Resistencias
Marcelo,
quería preguntarle si la famosa frase que Jacques Lacan pronuncia para
diferenciarse de los postfreudianos en relación a cómo tomaban la transferencia (me
estoy refiriendo a « La resistencia es del analista ») puede ser siempre
leída de la misma forma. Le pregunto, porque algo escuché en alguna charla suya y
me pareció muy acertado : creo que quien no trabaja clínicamente y sólo
aprende frases y repite, no puede entender eso que usted alguna vez dijo :
me refiero a que –creo si mal no lo escuché y por eso le pregunto hoy- no
siempre esto es así : a veces la resistencia es del analizante. Desde ya
muchas gracias, afectuoso saludo : G. L.
Bueno…
Es muy oportuna la pregunta porque permite desglozar algunas cuestiones. No es
que la resistencia no sea del analizante. El tema es que cuando Lacan enuncia
eso como bien decís lo hace para contraponerse a los analistas que pensaban que
cada vez que el analizante producía un obstáculo para el tratamiento, « la
culpa » era del analizante que no quería curarse. Y esto, ya se sabe desde
Freud, es la base del síntoma : deseo y goce. Así que ¿de qué nos ibámos a
asombrar ? ¿De quel sujeto quiera curarse pero a la vez no quiera ?
El
tema es que lo que los postfreudianos llaman « contratransferencia » es el leivmotiv que toman los analistas para no hacerse cargo de lo que
Lacan bautiza como el « deseo de
analista ». (Por eso decíamos que
la contratransferencia es contra-la-transferencia.) Es decir : que el sujeto resista es
inherente a su condición de sujeto : no hay psicoanálisis sin
resistencias. Pero el tema es cómo el analista –vía su deseo- puede bordear y
atravesar eso.
Ahora :
lo que seguramente me escuchaste decir es que « no siempre es así »
porque la generalización en psicoanálisis no existe y nos estaría coartando la
escucha del caso por caso. Lo que suelo
decir es que si el analizante resiste una vez, la resistencia es del analista ;
pero si resiste infinitas veces en un contexto de tiempo –digamos- corto, ahí
la resistencia es del analizante. Muchas veces tenemos que dejar ir al
paciente, sobre todo en estructuras narcisísticas absolutamente refractarias al
lazo con el Otro.
Charlando
hace una semana con mi analista de control (digo charlando porque
inevitablemente el análisis se despliega a partir del muro del lenguaje), comentábamos
como el neurótico en análisis trata (y a veces lo logra puesto que el analista
tambien tiene el derecho de elegir, asi como el analizante elige al analista)
de ser eyectado, excluido y sistemáticamente castigado por el Otro (en este
caso ese Otro sabemos que lo representa la figura imaginaria del analista). Es decir de que el Otro le de una buena patada en el culo. Los
modos de dicho deseo que se manifiestan pulsionalmente suelen ser a veces
sutiles y otras no tanto. Sutiles para el analizante, no para el analista si
sabe escuchar las llegadas tardes, los tonos agresivos del discurso, los modos
con que el analizante intenta desplazarse dentro del dispositivo (a veces
desafiando el lugar que el analista le cede para ubicarse, otras pidiendo
permanentemente el baño, etc.). De los modos mas fuertes, nos encontramos
obviamente con aquellos pacientes que siempre cambian las sesiones y al final
nunca vienen, de los que faltan durante meses y despues se otorgan el derecho
de creer que el Otro lo sigue esperando en su horario habitual, de los que nunca pueden pagar los
honorarios que se les enuncia, los que dicen que pueden y despues se endeudan
sin cesar... en fin.
Recientemente una paciente que estuvo luchando contra su
pulsión durante casi cuatro años (ya habia pasado por otras consultas)
acrecentó el goce y por una cosa o por otra los ultimos tres meses o cuatro
nunca pudo concretar un encuentro: modifiqué horarios, los cambió, nunca los
respetó, tampoco nunca respetó mis honorarios, etc. Por supuesto argumentos le
sobraban. Pero cuando le informé que no iba a seguir laburando con ella,
obviamente -y en el típico rol victimizado de la buena histérica- sacó su
artilleria e incluso se dio el lujo de hablar de ética. Como aparte de buena
histérica es un sujeto absolutamente narcisista -por eso no puede hacer lazos
efectivos con nadie lo cual por supuesto ella atribuye a la culpa de los otros
y del Otro (institucion, familia, estado)-, tampoco escuchó que le expliqué
otras razones por las cuales pensaba derivar a otros pacientes que tampoco
pudieron iniciar un análisis, razones personales que obviamente a ella no le
importó cuando tuvo que artillar sin hacerse cargo en absoluto de su modus operandi en estos cuatro años ni
de sus sintoma en general. Es claro que
allí la resistencia del analista no juega : jugó su deseo por mucho tiempo
pero a veces no hay manera de que la Ley protega el goce mortífero.
Lo mismo ocurre en los vinculos
generales, sobre todo en las parejas. La posicion histérica anexada a los
rasgos de carácter y al perfil narcisista que obviamente raya con lo que
conocemos como egoísmo, hacen muy dificil no solo el análisis sino cualquier
convivencia. Las personalidades que están
todo el tiempo mirándose el ombligo, no pueden ver ni escuchar : por eso
se los deja ir : porque no pueden escuchar(se). Son los mismos que después se asombran o se
enojan porque el analista (o el vecino, o el amigo) también toma el semblante de enojo imponiendo
coto al goce : no pueden leer ninguna causa en eso que los sujetivice ni
escuchar más que su propia victimez.
Cordiales saludos, map.
ARTE:
Soledad Casentini