Infancia Clandestina
Dirección: Benjamín Ávila.
Producción: Luis Puenzo / Historias Cinematrográficas.
Buenos Aires / 2012
De chico, el cineasta Benjamín Ávila experimentó en carne propia la clandestinidad. El terrorismo de Estado marcó a fuego su vida. Es hijo de desaparecidos y hermano de un chico recuperado. Fue a la escuela con un nombre falso: Sergio. “Recuerdo absolutamente todo, era consciente de lo que estábamos viviendo”, dice ahora, a punto de estrenar Infancia clandestina. En un amplio ambiente de su casa reciclada en Congreso, recibe a Veintitrés para hablar de un film destinado a las grandes audiencias (actúan Natalia Oreiro, Ernesto Alterio y Cristina Banegas), del nuevo cine político y de un presente que no puede dejar de conocer el pasado para evitar que el horror se repita. “Es una película basada en mi infancia y en la de mis hermanos. Es una historia de amor entre dos chicos de 12 años: Juan y María, que se conocen en la clandestinidad de la militancia de aquella época, en el año ’79. Atraviesa la militancia desde adentro, desde el lugar clandestino pero a su vez desde un costado puramente humano”, explica sobre el film, que fue producido por Luis Puenzo.
–¿Por qué decidió contar una historia de militancia situada en plena dictadura?
–Estoy tratando de recuperar mis recuerdos. Esa militancia no era un eterno miedo y pánico, sino que el miedo era parte de todas las cosas que se vivían, pero no era lo único. En esa época muchos militantes vivieron cosas muy intensas, no sólo la persecución, sino también el humor, el amor, la posibilidad de compartir, el hecho de poder relacionarse con otros y disfrutar de lo que significaba la militancia. Durante mucho tiempo se habló de la militancia como una causa de la muerte, como si llevase inevitablemente a ese lugar.
–Se relaciona a la militancia a una pulsión de muerte y no de vida.
De chico, el cineasta Benjamín Ávila experimentó en carne propia la clandestinidad. El terrorismo de Estado marcó a fuego su vida. Es hijo de desaparecidos y hermano de un chico recuperado. Fue a la escuela con un nombre falso: Sergio. “Recuerdo absolutamente todo, era consciente de lo que estábamos viviendo”, dice ahora, a punto de estrenar Infancia clandestina. En un amplio ambiente de su casa reciclada en Congreso, recibe a Veintitrés para hablar de un film destinado a las grandes audiencias (actúan Natalia Oreiro, Ernesto Alterio y Cristina Banegas), del nuevo cine político y de un presente que no puede dejar de conocer el pasado para evitar que el horror se repita. “Es una película basada en mi infancia y en la de mis hermanos. Es una historia de amor entre dos chicos de 12 años: Juan y María, que se conocen en la clandestinidad de la militancia de aquella época, en el año ’79. Atraviesa la militancia desde adentro, desde el lugar clandestino pero a su vez desde un costado puramente humano”, explica sobre el film, que fue producido por Luis Puenzo.
–¿Por qué decidió contar una historia de militancia situada en plena dictadura?
–Estoy tratando de recuperar mis recuerdos. Esa militancia no era un eterno miedo y pánico, sino que el miedo era parte de todas las cosas que se vivían, pero no era lo único. En esa época muchos militantes vivieron cosas muy intensas, no sólo la persecución, sino también el humor, el amor, la posibilidad de compartir, el hecho de poder relacionarse con otros y disfrutar de lo que significaba la militancia. Durante mucho tiempo se habló de la militancia como una causa de la muerte, como si llevase inevitablemente a ese lugar.
–Se relaciona a la militancia a una pulsión de muerte y no de vida.
–La idea de la película es justamente mostrar lo opuesto: es una pulsión de vida, de alegría, de felicidad, pero también de tristeza. Es una cuestión humana mucho más compleja de lo que uno está habituado a ver en una película sobre la década de los ’70.
De la entrevista a Benjamín Ávila en:
Revista Veintitres
24 / sep / 2012
Buenos Aires