hace derivar la Pulsión de muerte desde
la Pulsión de vida y distingue el estímulo del que se puede huir de aquel
que requiere ligadura (Dürcharbeitung). Dirá que la Pulsión es esa “fuerza”
que hace límite entre lo psíquico y lo somático cuya exigencia de perentoriedad
-identificada a una presión constante (Drung) - deriva en que el
sujeto no puede fugarse.
Ahora: ¿Qué quiere decir “fuerza”?
¿Corresponde identificarla a una energética, a una física? Por supuesto que no.
Como tampoco corresponde hablar de “trauma” más que como apremio del
ingreso del FALO en la Estructura: es decir, del ingreso del “Espíritu
Santo” (Lacan J.; Seminario IV; clase del 5/12/1956), es decir: del
ingreso de la lalengua. Por lo tanto la “fuerza” es la fuerza de
esa recta fálica, es la fuerza de la lalengua con la que el Otro
agujerea al Soma y lo transforma en Cuerpo. Por eso la Pulsión se escribe
–en matema lacaniano- con el significante de la Demanda. Además: esa presión (exigencia)
insoslayable de la Pulsión, es –estrictamente hablando- del cuerpo, ya que la
Pulsión per se “se fuga” en la satisfacción misma y deja al sujeto
acéfalo. De ahí el famoso apotegma freudiano que ya se enuncia desde el
comienzo del texto sobre la Represión: "en el caso de la Pulsión de
nada vale la huida, pues el yo no puede escapar de sí mismo" ([vi]).
Como se ve, la Pulsión se satisface siempre.
Entonces: aquí podríamos
introducir los destinos pulsionales (Schicksal) ya que la no posibilidad
de huida hace que se creen estos mismos puertos simbólicos como
acontecimientos defensivos del real en cuestión. Como sabemos la
defensa neurótica privilegiada es el síntoma: metáfora de lo reprimido “que
viene de lo real” (Lacan). Ahora: el concepto de destino no está
ligado –para nosotros- a ninguna determinación fatalista, sino más bien a un
factor de contingencia que se impone a modo de satisfacción
substitutiva. De allí que preferimos traducir Schicksal tendiente a la Unbeständigkeiten
y pensar el título freudiano como Las Pulsiones y sus vicisitudes. Ya
que es algo más bien en el orden del acontecimiento y no de lo inmanente.
Sigamos por Lacan. En Posición
de lo Inconsciente dice: “Toda Pulsión es virtualmente Pulsión de
muerte.”- ¿qué quiere decir virtualmente? El aparato-psíquico
es virtual. El cuerpo tiene una estructura virtual, se construye a partir de
una imagen real y lo que se nos aparece es una imagen virtual. El
“YO es un otro”- dirá Lacan citando a Arthur Rimbaud. Pues bien:
virtualmente quiere decir realmente, en la realidad. (La realidad no es
lo real; es la amalgama entre lo real, lo simbólico y lo imaginario.)
En la realidad, la Pulsión es de muerte. Acotemos un punto: ¿en qué realidad?
En la realidad fantasmática, en la realidad del dispositivo analítico.
De ahí que no podemos
coincidir con Norberto
Rabinovich quien
a pesar de que supone una única Pulsión (la de muerte) cree oportuno nombrarla
como Pulsión de castración y nos propone que la consideremos no como un
enemigo clínico sino como un aliado. Analicemos rápidamente esta propuesta. La
paradoja de que el significante sea la causa del goce y que, a la vez,
hablando se acota un goce a cambio de otro, es correlativa a la relación entre
la Pulsión –de muerte- que engendra la vida (mata al cacho de carne
vía el atravesamiento fálico) y la misma Pulsión que –en su doble faz- puede
llegar a matar al sujeto. Si bien es tentador llamarla “Pulsión de
castración” no podemos considerar que la Pulsión “castre” puesto que, todo
lo contrario, la Pulsión quiere –desborda por- completar un goce
absoluto, es decir: un goce Mítico, amparado en el encuentro con el Soberano
Bien (Das Ding) del que Lacan se explayará bastante en su Seminario VII
sobre la Ética. Clínicamente la Pulsión no castra; como clínicamente un error
es un fallido y por lo tanto un cáncer o cualquier otra "enfermedad"
es un fallido del sujeto (es decir, un acto-logrado), y no un error de
la célula. O -lo mismo decir- no es lo mismo un sujeto sin análisis que alguien
con análisis que -inventando lo inconsciente, hablando- puede darse-cuenta
de su posición deseante.
También
hay que decir que es erróneo suponer a una Pulsión de vida (que no hay) como
consolidando, uniendo; y una Pulsión de muerte como separando, castrando.
Cuando decimos que la Pulsión “mata” el cacho de carne, decimos que
agujerea el soma; pero no que “separe” el goce entre el Otro y el infans.
Al contrario: la llegada de la Pulsión ofrecida por el Otro es de muerte porque
mata al cacho-de-carne de la necesidad y comienza a construir al cuerpo
de la Demanda y del deseo, y -además- no podría ser de castración ya que
en esta primera Identificación de lo Real al Otro real, el niño debe
ubicarse en las fauces del Otro, de modo fálico, aún aunque sea como Objeto que
lo hace, haciéndose apetecible se ofrece: por lo tanto no deja de constituirse
fálicamente. Estamos a nivel de ser objeto(deyecto)-del-otro.
De allí que ser el FALO es una manera de creer que completo la falta y, por
tanto, el deseo del Otro. Cuando aparece la necesaria primera sonrisa del
niño a su Madre-Otro, es justamente cuando éste localiza el apetito de ésta; y
es también cuando se hace signo para alguien, cavando –como dice Lacan-
el surco en lo real.
El
corte de este goce concomitante no lo produce la Pulsión, lo produce primero)
el deseo y segundo) el amor. Que si bien, y obviamente, son productos de
la Pulsión, tienen otra morfología y dinámica. Por eso en el Estadio
del espejo –modelo óptico lacaniano por excelencia para explicarnos
esto- he llamado “espejo de goce” al espejo cóncavo, y “espejo de
amor” al espejo plano. Sabemos que “espejo” es sólo una metáfora.
Sabemos que se trata del Otro en sus dos versiones: el Otro que goza al
“bocado” infans, y el Otro que –vía la metáfora paterna- deberá poder
liberarlo: “Es el amor que permite al goce condescender a deseo.” ([vii])
Por tanto no estoy de acuerdo en pensar a la Pulsión como castratoria.
Si bien, como se sabe, la castración es muerte (muerte del goce, muerte
narcisísta); lo que castra es el deseo (vía el amor). No leo prudente, en este
caso, homologar castración a muerte; decir Pulsión de Castración es un oxímoron
como es un pleonasmo decir Pulsión de Muerte. La Pulsión es en sí mismo
de Muerte porque apunta directo a un goce mortífero para el Sujeto; porque
reniega de la Castración (a pesar de que la Pulsión no es la Perversión en
sí) y del deseo (y sé que estoy subjetivizando la Pulsión; y sé que es un error
decir que la Pulsión reniega -la renegación es sí de la Estructura, del
discurso-; pero debemos leerlo así para poder entender este conflicto
bifronte.)
La
Pulsión recupera –en cada vuelta- esa falta, bordeándola. La Pulsión es
acéfala, es sobre el Sujeto que cae la castración. Enseguida veremos que,
incluso, la Pulsión como montaje no es más que la estructura del
lenguaje. Por tanto la castración –siempre positiva- es siempre del goce;
mientras que –por definición- la Pulsión tiende a la satisfacción –por lo tanto
al goce- como meta (Ziel) o –si se quiere, aunque dudo de decirlo- gozando
alcanza su meta. (Dudo porque estamos sujetivizando a la Pulsión –incluso
sustancializando: aunque su materia es goce-; puesto que quien goza es
el Sujeto.) Si la Pulsión castrase sería incluso antagónica con el polimorfismo
perverso. La castración, insisto, es sobre el goce (y siempre por otro goce).
La Pulsión no podría ser de castración ya que justamente a lo que apunta
es a gozar sin Ley. Si la Pulsión castrase no sería de muerte, sería de
deseo. Lo cual esto es un anacronismo ya que el deseo no es estrictamente
la Pulsión.
Habría
que pensar a la Trieb freudiana como una Deriva que conduce al Goce;
como nos propone también Lacan –en el Seminario VII- traducirla desde el
inglés: “Las Triebes han sido exploradas, descubiertas por
Freud en el interior de toda una experiencia fundada sobre la confianza en el
juego de los significantes, en su juego de sustitución, ese algo que hace que
no podamos de ningún modo confundir el dominio de las Triebe con una suerte de
reclasificación, por nueva que se la suponga, de las relaciones del ser humano
con su medio natural. Las Triebes que deben ser traducidas como nos plazca
algunas veces, tan cerca como posible del equívoco, deben ser concebidas como
ese, punto que motiva esta deriva, como me gustaría traducirla. El drive,
que traduce en inglés la Trieb alemana; esta deriva en la cual se motiva todo
el juego, toda la acción del principio del placer y que nos dirige hacia ese
punto mítico que ha sido más o menos felizmente articulado en los términos de
la relación de objeto, pero con respecto a la cual debemos rever, asir de más
cerca, el sentido, para criticarlo, la función de las confusiones que se han
introducido por el uso mismo de esos términos, las confusiones que pueden
haberse introducido por las ambigüedades mucho más graves que todo equivoco
significante, las ambigüedades significativas introducidas alrededor de la
noción de objeto y de la relación de objeto en el análisis.” ([viii])
Es
decir: es claro en toda la obra de Lacan que la Pulsión tiene como blanco la
satisfacción (Zufriedenheit); es decir: el goce (Befriedigung): La
Pulsión se contenta donde el sujeto goza. Por eso, como hemos
dicho up supra, Lacan enunció que el sujeto siempre es feliz.
Tomemos un autor como Isidoro
Vegh. Nos plantea un esquema pulsional basado en una Pulsión
derivada a un goce en exceso (Pulsión de vida) o a un goce en disminución
(Pulsión de muerte). Para notificarnos de esto, nos aclara que si el goce
tiende a cero, la Pulsión lleva a la muerte, y viceversa. No podemos acordar
acá nuevamente porque se produce una especie de sofisma como el que el mismo
autor deja leer en su último texto: “Las pulsiones de vida cuando aceptan un
límite sostienen la vida. Cuando no lo aceptan llevan a la muerte.” ([ix])
Si bien sale del dilema proponiendo que hay un goce en
común y que depende de dicha “aceptación” el destino trágico o dramático del
sujeto, seguimos en la dualidad freudiana. Y, además, ponemos en la
“aceptación” de la Ley el “termómetro” de la Pulsión.
Como ya dije up supra,
creo que la “castración” se produce si y sólo si hay otro-goce en juego (y no
estoy hablando del goce femenino): quiero decir, primero) que ningún
sujeto “produce” una castración de su goce sino es por otro goce y segundo)
se desprende de lo anterior que en toda castración hay siempre goce. (En esto
coincidimos con Norberto Rabinovich quien despliega también esto en su texto
donde nos da el excelente ejemplo cuando el sujeto “llora de alegría” (y que él
bautiza como “lágrimas de lo real” ). ([x])
Considerar –además- que el exceso-de-goce es la Pulsión de vida implica
considerar que el sujeto entraría al análisis a partir de la disminución de su
goce (cosa con la que estoy de acuerdo) pero únicamente. Y, a decir verdad, el
sujeto puede golpear a nuestras puertas también por un exceso de goce que le
ocasione culpa o, como dirá Freud, sujetos que fracasan al triunfar.
O bien porque, en los márgenes de dicho camino (es decir: sin necesidad de
desborde hacia arriba o hacia abajo) el sujeto percibe un malestar (inhibición,
por ejemplo) que lo aplana. De todos modos el planteo de Isidoro Vegh deja
claro que los dos caminos pulsionales son sólo uno.
Retornando, otra vez más,
más todavía…
Entonces: La Pulsión no
tiene que ver con energía alguna. La Pulsión, como el arco de Heráclito,
es bifronte. Cito: “La Pulsión propiamente dicha es algo muy complejo, tal
como lo escucharon la vez pasada, para cualquiera que se aproxime a ella de
manera aplicada, tratando de comprender qué articula acerca de ella Freud. Ella
no es reductible a la complejidad de la tendencia entendida en su sentido más
amplio, en el sentido de la energética.” ([xi])
La Pulsión es una posible respuesta, desamarrada del sujeto de deseo. ¿Y
por qué el sujeto puede responder con la Pulsión (paradoja mediante, ya que la
Pulsión enmudecería al sujeto)? Es decir, se impone una pregunta básica: ¿Qué
hace que el sujeto, en vez de responder con Palabras, responda vía pulsional?
(Cuando decimos “vía pulsional” es obvio que nos referimos a otro tipo
de respuesta, ya que la Palabra también es Pulsión.)
Aquí tenemos que volver a
lo que aproximamos al comienzo de este escrito. Justamente la respuesta nos
aparta inmediatamente de considerar a la Pulsión como un dato biológico, del
organismo. Y a descartar de lleno cualquier dato genético-evolutivo en el
apuntalamiento pulsional y en las zonas erógenas: que no son más que los bordes
de la Pulsión. (Es decir: no hay “autoengendramiento” biológico: la Pulsión la
dona el Otro; ni erogenización natural: para que exista agujero y borde es
necesario perder el objeto.) Cuando Freud habla de apuntalamiento –seguimiento
conocido como Apoyo- (Anlehnung) remite inmediatamente al
Otro primordial a través de la Demanda. La indefensión biológica del
niño requiere de ese Otro. Y, como sabemos, allí comienza toda la
confusión. Confusión que mezcla la sexualidad con la palabra.
La Pulsión es un recurso,
una respuesta real del cuerpo ante la imposibilidad del sujeto de responder de
otro modo a la Demanda. (Y aquí sí también coincidimos con Norberto
Rabinovich cuando nos dice que la Pulsión es la respuesta que el sujeto
actúa por la imposibilidad de responder a la Demanda del Otro.) El sujeto se
desvanece en esa Demanda, queda acéfalo, y la Pulsión se dispara con acciones
donde el sujeto se pierde. Las frases que se escuchan son típicas: "no
se porque lo hago", "no se que me pasó", "es más fuerte que
yo", "no puedo con mi impulso", etc. Es decir:
sabemos que la Pulsión está en la Palabra, en el síntoma, en la creación de una
obra, de un texto, en fin: en todas las acciones humanas; pero estrictamente
hablando cuando decimos "gana la Pulsión" decimos "pierde
el sujeto (de deseo)". Como siempre decimos: no es lo mismo colocar la
Pulsión en un goce adecuado (la oral en un discurso, por ejemplo) que en un
goce que termina en la parrilla (la oral, comiéndome una heladera a las dos de
la mañana). Como se ve rápidamente, el real pulsional debe anudarse con lo
simbólico y con lo imaginario. Y esto, como sabemos, ocurre una vez atravesado
el Espejo Plano, es decir el Otro de la Ley. Si encontramos sujetos
"pulsativos" (como le gusta llamarlos a la psicología) es justamente
porque pretenden zafar de esa Ley, apostando todo a un goce pleno. Esto
obviamente no es consciente: son sujetos que tienen comprometida la Metáfora
Paterna, por eso no es aventurado pensar que al analista se le paga para
que inscriba algo en ese orden.
Esto es lo mismo que leer
el matema lacaniano de la Pulsión como el desvanecimiento del
sujeto ante la Demanda. (La Pulsión es muda –y va directo hacia el goce- mientras
no se la escucha.) Entonces: lo que hace que el sujeto sea acéfalo al punto de pulsionalizarse
(si se me permite este término) –acéfalo de su deseo- es que la Demanda no
puede ser escuchada, no encuentra continente. El sujeto se hace mierda.
(Volvemos aquí a la función del analista de la que hablábamos al comienzo. Con
esa mierda, el sujeto llega a un análisis.)
Ahora: el goce no es la
Pulsión. Es, como dijimos, la satisfacción de la Pulsión. El goce es plural.
Es, ante todo, lo que permite narcisizar al sujeto. El goce no es estrictamente
el placer, pero es lo que el sujeto –vía pulsional o sintomática o
sublimatoria- busca para el encuentro con su satisfacción. Cuando el placer-del-goce
(las cosquillas) genera displacer (la parrilla) ([xii]),
es cuando la Pulsión –en su deriva insistente- logra ganarle al Sujeto.
En este punto y desde el plano clínico diferenciar goce y deseo no es
relevante. Justamente llamaremos a la figura de la Histérica que venga acá a
ordenar la cuestión, ya que es la gran inventora del psicoanálisis. ¿Y cuál es
el goce de la histérica? Lo bien sabemos: tener un deseo insatisfecho
(ya dijimos que por definición todo deseo lo es.)
El goce nace a partir del
golpe de la lalengua sobre el sujeto; nace a partir de que el lenguaje
se agujerea. De ahí que es “la entrada del Espíritu Santo” como Lacan ha
denominado en el Seminario IV, al atravesamiento fálico: al falo como
significante de goce. Y –al mismo tiempo- es la lalengua la causa del
goce: “…el discurso se aproxima al goce sin
cesar, porque en él se origina.” ([xiii])
“Si se puede hablar de goce es como vinculado con el origen mismo de la entrada
en juego del significante.” ([xiv])
Cuando pensamos errónea la
traducción del título del Seminario XX de Lacan en su edición de Paidós,
supervisada por J. A. Miller, que figura sin tilde; es porque en psicoanálisis
–a diferencia de una traducción en literatura donde cambia un modo poético pero
no afecta el andamiaje conceptual- para nosotros tiene consecuencias en la
clínica. Traducir ENCORE (con lo que Lacan juega con en-corps) sin tilde
(Aun en vez de Aún) implica no percatarse que el goce pide más, más todavía.
Como sabemos, el término
GOCE, Lacan lo hace derivar de “usufructo”: “Esclareceré
con una palabra la relación del derecho y del goce. El usufructo -¿no es acaso
una noción del derecho?- reúne en una palabra lo que ya evoqué en mi seminario
sobre la ética, es decir, la diferencia que hay entre lo útil y el goce. ¿Para
qué sirve lo útil? Es que nunca ha sido bien definido en razón del prodigioso
respeto que, debido al lenguaje, tiene el ser que habla por el medio. El
usufructo quiere decir que se puede gozar de sus medios, pero que no hay que
despilfarrarlos. Cuando se tiene el usufructo de una herencia, se puede gozar
de ella a condición de no usarla demasiado. Allí reside la esencia del derecho:
repartir, distribuir, retribuir, lo que toca al goce.” ([xv])
(Recomiendo la lectura de la obra de Le Brun, J. (2004) El amor
puro. De Platón a Lacan. Buenos Aires: El Cuenco de Plata. Donde
–específicamente en su página 84- versa sobre esta cuestión.) Sabemos que en
dicho “usufructo” se percibe la sombra del objeto. Sabemos también que dicho
objeto Lacan lo ha bautizado pequeño-a. Y finalmente comprendemos que
ese “usufructo” tiene que ver con la problemática de que ese (a)
es mitad del sujeto y mitad del Otro, de ahí se lo conoce como objeto “amboceptor”
cuyo paradigma es la placenta: ¿de quién es? ¿De la madre o del niño? De ambos
y de ninguno: puesto que está perdida. Es más: puesto que es necesario que se
pierda para seguir con vida. Y aquí, otra vez, la superficie
bifronte de la falta.
Ahora bien: como también
sabemos uno de los aportes del texto freudiano El Malestar en la Cultura ,
trata de la represión (sexual) que toda inmersión en la Cultura impone; es
decir que por ser hablante, el sujeto –precisamente- goza, dándole aquí al
concepto GOCE una aproximación superyoica bien conocida. Goce que, desde
que el cacho-de-carne se corporiza (corpse / corpsificación)
ingresa al cuerpo, aún más todavía: encore, en-corps. De aquí que todo
goce implica a la Pulsión que –por ello- es virtualmente de muerte. ([xvi])
De aquí también que la entrada del significante al cuerpo –como causa del
goce- implica (a) la muerte, y estaba escrito en los griegos (en
Plotino, pero también en Heidegger y en Hegel): soma (cuerpo) / sema (tumba).
Es decir: “Vamos viviendo la muerte y muriendo la vida”.
Y si el Malestar es de
la Cultura; esto quiere decir que es constitucional en el bicho-parlanchín,
es decir que ese sello-de-origen producirá ipso facto una búsqueda
permanente de un imposible potencial; de ahí que Sigmund Freud había declarado:
“¿Qué es lo que los seres humanos mismos dejan discernir, por su conducta,
como fin y propósito de su vida? ¿Qué es lo que exigen de ella, lo que en ella
quieren alcanzar? No es difícil acertar con la respuesta: quieren alcanzar la
dicha, conseguir la felicidad y mantenerla.” ([xvii])
Unido a la problemática por
el Malestar -y el Porvenir que lleva implícito- nos topamos (muro
del lenguaje mediante: a-muro / a-mor) con el enigma de la
felicidad. La Demanda-de-felicidad está siempre en el horizonte de
nuestra praxis analítica; por ello Lacan ha enunciado sin rodeos: “He ahí, entonces,
lo que conviene recordar en el momento en que el analista se encuentra, en
suma, en posición de responder a quien le Demanda la felicidad. Demandarle la
felicidad; él no puede olvidar que esto, ancestralmente, para el hombre,
plantea la cuestión del soberano bien y que él, el analista, sabe que esta
cuestión es una cuestión cerrada. No sólo lo que se le Demanda, el soberano
bien, él seguramente no lo tiene, sino que sabe que no lo hay; porque ninguna
otra cosa es haber llevado a su término un análisis sino haber asido,
reencontrado, haber chocado rudamente con ese límite que es donde se plantea
toda la problemática del deseo.” ([xviii])
Como he expresado en otro
lado: “…a Freud no se le escapa esta problemática (que tanta alusión hace no
sólo en El Malestar… sino también en El Porvenir de una Ilusión) y
a finales del siglo XIX propone una definición categórica y puntual, en una
Carta a Fliess (Cartas a Wilhelm Fliess; Manuscritos y Notas 1887-1902; Carta
82. 16-1-98.), cito: “...Toda clase de minucias pululan por aquí; los sueños
y la histeria se ajustan cada vez más limpiamente. (…)Hay que tomar las cosas
como vienen y estar contento de que vengan. Te incluyo en ésta mi definición de
la «felicidad» (¿o ya te la conté hace tiempo?). La felicidad es el
cumplimiento diferido de un deseo prehistórico. He aquí por qué la riqueza
nos hace tan poco felices: el dinero nunca fue un deseo de la infancia.” Definición
que podríamos anexar a esta otra (Id. Op.Cit.; CARTA 107, 28-5-1899): “Ese
hombre halló la felicidad cuando descubrió el tesoro de Príamo, pues la
felicidad sólo es posible merced al cumplimiento de un deseo infantil.” (Las
negritas son mías). Tenemos pues que el sentimiento de felicidad parece
albergar algo en el orden de lo originario; de lo histórico, del re-encuentro.
Genialmente, el maestro alemán nos regala esa definición mucho tiempo antes que
escribiese sus Tres Ensayos…, donde ya nos vaticina que todo encuentro
con el objeto es propiamente un re-encuentro.” ([xix])
Recapitulando, una vez
más:
El montaje de la Pulsión es el circuito amboceptor por donde el
Sujeto y el Otro se ensamblan. La Pulsion siempre se satisface y siempre
es la respuesta a la Demanda del Otro. La cultura es producto de la
Pulsión misma, Pulsión que es obviamente cultural. La pulsion se satisface
(siempre) en la sublimación (arte, ciencia, praxis, oficio, trabajo, estudio,
lectura, juego), en el síntoma (“satisfacción substitutiva de la Pulsión”)
y toda forma de defensa del sujeto; en el trastorno hacia lo contrario
(sadismo/masoquismo, amar/odiar) y en la vuelta hacia la propia persona; y
obviamente en la angustia: señal de una castración inminente –por no
decir concreta-, señal de que la Pulsión pide pista y vaya a saber
adónde aterriza. Señal de que no hay significante posible que pare el
deslizamiento de la Demanda. (Como sabemos, ningún mecanismo de defensa es
logrado, la Pulsión siempre gana: si la defensa fuese total habría instinto. La
neurosis (o la psicosis) es la muestra de que la enfermedad es cultural.)
Ahora: cuando hablamos estrictamente de acto pulsional o se escucha
decir “eso es pura pulsión” o “le ganó la pulsión”, en general
nos estamos refiriendo al acting donde el sujeto se desborda por la
imposibilidad de responder (con los significantes antes mencionados) a la Demanda:
es decir, el fantasma - “lo que (creo que) soy para (que me ame) el Otro” -
no le alcanza y reacciona en consecuencia. Cuando hablamos de acto pulsional
hablamos de algo que no puede ser simbolizado (vamos a decirlo así: hablado),
y por lo tanto es actuado. De ahí la perentoriedad que caracteriza a la
Pulsión: no hay tiempo que perder, el goce no se puede aplazar: si no lo
hablo, lo actúo. (¿Y la Ley, y la Castración? Mutis por el foro.) El matema lacaniano de
la pulsión ($ D) inscribe la afánisis en que
el Sujeto se percibe: engullido, sin salida, desapareciendo, frente a la
Demanda que no puede sostener. Es decir: la Pulsión no termina de anudarse a lo
simbólico y muestra su puñalada real -vía Tyché-
fragmentando el imaginario con el cual el sujeto se sostiene. Como
dijimos up supra: la Pulsión siempre pide pista; en algún lado aterriza
sí o sí, porque la satisfacción es su meta, por eso su tiempo es activo y su
gramática siempre se vincula con el tercer tiempo de la voz pasiva, el
"hacerse": chupar (oral), cagar (anal), mirar (escópica),
escuchar (invocante).
Recapitulamos también el hecho de que la Castración se opone a la Pulsión:
porque el Goce al que apunta la Pulsión es siempre el Incesto (el retorno al Das Ding, al Soberano Bien) y -por
tanto- la Ley, la Palabra, la Castración es lo que permite que la Pulsión
amortigüe su vigor; fortaleza por demás destructiva: mientras que -al
contrario- la Castración posibilita que el Sujeto emerga: no olvidar que la
re-lectura de Freud que hace Lacan afirma que la neurosis (y con ella cualquier
síntoma/enfermedad) es resultado de la No-Castración del Sujeto; es decir,
alrevés de lo que se suponía hasta la llegada del maestro francés: la fobia
-que analizó en su Seminario IV- no aparece por miedo a la Castración, sino
porque el sujeto no alcanzó (la Estructura no logró) la Castración (la Ley)
suficiente. De allí que no podemos hablar de Pulsión de Castración. Si
quisieramos reformular el significante, deberíamos -en todo caso- hablar de Pulsión
de Usufructo, ya que la Pulsión apunta al Goce: es decir, a usufructuar
el objeto del Otro. De ahí que el Sujeto es fálico y que la culpa (y la
enfermedad que es culpa y Demanda) aparezca cuando ese usufructo no es posible
alcanzarlo, traduzco: el sujeto se la cree; cree que puede -completar al Otro-;
después advierte su impotencia; finalmente culpa y enfermedad. De ahí que es
tan importante poder escuchar la Demanda (que siempre es inconsciente); puesto
que si la Demanda no tiene hueco, no re-suena, no se transforma en amorosa
música; el sujeto se hace mierda pulsionalmente.
La Pulsión va directo hacia el objeto (aunque lo bordea sin alcanzarlo ya
que -como se sabe- el objeto está en falta), mientras que el amor apunta al
Ser. Mientras que la Pulsión es posible, el amor es un imposible, una ilusion
narcisistica. El deseo, por otro lado, solo se satisface en el fantasma. Y como
la Pulsión se fuga por cualquier agujero que esté disponible (el objeto es
meramente contingente); es siempre parcial y nos recuerda que todo-vale si se
trata de satisfacerse; es decir: que lejos de ser un Instinto que necesita de
un objeto-fijo (el alimento para el apetito), la Pulsión nos aleja de lo
Natural y nos informa que a veces ningún alimento alcanza (la bulimia -o la
anorexia- es la prueba tajante de que la Pulsión se satisface
independientemente de la necesidad y así un sujeto puede morir -en vez de
alimentarse- con (o sin) comida).
La Pulsión es la prueba de que no alcanza con la leche, de que el bebé
sigue succionando el pezón porque se pone en juego el goce y no la
alimentación; es decir: de que no es lo mismo alimentarse que cenar a
la luz de las velas tomados de la mano. La Pulsión es la prueba de que no
es lo mismo manejar un coche que manejar “el coche de papá” o “el BMW
súper sport”. La Pulsión es la prueba de que el bebé-neurótico
prefiere ir de caza que cazar; que muchas veces es más gozoso estar un par de
horas bajando y subiendo la caña sin nada en la red, que agarrar el pescado y
tener que ir a cocinarlo. La Pulsión es la prueba que el significante es el
destino y que justamente a falta de uno, a falta de un título, el sujeto
produce su angustia. (Por eso angustia más el día que nos vemos con el título
en la mano, que el día que damos la última materia: porque ahí –ya con el
título- nos damos cuenta que “no hay título” que cubra lo que llega. De ahí que
el ilusorio diploma de la Facultad, hace que nuestro ilusorio Yo se crea
ilusoriamente unificado por un rato: y el sujeto lo enuncia con su Ser: “soy
abogado”).
Habría que enmarcar el
contexto de la Pulsión -recordando a Roberto Harari- en el espacio
torbellinario que los vientos de la palabra implican: con sus agujeros,
sus ráfagas, sus fallas, sus descargas, su no-todo. Así, lo polifónico, lo
in-mundo, el clínamen de la letra; hacen que la Palabra (y la Pulsión) se
juegen en la turbulencia del Realenguaje, construyendo a un analista "cazador
de fruslerías": modo en que Harari bautizó a Freud. Con esas naderías,
con esas bagatelas del analizante, el analista va a la caza de lo Inconsciente.
Por otro lado, el goce
tiene –como la Pulsión- una estructura bifronte. Implica estar sujetado a la lalengua,
implica la ruptura del principio de placer. La Pulsión, y su goce
adherente, causa la vida y causa la muerte. El goce como placer es aquel “cuya
falta haría vano el universo”. ([xx])
El goce como sufrimiento es “el que no sirve para nada.” ([xxi])
En toda castración hay un goce subyacente. El principal transmisor –y
principal perverso- de todo goce es la figura “obscena” del Super-Yo. El
Super-Yo también es bifronte: “Es la ley y su destrucción”. ([xxii])
El goce es mortífero si desborda la ley de la palabra, del deseo. Es decir: si
gana –narcisícamente- imponiéndose a cualquier precio. O, mejor dicho, al
precio del propio dolor. Cuando Narciso se ve ante su espejo-lago,
goza –Pulsión escópica mediante- viendo(se). Goza con su imagen. Ahora: cuando
comienza a tener sed y no puede dejar de mirarse entonces no beberá: ahí
comienza su tragedia. El goce no es ni bueno ni malo: todo depende que se pueda
hacer con él. Un análisis pretende, justamente, que el sujeto se-escuche
en qué posición de goce se encuentra y si sigue valiendo la pena “perder
para perder”; puesto que la castración tal como Lacan la define simple y
genialmente en el seminario III es “perder para ganar”. No perder para
perder. En definitiva: nuestro narcisismo es estructurante, pero
–como todo EGO- también es pura vanidad y –como toda vanidad- vano es su
acontecimiento. Sin embargo, en eso estamos… De allí que Lacan citará a Paul
Valéry cuando el poeta escribe:
¡Sol, Sol!… ¡Mentira resplandeciente!
Tú, Sol que a la muerte la enmascaras
Bajo el azul y oro de una tienda
donde celebran consejo las flores
Por entre impenetrables placeres,
¡Tú, el más fiero de mis cómplices
Y de mis trampas, la más aguda,
Protege a los corazones para
Que nunca sepan que el Universo
Es un defecto, allí en la pureza
Del No-Ser!” ([xxiii])
Tú, Sol que a la muerte la enmascaras
Bajo el azul y oro de una tienda
donde celebran consejo las flores
Por entre impenetrables placeres,
¡Tú, el más fiero de mis cómplices
Y de mis trampas, la más aguda,
Protege a los corazones para
Que nunca sepan que el Universo
Es un defecto, allí en la pureza
Del No-Ser!” ([xxiii])
Para darnos a entender que
la dimensión del no-Ser produce la dimensión del Ser.
Finalizo con una cita del maestro francés: “…la Pulsión de muerte, es lo
Real en tanto que no puede ser pensado más que como imposible, es decir que
cada vez que el muestra la punta de su nariz, es impensable, abordar a este
imposible no podría constituir una esperanza, puesto que este impensable es la
muerte, cuyo fundamento de Real es que ella no puede ser pensada. (…) Lo
Real, aquel del que se trata en lo que se llama "mi pensamiento", lo
Real es siempre un fragmento, un cogollo ciertamente, un cogollo alrededor del
cual el pensamiento teje historias; pero el estigma de ese Real como tal, es no
enlazarse con nada. Por lo menos, así es como concibo lo real”. ([xxiv])
Marcelo Augusto Pérez
Pulsión de Muerte: ese pleonasmo
Septiembre / 2013
ARTE:
José Luis Cuevas
México
José Luis Cuevas
México
[i] LACAN J.; Seminario XI Los Cuatro
conceptos fundamentales del psicoanálisis; Paidós, Bs.As., clase del 24-06-64,
p.276.
[ii] LACAN J.; Seminario VII La ética
del psicoanálisis; Paidós, Bs.As., p.253: “El goce es la satisfacción de la
Pulsión”.
[xii] Hablamos de “cosquillas” y
“parrilla” para recordar que Lacan ha dicho que el goce comienza con la
cosquilla y termina en la parrilla.
[xvi] LACAN J.; De una cuestión
preliminar a todo tratamiento posible sobre la psicosis, 1955. Escritos II,
S.XXI. Bs. As.
[xvii] FREUD S.; El Malestar en la
Cultura; Parte II; Obras Completas; Tomo XXI. Amorrortu, Bs. As., 1990,
p.76.
[xix] PÉREZ M. A.; La altura de la
felicidad. Un sentimiento en el orden del reencuentro. Artículo publicado
en Diario Página/12, www.pagina12.com.ar/diario/psicologia/9-115671-2008-11-27.html
Buenos Aires, 28.11.08.
[xx] LACAN J.; Función y campo de la
palabra y del lenguaje en psicoanálisis (1958). Escritos 1, Siglo XXI,
México, 1989, p.