¿Salud? ¿Mental? ¿Psicohigiene?






Una vez recapitulada apretadamente nuestra progresión, reiteramos que la misma se prolonga con la mención a la enfermedad del cuerpo, la cual se presentaría de no observarse las normas higiénicas «correspondientes». Empero, tal como lo señala, a la enfermedad « … sabemos que no la arreglamos con la higiene » (Lacan J., Seminario 19, clase del 21-6-72) Punto importante a los efectos de situar este interrogante : ¿con qué tenemos que ver los psicoanalistas : con la higiene, o con la enfermedad ?

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Ahora bien, cabe preguntar con este respecto : ¿qué es lo específico del psicoanálisis ? Más bien nuestra disciplina precisa y demuestra que lo que es traumático para uno, no lo es para el otro, razón por la cual no puede haber generalización de lo llamado situación traumática , tal como lo entendería el dictamen psicohigiénico al estilo de : « Señora, no ponga a su bebito a dormir en la cama al lado suyo porque eso, con total seguridad, le habrá de provocar ataques epilépticos ».

Como se ve por este ejemplo –cierto, no caricaturizado-, acude entonces la pregunta : ¿cuàl es la característica fundamental de la psicohigiene ? Respondemos : el paratodismo, derivado del « para todo ». De este modo, tomamos apoyo en esta manera casi humorística de Lacan de decirlo, para proponer el siguiente aforismo de nuestra cosecha : la psicohigiene paratodea.

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… Con referencia a la psicohigiene, no nos queda otra alternativa que la de apartarla del terreno del psicoanálisis, pues se encuentra al margen del mismo, por más malabarismos conceptuales que se intenten, con mayor o menor inteligencia. Pero dicha atribución, dicha presunta pertenencia, no pasa de ser un performativo, es decir, una afirmación que « se cumple » en el acto de ser dicha, sin parar mientes ni en la episteme ni en la empiria.

Al respecto recordemos que este recurso fue ideado por Bleger para apartar al psicólogo del ejercicio del psicoanálisis, déjandole a los psicoanalistas el campo de lo que llamaríamos « enfermedad ». O sea : « la salud », la prevensión, el diagnóstico precoz, el paratodismo, todo ello vale para el psicólogo, en tanto se mantenga –superyoicamente- al margen de la práctica clínica del psicoanálisis.

Pues bien, ante esta táctica discriminatoria aseveramos, con Lacan, lo siguiente : « La enfermedad, que es algo enganchado al cuerpo, ha durado siglos y se suponía que el médico la conocía. Conocer, quiero decir conocimiento ». Recuérdese que prácticamente hasta ahí habíamos llegado en el capítulo anterior y agrega entonces, a reglón seguido : « Pienso que ya subrayé suficientemente, durante uno de los últimos encuentros, no se bien dónde (…) » -se refiere a las clases englobadas bajo el título El saber del psicoanalista- « (…) el fracaso de esos dos sesgos. Todo esto es patente en la historia, donde se instala en toda suerte de aberraciones. » (Lacan J., Op. Cit.)

Claro está, en referencia a que la medicina haya fracasado, sin embargo –tal como hemos despejado en lo previo y en lo que nos vamos a detener luego- cabe aclarar que, en la actualidad, este fracaso no parece ser tan absoluto con relación a su saber, aunque de ella se asevere que « conoce » apenas la etiología de unas pocas enfermedades. O, de modo más denigratorio y escéptico, se sostiene que, si el médico logra algún éxito terapéutico, ello es adjudicable a la mera casualidad. Desde ya cabe ponderar la distancia transferencial que va desde el médico « profesor maravilloso », que « sabe mucho », y que por lo tanto si no es él quien asiste al sujeto es mejor que no lo haga nadie.

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Con posterioridad, el maestro francés acota : « Pero con todo, la cuestión que querría hacer sentir hoy es ésta : es el analista quien está allí, y parece tomar el relevo. » Esto es : parece tomar el relevo con respecto a la enfermedad, al punto que pareciese indicar que es el psicoanalista quien sabe de ella.

Y prosigue de esta manera : «  Se habla de enfermedad, y al mismo tiempo se dice que no hay, que no hay enfermedad mental, por ejemplo, (…) » Esta es la cuestión de la cual conviene desmarcarse, a los fines de advertir que, en el traslape de la categoría, adjuntándole tan sólo el adjetivo mental ¿qué es lo que hacemos, de hecho ? No hacemos sino incorporar una rama más a la medicina, pues nos insertamos en el discurso médico al dar en hablar de « enfermedad mental ».

Vayamos ahora a lo que expone Lacan en alusión a este punto en 1972 : « (…) No hay enfermedad mental, por ejemplo, con justa razón, en el sentido de que es una entidad nosológica, como se decía antes. »

(…)

Por cuanto también, como queda evidenciado, catalogar a la enfermedad mental sin mayor consideración adicional, lleva ser capturado por la episteme de la medicina, y, por ende, la de la higiene. Más todavía : la referencia a considerar la enfermedad « mental » nos introduce, quiérase o no, en la teoría del síntoma propia de la medicina : esto es, al síntoma hay que tratar de « liquidarlo ». Punto, en apariencia, inobjetable para la praxis médica y el logro de su objetivo.





Roberto Harari
¿Qué dice del cuerpo nuestro psicoanálisis?
Capítulo 4: Si hay un real inicial en cuanto a la felicidad,
es lo real del cuerpo.
Editorial Letra Viva & Mayéutica Ediciones
Buenos Aires, 2012
Obra Póstuma

ARTE:
Andrés Loboguerrero

Colombia
www.andresloboguerrero.com



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