Fantasma Y Realidad
Revisando algunos textos encontré en uno de
ellos un párrafo que es una joyita! Acá Gérard Pommier no solo puntúa con
precisión como el fantasma es el filtro de la única realidad que podemos
percibir (con las consecuencias anexas que la psiquiatría todavía no puede
entender) sino también - y de un modo muy poético - concluye cómo la función paterna hace corte y permite la estructuración del fantasma consecuente y la
sustracción que debe operar del objeto.
Son esos párrafos que, a mi gusto,
habría que releer de vez en vez para recordar dónde la genialidad de Freud y de
Lacan hicieron su propio (paternal) corte con la psiquiatría y la neurología y
crearon el sinthome psicoanalítico, con la emergencia del Nombre del Padre
que más que separar, une el soma al alma -Lacan dixit-.
No es loco pensar que muchos médicos que se consideran analistas todavía no
entendieron ni se hagan cargo de la causa freudiana; más inverosímil resulta
ver como analistas que se formaron en psicología, piensan del mismo modo
cartesiano. En estos párrafos G. Pommier nos da dos ejemplos (una otitis
y la agresividad sádica de otro sujeto) pero podemos incluir a nuestro gusto
cualquier situación que ataña al parlétre. ¿Cómo entender "la naturaleza humana" sino a través de los avatares fantasmáticos? ¿Cómo entender la crueldad, el amor, la envidia, o simplemente -como acá enuncia el autor- una infección más allá del virus?
Acá va la cita:
La escansión, la lectura literal, el
momento de descubrir la castración del Otro es un tiempo lógico esencial de la
labor analizante. Permite realizar la parte matemática de lo que es terapéutico
pero incierto en el análisis, y de lo que, mas allá, no es terapéutico en
sentido estricto pero permite concluir. Aun hace falta precisar que ese momento
de análisis es indudablemente terapéutico, pero un riesgo se cierne sobre él.
Riesgo a menudo calculable y a veces controlable cuando se liquida en la puesta
en acto del fantasma, que entonces se libera. Sin embargo, las consecuencias de
este riesgo no son todas siempre visibles.
De todas formas, a menudo presenta escasos
peligros, y el fantasma que se realiza tiene un aspecto positivo. Así sucede
cuando un analizante sale airoso en sus exámenes y empresas, cuando su vida
sentimental lo satisface o cuando decide tener hijos.
Puede ser chocante describir cierto numero
de realizaciones con apariencia de éxito como simples escenificaciones
fantasmáticas. Tener hijos, por ejemplo, parece constituir un signo de salud o,
por lo menos, de progreso hacia cierta madurez. Sin embargo, este aserto
corriente debería ser moderado si se considera que el tan ansiado hijo sucede a
la envidia del pene, o que el fantasma de asesinato del padre acompaña el
acceso a la paternidad. El psicoanálisis no respeta decididamente nada, ni
siquiera lo que se podría atribuir como éxitos propios, éxitos que solo
reconoce con cierto recelo.
Semejante recelo se justifica más aún en
otras realizaciones fantasmáticas que también alegan por un avance hacia la
salud pero que no distan demasiado de un funcionamiento perverso. Un paciente
cuya otitis crónica pone en juego su audición, se descubre bruscamente una
pasión auditiva y voyerista, una atención perversa por las manifestaciones de
amor de una pareja, espectáculo en el que se despliega su fantasma de escena
primaria, mientras su oido ya no presenta ninguna infección. Otro que se debate
crónicamente en el fracaso, comienza a conocer el éxito cuando descubre la
violencia de su anhelo de muerte hacia su padre. Triunfa sin duda socialmente,
pero al precio de actividades que, sin ser ilegales, siempre aparecen marcadas
por la agresión y la traición al semejante. Si no puede llevar a cabo esta
faceta sádica, el éxito no merecerá este nombre para él. Necesita cruzarse con
un rival, al que derribará y dejará a sus espaldas.
(...)
¿Como imaginar por un instante que mi
visión de esta mesa, el olor que respiro, la piel que toco, tienen una relación
cualquiera con mi fantasma? Es verdad que ciertos hechos considerados
patológicos pueden hacer pensar que la realidad no viene dada lisa y
llanamente, ni sin mediación. La percepción puede vacilar o revelarse engañosa.
(...)
Toda percepción esta mediatizada por la
película de las palabras que la reconocen, película de la que yo mismo estoy
extraído durante el tiempo de percibir. Esta película de las palabras es el
Otro del lenguaje, y no me extraigo de ella ni la percibo sino gracias al padre
que de ella me sustrae, que me sustrae de mi coalescencia incestuosa con la
lengua materna. Así pues la condición de mi percepción es el complejo de Edipo.
El tótem paterno cava la vacuidad desde la cual puedo ver; su nombre sustraído
me permite colonizar el mundo.
Es verdad que los órganos de nuestra
percepción parecen tener un funcionamiento fisiológico independiente de nuestro
complejo de Edipo. Sin embargo nunca podremos experimentar este funcionamiento,
porque toda conciencia es conciencia significante, porque no hay otro sujeto
consciente que el sujeto del significante y porque, si bien fuera de este marco
algo puede ser percibido, jamas sabremos nada de ello. Vemos, escuchamos,
olemos gracias a nuestro complejo de Edipo, y gracias al fantasma merced al
cual perdura. Sin él, o solamente sin las condiciones significantes que le dan
su asiento cambian, la percepción se modifica.
(...)
El fantasma mantiene así con la realidad
una relación que no es de adecuación ni de interdependencia. Él organiza esta
realidad, ya sea que se fije en el síntoma o que se despliegue en el actuar
consecutivo o la escansión literal.
Gérard Pommier
El desenlace de un análisis
Parte II, capitulo I: Posición del
fantasma.
Nueva Visión, Buenos Aires, 1989.
Arte:
Pejac
Sadismo