El Método "paranoico crítico" de Dalí y la Mantis Religiosa
Pequeño apólogo que no
es tal vez el mejor. La verdad, lo he forjado esta mañana, diciéndome que era
necesario que trate de hacerme comprender. Habitualmente me hago comprender de
costado, lo que no está mal; eso les evita engañarse en el lugar correcto. Voy
a intentar hacerme entender en el lugar correcto y evitarles cometer errores: supónganme
en un lugar cerrado, sólo con una mantis religiosa de tres metros de
alto –es la proporción justa para que yo tenga la altura del macho y estoy
vestido con una piel del tamaño de dicho macho que mide 1,75 m.,
aproximadamente mi altura. Me observo, observo mi ridícula imagen en el ojo
facetado de la mantis religiosa. ¿Es eso la angustia? Está muy cerca. No
obstante al decirles que es la sensación del deseo del Otro, esta definición se
manifiesta en lo que ella es, a saber puramente introductiva.
Deben necesariamente
que referirse a mi estructura del sujeto, es decir, conocer todo el discurso antecedente
para comprender que si se trata del Otro con mayúscula, no puedo contentarme
sin ir más allá de esta representación de mi pequeña imagen como mantis macho
en el ojo facetado del otro. Se trata, hablando con propiedad, de la
aprehensión pura del deseo del Otro como tal, ¿si desconozco justamente qué?
Mis insignias: a saber que estoy disfrazado con los despojos del macho. No sé
lo que soy como objeto para el Otro. La angustia, se dice, es un afecto sin
objeto, pero esa falta de objeto hay que saber dónde está, está de mi lado. El
afecto de angustia está en efecto connotado por una falta de objeto, pero no por
una falta de realidad. Si no me sé más objeto eventual de ese deseo del Otro,
ese otro que está frente a mí, su figura me es enteramente misteriosa sobre
todo en la medida en que esa forma que tengo delante mío no puede en efecto tampoco
estar constituida para mí en objeto, pero donde puedo sentir un modo de sensaciones
que constituyen toda la sustancia de lo que se denomina la angustia, de esa opresión
indecible por la que llegamos a la dimensión misma del lugar del otro en tanto puede
aparecer el deseo.
Eso es la angustia. No
es sino a partir de allí que ustedes pueden comprender los diversos caminos que
toma el neurótico para arreglársela en esa relación con el deseo del otro. Entonces,
en el punto en más encontramos, ese deseo, se los he mostrado la vez pasada como
incluido primero necesariamente en la demanda del Otro. Por otra parte, ¿qué es
lo que encuentran ustedes aquí como verdad primera si no es lo corriente de la
experiencia cotidiana? Lo que es angustiante casi para cualquiera, no sólo para
los niños que todos somos, es "(...)" en alguna demanda lo que puede
ocultarse de esa x impenetrable y angustiante por excelencia del
"¿qué puede querer en ese lugar?" Allí configuración, aquí demanda.
Ustedes lo ven, es un medium entre demanda y deseo, Este medium tiene
nombre, se llama falo.
Jacques Lacan
Seminario 9: La
Identificación
Clase 16 del 4 de Abril
de 1962
Subjetivar a la mantis
religiosa, en este caso, es suponerle, lo que no tiene nada de excesivo, un
goce sexual —y después de todo no sabemos nada sobre eso. La mantis religiosa
es quizás, como Descartes no dudaría en decir, una pura y simple máquina— máquina
en su lenguaje, que justamente supone la eliminación de toda subjetividad. No tenemos
ninguna necesidad, en lo que a nosotros se refiere, de mantenernos en estas posiciones
mínimas. Le adjudicamos ese goce. Este goce —ya que es éste el paso siguiente
¿será goce de alguna cosa en tanto que ella lo destruye? Pues es sólo a partir
de allí que ella puede indicarnos las intenciones de la naturaleza. Para marcar
inmediatamente lo que es esencial, para que para nosotros sea un modelo cualquiera
de aquello de lo que se trata, a saber, nuestro canibalismo oral, nuestro erotismo
primordial, lo designo enseguida, hablando con propiedad, debemos imaginarnos aquí
este goce correlativo a la decapitación del partenaire que ella está supuesta
en algún grado conocer como tal. No rechazo eso, pues en verdad la etología
animal es para nosotros la mayor referencia para que se mantenga esta dimensión
del conocer, al que, sin embargo, todos los progresos de nuestro conocimiento
tornan para nosotros, en el mundo humano, tan vacilante como para
identificarse, hablando con propiedad, con la dimensión del desconocer de la
Verkennung, como dice Freud.
Jacques Lacan
Seminario 8: La
Transferencia
Clase 15 del 22 de
Marzo de 1961
Para quienes no estuvieron allí recuerdo la
fábula, el apólogo, la divertida imagen que me propuse erigir por un instante: yo
mismo revistiendo la máscara animal con la que se cubre el brujo de la gruta de
los tres hermanos. Imaginé ante ustedes hallarme frente a otro animal éste
verdadero, y para la ocasión supuestamente gigantesco, el de la mantis religiosa.
Y como además yo no sabía cuál era la máscara que me cubría, imaginarán
fácilmente que tenía algunas razones para no encontrarme tranquilo, dada la
posibilidad de que, por azar, esa máscara no fuese inadecuada para llevar a mi partenaire a algún error acerca de mi
identidad. Bien subrayada la cosa cuando agregué que en ese espejo enigmático
del globo ocular del insecto yo no veía mi propia imagen. Esta metáfora
conserva hoy todo su valor y ella justifica que en el centro de los significantes
que puse en el pizarrón vean ustedes la cuestión que hace mucho tiempo que
introduje como siendo la bisagra de los dos pisos del grafo, en la medida en
que estructuran esa relación del sujeto con el significante que sobre la
subjetividad me parece ser la de lo que introduce en la doctrina freudiana el "Che
vuoi?": "¿qué quieres?". Fuercen un poquito más el
funcionamiento, la entrada de la llave y tendrán "qué me quiere?", con la ambigüedad que el francés
permite en el me, entre el
complemento indirecto o directo: no solamente "¿qué quiere él de mí?", sino algo suspendido que
concierne directamente al yo (moi), y que no es "cómo me quiere?
sino ''¿qué quiere él en lo relativo a
ese lugar del yo?"; que es algo que se encuentra en suspenso entre dos
pisos, $(a)-d y m-i(a), los dos puntos de retorno qué en cada uno
designan el efecto característico y la distancia que es tan esencial construir
en el principio de todo aquello por lo cual vamos a avanzar ahora, distancia
que torna a la vez, homóloga y tan distinta la relación entre el deseo y la
identificación narcisista. En el juego de la dialéctica que anuda tan estrechamente
los dos pisos veremos introducirse la función de la angustia no por ser ella misma
su resorte, sino lo que, dados los momentos de su aparición nos permite orientarnos.
Así pues, en el momento en que formulé la pregunta de vuestra relación de analistas
con la angustia, tal pregunta dejó en suspenso ésta: ¿a quién ponen en Juego ustedes?.
Al Otro, sin duda, pero también a ustedes mismos, y esas dos puestas en juego no
por recubrirse deben ser confundidas. Tal es incluso una de las miras que se
les propondrán al final de este discurso. Por ahora introduzco esta indicación
de método: la enseñanza que tendremos que extraer de nuestra búsqueda sobre la
angustia será la de ver en qué punto privilegiado ella emerge. Habrá de
modelarse sobre una orografía de la angustia que nos conduce directamente a un
relieve, el de las relaciones término a término que constituyen esa tentativa
estructural más que condensada de la que creí deber hacer para ustedes la guía
de nuestro discurso.
Jacques Lacan
Seminario 10: La Angustia
Clase 1 del 14 de Noviembre de 1962
ARTE:
Pablo Picasso
Bañista sentada a orillas del mar / 1930
Pipa, vaso, botella de Vieux Marc / 1914
Un cuadro célebre de
Millet, el "Angelus" muestra una pareja de campesinos. La mujer
parece oral, en actitud inclinada y de recogimiento. El campesino la acompaña,
sombrero en mano, en actitud de unción. Entre ambos se interpone un canasto. La
escena se desarrolla en el campo, al caer el sol. Dalí examina el cuadro
utilizado su método "paranoico crítico". Deduce que la posición física
de la mujer representada evoca irresistiblemente la de la mantis religiosa. La
hembra de esta araña, en cautiverio, devora al macho después del coito, y
adopta una posición de inmóvil recogimiento, actitud devoradora que no ejecuta
en condiciones naturales. En condiciones artificiales de encierro en un
dispositivo de cultura, su goce y la muerte van juntos.
Dada esta identidad
entre la posición de la mujer y de la mantis, Dalí deduce que, con toda
seguridad debe haber un muerto pintado debajo de la canasta. Los críticos de
arte, que creen -no sin razón- que esta un poco loco, le toleran esa teoría
chiflada al gran pintor. Cuando se aplican al cuadro de millet los rayos equis,
que permiten ver las varias capas de pintura superpuestas que habitualmente
forman los cuadros, se descubre -oh sopresa!- un féretro infantil pintado entre
el campesino y la campesina. Se supone que Millet, al no poder vender su obra
por la densidad del motivo, suturo el féretro con una bella canasta.
La intuición de Dalí
indica que el niño está siempre; si tiene suerte, muerto para el goce de la
madre. Sin duda Dalí, quien llevaba el nombre de pila de un hermanito muerto, tenía
motivos singulares y traumáticos para alcanzar este saber, habitualmente
reprimido y velado, de una manera bizarra y carente de velos.
Silvia Amigo
Paradojas clínicas de
la vida y la muerte.
Ensayo sobre el concepto
de "originario" en psicoanálisis.
Capítulo I: las nupcias
del soma con el lenguaje.
Editorial Homo Sapiens,
Rosario, 2003.
ARTE:
Jean-François Millet
1814/ 1875
Angelus