Entrevista & Arte








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...Se respeta siempre el nombre que el analizante elige para que se lo nombre: muchos no se nombran con el nombre de pila sino con el segundo. Ya sabemos que hoy hay Estados (en Argentina por suerte sucede) donde se ha puesto en concordancia el simbólico con el imaginario para que el real no golpee tan fuerte: un transexual -por ejemplo- tiene hoy derecho oficial de cambiar su nombre: es decir, no se soluciona sólo el tema con una operación en el real, con una vaginoplastía y un par de tetas nuevas: la operación tiene que girar en torno a lo simbólico para que la efectividad sea distinta. De nada servía que un hombre operado y transformado en mujer siga teniendo en su documento un nombre masculino y llamándose a escondidas por uno femenino. La legalidad aporta -justamente- la sutura del Nombre del Padre fallido. Cuando un Estado funciona escuchando la Demanda y actuando en consecuencia puede instituir Leyes que no sólo sirvan para proteger sino también para habilitar.  (...)
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Voy a comenzar por Lacan. Él, en el Seminario Uno, enunció que en el psicoanalista que pretende saber algo (de psicología por ejemplo) comienza ya su perdición; y agregó que la psicología sólo es vehículo de ideales.  ¿Por qué Lacan dice todo eso? Primero porque la diferencia básica gravita en torno al Saber. La psicología, como toda ciencia, trabaja con un saber a priori, un saber de manual.  Viene el paciente, me dice que es asmático o bipolar o gay y el psicológo (al igual que el médico) ya sabe lo que le está diciendo.  Para el psicoanalista ese enunciado no significa nada. El psicoanalista sólo trabaja con el saber del paciente: aunque venga con una derivación de otro profesional diciendo que el susodicho es bipolar; el analista desetima de cuajo eso por razones no sólo éticas sino técnicas-clínicas. (La clínica psicoanalítica no puede desvincularse de la ética.) Entonces si el paciente dice « soy asmático », el analista va a preguntar qué quiere decir ser asmático. Es maravilloso encontrar -y esto sólo lo pueden comprobar quienes se analizaron- los significantes que se abren, que aparecen, a partir de estas preguntas.  Entonces, primer punto: el analista no da su saber, trabaja con el saber del analizante. O, mejor dicho, es el analizante quien trabaja y paga para eso. Por eso Lacan enunció que lo primero que tiene que saber un analista es olvidarse que sabe.  Si yo trabajo con mi saber no permito que nazca el saber que lo inconsciente aporta y eso dependerá de la significación que da el analizante. Hay personas que se dicen homosexuales -y se torturan por eso- porque una vez en la adolescencia tuvieron un juego sexual con otra persona de su mismo sexo, y hay personas que tienen relaciones sexuales con una persona de su mismo sexo y todos los dias con una diferente, y se dicen bisexuales. Cuestión de significación. 


El goce es lo más « natural » del sujeto, lo que hace sin dificultad, hasta que lo mortifica. El amor, en cambio, es lo más « antinatural »: es una pura ficción, es un engranaje complejo hasta tal punto que hace que muchos quienes amaron alguna vez (y sufrieron por ese amor) « decidan » no querer volver a amar ya nunca. El amor se toma como algo « a elección » cuando en realidad es puro inconsciente. El goce, en el nivel más básico, surge sólo: Freud decía que el niño es Ello (Eso) puro. Bien: el adulto no resigna de buena gana su goce, su ello-puro infantil. Y el amor implica Ley, castración: y eso va contra « la naturaleza » de la pulsión. Por eso digo que el genio freudiano fue preguntarse que es lo que lleva a la gente a juntarse, y no a divorciarse. Y lo responde rápido: lo que lleva la gente a juntarse, como lo que lleva a la gente a hacer todo lo que hace en su vida, es el narcisismo. Lo que pasa que recurrimos al otro para quel engaño pase con disimulo. Tenemos tanta sed narcisisitica que no nos alcanza con mirarnos a un espejo de vidrio, necesitamos un otro de carne y hueso que nos libere de la frialdad de un espejo mudo, necesitamos un otro que nos hable, que nos demande, que nos aporte una cuota de goce sexual. No existe -aún aunque cierta gente exprese lo contrario- nadie en el mundo que pueda prescindir del otro. Esa gente que dice "yo estoy bien sólo" se miente. No quiere dedir que no pueda estar bien sólo, de hecho estar en pareja no implica estar bien, pero es mentira que puede prescindir del amor del otro. Esto, como se ve, tiene la poesía de transformar esta vida en otros tonos, pero tiene la desventaja (para un neurótico que esquiva la castración y no entiende que siempre es positiva) de tener que castrarse en un goce que siempre empuja. Confucio decía: me preguntas porque llevó arroz y flores... arroz para poder vivir y flores para tener un motivo por el cual vivir... El sujeto no se resigna a una vida sin un ramo de flores, busca el objeto que ha perdido por estructura y que constituye la falta misma, objeto bautizado con la a minúscula por Lacan, y por eso Lacan decía que amar es dar lo que no se tiene, no lo que se tiene. Y lo que no se tiene es la falta. El otro nos da su falta. Eso es lo primero que hace una madre good enough -como decía Winnicott-, donar la falta para no tragarse al producto, y para eso hay que pasar del goce -vía la castración- al amor. Como ves me preguntás cuándo alguien consultaría a un analista y terminamos hablando de amor, por eso Lacan decía que de lo único que se habla en un análisis es de amor. En definitiva un sujeto con una demanda de análisis hace una demanda y toda demanda es de amor. Por eso digo que nadie va en principio a analizar nada, sino a hacer amado. (...)


Es tan patológico ser siempre un infeliz como estar siempre en un estado de idiotez feliz. Ningún sujeto que soporte los avatares culturales, pulsionales, puede ser siempre feliz. Porque la Cultura implica cierto moldeamiento pulsional, implica adecuarse a la Ley simbólica; y eso es acotar ciertos goces que, como te decía anteriormente, están prohibidos por eso se sueñan.  El psicoanálisis es caro y largo. Yo pregunto: ¿y la vida?  El que apuesta al psicoanálisis apuesta a su deseo. Y el deseo no es un apetito fácil de bordear. Uno puede comer una manzana o tener un hijo; pero después hay que ver qué se hace con eso que se tuvo el coraje de apetecer. Muchos creen que tener hijos es como ir al súper a comprar manzanas y otros creerán que comprar manzanas es como parir un hijo pero eso es otro tema. Hacerse cargo del deseo lleva tiempo a invertir. La maniobra del analista -sin intentar dirigir al paciente pero sí dirigiendo la cura- es lidiar con el tiempo lógico y el cronológico porque también es cierto que -como decía Confucio- hay que vivir cada día como si fuese el último : algún día acertaremos. Pero para el neurótico eso es imposible. Sin proyectarse el sujeto no puede vivir el hoy. Por eso un hoy sin un mínimo de mañana, es un hoy  eclipsado, opaco, que lleva a la melancolía.  Cuando uno, por ejemplo con su pareja, no puede proyectar nada porque todo es caótico y no se sabe que puede pasar dentro de dos días; se vive el hoy, pero se llega a perder el proyecto. El psicoanálisis intenta modificar el pasado para proyectarse un futuro con un hoy menos mortífero. Porque es obvio que, de todos modos, el futuro no existe. Pero existe el deseo de que exista. Por eso las relaciones efímeras no satisfacen al neurótico. Uno puedo pagar a una puta, una y diez veces; pero aparte de sexo quiere otra cosa. Muchos pagan por amor con dinero. Otros -aceptando la castración- pagarán con su tope narcisístico. Pagar siempre se paga. Freud decía que el psicoanálisis es caro, pero más caro es la estupidez o la enfermedad.


Marcelo A. Pérez
Fragmentos de la Entrevista
De Jorge Matheus para
ARTE G. -Revista Virtual-
Nro. 10 / Agosto del  2012.
Charla completa:

ARTE:
Jorge Matheus
Como un vals de Strauss
Lección sobre un campo de batalle
Vade Retro
Gallinas
 www.jmatheus.es

( Gracias Jorge por brindarme tu espacio: un exceso el título que sólo lo avala tu generosidad. MAP )


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