Perro de Guardia
Se aprende en la cuna,
se aprende en la cama,
se aprende en la puerta de un hospital.
Se aprende de golpe,
se aprende de a poco y a veces se aprende recién al final.
se aprende en la cama,
se aprende en la puerta de un hospital.
Se aprende de golpe,
se aprende de a poco y a veces se aprende recién al final.
Jorge Drexler / Polvo de Estrellas
La muerte de todos los tiempos, la muerte a flor de piel, con venas abiertas e ilusiones cerradas; muerte con olor a glacial, con gusto a destierro, con aire de químicos y desolación. Unos, entregados a su dictadura; otros -los de ambo blanco, por ejemplo- compitiendo con ella. Unos, ya con la mirada en cualquier hueco, con el alma en otro siglo; otros, corriendo en contra, sabiendo que las agujas compiten sin tregüa.
Estando allí
es comprensible olvidarse de las mezquindades, de los terrenales egoísmos, de las tiranas
potestades... Quienes entran piensan en salir, vivos. Y quien está afuera, observando, él por ejemplo, sólo piensa en volver
a tenerlo con vida, en poder volver a dormir con él en la misma casa, en poder
volver a lamerle todo el rostro, a besuquearlo por todos los poros, a cuidarlo
en cada momento, a protegerlo: porque cuando chumbaba era de puro celoso; y cuando apuraba su paso, de vez en cuando porque por lo general siempre iba a la par, era de puro ansioso...
Él piensa: "Si no te vas, no estaré perdido".- Piensa: "Si me
dejás, ninguna tostada tendrá el sabor de las que me dabas, nadie me frotará
las orejas como vos lo hacías, ¿quién me cortará las uñas, aunque vocifere, aúlle y reproche?”- Él
aguarda, escaleras abajo, recostado con la mirada triste y el hocico helado. Allí
llegó celosamente, velozmente, fielmente. Para esperar una sentencia. El tiempo
no ha transcurrido; el tiempo no pasa hasta que él salga de ese ayuntamiento de
tubos, gasas y esterilizantes.
Le pasan
cosas por la cabeza, por esa cabezota lanuda y caprichosa que tiene: ¿Cómo se convive con la
muerte? ¿Cómo hacen esos seres de blanco para salir a almorzar después de
desenchufar los soportes que daban la ilusión de la vida en la cama cuatro? ¿Cómo
se puede dormir pensando que hoy murieron dos y ayer tres y mañana uno? ¿Cómo
puede haber otros como yo que ni siquiera estén ahí, esperando, ahora que su dueño (o su dueña), su
Rey (o su Reina), está en agonía? Pero él no
puede. Él corrió detrás de la
ambulancia, y cuando el móvil llegó, incluso antes de bajar la camilla, él ya estaba ahí, moviendo la cola...
porque hasta ese momento no supo bien qué pasaba, adonde llevaban a su dueño. Fue detrás de un engaño.
Pero ahora hace días que él no se
mueve de la puerta de la Guardia, y comenzó a darse cuenta de todo. A veces baja las escaleras porque las
piernotas se agotan de estar siempre estiradas, y da un trotecito… pero se detiene
en los escalones y se tira allí, desesperanzado.
Algún
camillero, algún médico también, le tiran unos bizcochos, porque huesos ni
pensar: escasean por ahí... Otros como él,
pero no como él, rondan el lugar
buscando huesos, y correas que los aten a algún hogar. Pero ahora que
a él lo bajaron y lo entraron violentamente a la Guardia, él advierte que su único ser por el que vale
la pena vivir, está agonizando, esperando algo que ni siquiera él puede nombrar, porque desconoce.
Y de
repente levanta la vista y sigue observando camillas que entran y salen, ladridos de ambulancias y trozos de luna que escoltan siluetas que fuman en el jardín vecino... Y de repente, cansado,
vuelve a dormirse esperando una palabra... Y de repente ya pasaron muchas horas,
muchos días, y él no come, apenas
si camina lento hacia el verde para olfatear el aire, y enseguida vuelve al
mismo hueco, al lado de la entrada de las camillas...
Y de repente piensa: “¿Y si ya no está?” Nada sabe él de él. Y observa que hay otros por ahi, sueltos, sin un dueño por quien suspirar... Porque
los otros pasean con su hocico brilloso y sus orejas izadas y su pelaje aristado, pero él no puede ni olfatearlos; está pendiente sólo de su Rey, huérfano de deseo… Y de repente levanta el hocico, afila la vista y
observa un graffiti en una de las
tantas paredes desamparadas del hospicio, que reza: Él nunca te abandona. Pero ya no cree en promesas.
map
Perro de Guardia
La Ausencia
Perro de Guardia
La Ausencia
02 / 2013