Amores imposibles: ese pleonasmo.
Marcelo: siempre sigo tu Blogger; me gusta mucho cuando escribís
tipo poemas, lo último sobre el “amor imposible” me pareció muy bueno; sobre
todo el tono realista con que comienza y como va subiendo hasta la locura. (…)
Quería preguntarte al respecto, ¿cómo se puede hacer en esos casos de espirales
sin salida, donde los amantes van y vienen sin futuro? Porque parece que eso se
percibe en estas historias de (des)amor; a no ser que el futuro sea siempre el
hoy. Quiero decir: ¿Hay una salida? Y por otro lado, referente al título de tu escrito: ¿no es un pleonasmo? Gracias por tus aportes; F. Grillo.
Hola Fernanda y gracias por tus
elogios. Como te imaginarás, siempre se trata del “caso x caso”. Es esperable que haya una
salida “entrando”; pero también la empírica demuestra que a veces el narcisismo
tiene un tope y gana. Yo
creo que en estas historias están en juego el sostén (mutuo y del vínculo) y el
compromiso. Y creo que si los amantes fluctúan es porque inconscientemente no
se quiere arriesgar. Y si no se quiere arriesgar (comprometerse con la relación)
es porque habrá determinadas variables que hacen que cada uno de los sujetos
crea que es mayor la pérdida que la ganancia. (Si yo te vendo un Fitito y te lo
quiero cobrar como un Alfa Romeo, es obvio que no me lo vas a pagar: cada uno
sabe hasta cuánto está dispuesto. Y el amor sin condiciones es sólo un fantasma neurótico: no hay acción que el sujeto realice sino por una cuestión narcisística.) El amor incondicional sólo lo supone un bebé que justamente por eso sigue pataleando y gritando sin ceder en su goce.
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Es muy típico encontrar un “tire y afloje” en
estos casos; el mismo zigzageante movimiento que hace que se salga y entre
permanentemente: las discusiones no terminan, las demandas siguen y las orejas
se ensordecen. Si uno de los sujetos se instala en un rol
determinado el otro deberá apostar todas las
fichas al mismo número, al mismo rol; y eso puede desgastar bastante, sobre
todo cuando sabemos que todos los sujetos demandan y necesitan en algún momento recibir "compensación amorosa".
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Algunos sujetos confunden esa compensación con regalos: se trata siempre de poder distribuir el goce. Por supuesto que los regalos entran en el plano del gasto libidinal que cada uno produce y es lógico que si un sujeto sólo "se regala" a sí mismo; cause perplejidad; pero siempre se trata de ceder el amor propio por el amor al otro. Como me decia hace mucho un analizante: "amar es poner primero al otro". O como hace una semana me contaba otro: "Si mi mujer no entiende que todos los gastos de mi tarjeta los pago yo y son para ella; quiere decir que ni siquiera me valora como administrador. Me pone dos veces en falta; me niega como tesorero y me niega como marido." (De más está aclarar de qué significante "tesoro" se trata.)
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Algunos sujetos confunden esa compensación con regalos: se trata siempre de poder distribuir el goce. Por supuesto que los regalos entran en el plano del gasto libidinal que cada uno produce y es lógico que si un sujeto sólo "se regala" a sí mismo; cause perplejidad; pero siempre se trata de ceder el amor propio por el amor al otro. Como me decia hace mucho un analizante: "amar es poner primero al otro". O como hace una semana me contaba otro: "Si mi mujer no entiende que todos los gastos de mi tarjeta los pago yo y son para ella; quiere decir que ni siquiera me valora como administrador. Me pone dos veces en falta; me niega como tesorero y me niega como marido." (De más está aclarar de qué significante "tesoro" se trata.)
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El tema es que cuando nos enamoramos nuestra mirada se estupidiza un poco: nos entregamos, nos fragilizamos y enganchamos al síntoma del otro con nuestro soberano síntoma; hasta que después no es que el otro cambió, sino que nuestra mirada empieza a ser más atenta.
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Ahora: en realidad el tema sería aceptar la castración del otro (y del Otro); es decir: si supongamos que soy un excéntrico que elijo poner en mi biblioteca a un elefante (porque se me antoja leerle de vez en cuando y porque aparte me parece súper pintoresco), después no me voy a quejar de que rompe todo: pobrecito, ¿qué se puede esperar de un bicho tan grande? ¿Lo vamos a dejar acaso atado o amordazado?
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Ahora: en realidad el tema sería aceptar la castración del otro (y del Otro); es decir: si supongamos que soy un excéntrico que elijo poner en mi biblioteca a un elefante (porque se me antoja leerle de vez en cuando y porque aparte me parece súper pintoresco), después no me voy a quejar de que rompe todo: pobrecito, ¿qué se puede esperar de un bicho tan grande? ¿Lo vamos a dejar acaso atado o amordazado?
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Pedimos, deseamos: y después no nos bancamos eso; porque "vamos de la insuficiencia a la anticipación". Es decir: nos creemos que podemos, pero no. Justamente como la asíntota es real, y Lacan decía que lo real es lo imposible, el amor supone (dentro de su imposibilidad) dismuir esa fisura.
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Pero los sujetos se mienten; y al no poder sostener desde lo simbólico, se termina en el engaño del imaginario: un anillo, una libreta, un tatuaje (ahora está de moda una leyenda en el facebook al estilo "tiene una relación con..."). etc. Ya sabemos: lo imaginario suple (mal) la falla del Nombre-del-Padre. Nos ponemos elegantes, nos ajustamos la corbatita pero tenemos dos muelas cariadas; una úlcera y un clavo en el zapato: pero -claro- no se ven. Creo que mejor sería concentrarse por qué boquetes se van los sueños...
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Sí:
todo amor es imposible, y eso es lo poético: que siendo las pulsiones
parciales; que siendo el neurótico un niño con sexualidad "perversa
polimorfa"; ese mismo sujeto pretenda hacer de lo imposible, una
posibilidad. Como digo siempre: eso es lo que me parece interrogaba a
Freud: ¿Qué cuernos le picó a este bicho-humano que se da el lujo de enunciar un "te amo" ? Saludos! map