Críadas, Locuras y Jacques Lacan










El estreno reciente de la puesta de Ciro Zorzoli sobre el texto de 1947 de Jean Genet, Las Criadas, permite sacar algunas reflexiones siempre vigentes, como actuales son también los vínculos y los avatares  que lo constituyen.  El 2 de febrero de 1933, en Rue Bruyère 6, en LesMans; dos sirvientas (las hermanas Christine y Léa Papin) asesinan a sus patronas. Un doble crimen que ha servido para modificar incluso los derechos del personal doméstico, y que ha permitido a Genet construir su obra teatral.  Texto que vendría a oponerse –que parecería oponerse- a la teoría sobre la paranoia de autopunición, tesis doctoral mediante, que Jacques Lacan había formulado como nueva manera de pensar la locura.  

El crimen de las hermanas Papin aparentaba un tanto inverosímil ya que las criadas eran empleadas modelos, y estaban muy bien tratadas por sus empleadoras: sin embargo, esa cordia(norma)lidad imaginaria ocultaba la tragedia. Hermanas que –en el momento de declarar- habrian dicho que no tenían nada que reprochar a sus víctimas. Christine recibiría sentencia de muerte de rodillas (su pena fue conmutada a prisión perpetua) y un año más tarde, en plena crisis delirante, será internada en Rennes donde morirá de caquexia vesánica, castigándose asi por su crimen según el proceso paranico de autocastigo. Léa –por su parte- se unirá a su madre después de varios años de encarcelamiento.

La homosexualidad femenina, el delirio entre dos (delire ci deux), la paranoia y el autocastigo ; fueron todos temas que permitió a Lacan dar por inexacto el diagnóstico de histerio-epilepsia. Comparado con el caso Aimée – cuya actriz había agredido a su colega encarnando su Ideal del yo- las criadas Papin habían producido el crimen de las Lancelin por la misma razón: el verdadero móvil no era el odio de clase, sino la estructura paranoica a través de la cual el asesino hería el ideal del amo que llevaba en sí.  Esto permitió a Lacan confirmar ese espejismo en que el sujeto se encuentra –alienado, a merced del otro- que sobre todo se observa en el infans (con sus típicos mecanismos de transitividad : ve llorar a otro niño, y llora; o llora diciendo que el otro le pegó cuando en realidad él pegó al otro) y en las personas que son tan iguales estructuralmente : de allí que el boxeo –advertida y comercialmente- coloca a dos personas del mismo peso, de la misma talla, para que se golpeen ; nada habría de llamativo si los adversarios fuesen diferentes en aspectos imaginarios, es decir pues –y Freud lo dijo antes-: el enemigo es interno. Casi mejor no amar al prójimo como así mismo, pues uno no se ama demasiado bien -a pesar que sí se ama demasiado mucho- porque se ama sin pensar en más nadie: paradójicamente creyendo que se ama, por no castrarse, goza (goce bien fálico, que corta el lazo); y ese goce puede aniquilarlo, conjuntamente con el supuesto enemigo : un golpe a tu enemigo es un golpe a ti mismo : he ahí la clave del estadio del espejo analizado por el maestro francés ; que conjuntamente con su tesis doctoral indica que, en definitiva y cuando se trata de la pasión, un homicidio no es más que un suicidio proyectado.

Hablando de Alienación es oportuno recordar que la terminología deriva de « alienus », es decir : lo extraño.  Por eso consideramos enemigo a lo extranjero ; pero también por eso esa tierra del adentro/afuera (lo que Lacan bautizó con el neologismo de éxtimo cual banda de Môebius) es lo que funda nuestra identidad, nuestra realidad. De hecho, la experiencia de un psicoanálisis no es hacer consciente lo inconsciente ; sino que transita por estas vueltas en ocho, donde al amor y el odio son moneda frecuente. 

El loco, que conocemos oh casualidad como el alienado, nos confirma esa extrañeza ; pero lo que Lacan investiga y propone (diferenciandóse de la psiquiatría) es que la locura es íntrinsica de todo sujeto (y que locura y psicosis no es lo mismo). Que no hay locura más alienante que el enamoramiento y el delirio de infatuación, y que en esas cuestiones del corazón, todos estamos un poco alienus… De allí que Foucault nos recordaba a Pascal en su apotegma : « Los hombres son tan necesariamente locos que sería estar loco de alguna manera el no estarlo. » Un psicoanalista que sigue confundiendo locura de psicosis, o que simplemente no reconoce en la locura el signo mismo de lo humano ; está haciendo psicodiagnóstico, psicología o mera medicina. Si no podemos entender eso (pese a que les disguste a los psiquiatras e incluso a la Jurisprudencia que –astutos abogados mediantes- intentarán hacer pasar una locura por una psicosis); no entendemos entonces que cualquier sujeto –en un acto de pasión, de identificación alienante y/o fusión con el otro- puede cometer un acto homicida. Y tampoco entenderemos, entonces, que amarse demasiado es un problema y que Lacan ha llamado al EGO, al YO (en definitiva: a la imagen) la única y verdadera enfermedad del parelêtre. Creérsela demasiado lleva a la muerte. (El sujeto es capaz de matar para sostener su imagen; es capaz de matar –como le hemos posteado en otro artículo- porque fue descubierto robando un televisor (y su imagen cae) o porque otro sujeto codicia lo suyo. Por eso no es casual que los grandes brotes aparecen cuando el sujeto ve que su imagen cae, cae ante un otro: es decir, ya no ocupa el lugar central en la escena.  Y no solo se trata de la muerte fisica, también están las pequeñas muertes simbólicas: sujetos que intentan matar poniéndose de protagónicos ante la falla del otro, cuando el otro más los necesita:  esta semana un analizante me comentaba que en plena crisis histérica (con connotaciones cardio-respiratorias) su nuevo “novio” le dijo: “Yo al médico no te acompaño, detesto los médicos, nunca voy a ninguno.”- Bien: si eso no es pensar en sí mismo, el sordo egoísmo, ¿dónde está?)

En la obra de Genet –como en todos los casos que habitualmente aparecen en la sección criminalística de los periódicos- se lee que en los crimenes pasionales (al igual que en los celos y envidias cotidianas) no se trata de un bien tangible en juego ; excepto –claro- si pensamos al cuerpo (es decir, a nuestra imagen) como el patrimonio, el capital, más preciado del sujeto : acervo que sirve para su goce y que –en pro de ese goce- también sirve para excluir lo idéntico : Freud ha advertido que en la palabra alemana Unheimlich se encuentra lo familiar (heimlich) y lo siniestro. Rilke, con un romanticismo que suena hoy a idealismo, nos lo recordaba de otro modo : « No me quiten los demonios pues con ellos se van también mis  ángeles. ». El problema es cuando esos en-demoniados ángeles producen un goce mortífero que aniquilan a todo el sujeto.

marcelo augusto pérez
Las críadas y Jacques Lacan
Invierno / 2012


 

 
No es casualidad que el actor y director Ciro Zorzoli haya sido el elegido de Marilú Marini para dirigir Las Criadas (1947), de Jean Genet, en Argentina. Así como fue lo artificial de la representación dramática lo que atrajo especialmente a Genet, también así funciona con Zorzoli.

En San Genet, comediante y mártir, Jean-Paul Sartre afirma que, "para Genet el ejercicio teatral es demoníaco; la apariencia, sin cesar a punto de hacerse pasar por realidad, debe revelar sin cesar su irrealidad profunda. Todo debe ser falso". Y es este mismo mundo de la representación el que le calza como anillo al dedo a Zorzoli, cuyo principal interés recae en indagar en los mecanismos de artificio propios del arte dramático, como teatro dentro del teatro. "La pieza me invitaba a poner en juego el acto de la representación, básicamente porque las criadas arrancan jugando a que son otros personajes", dice.

Clara y Solange –las criadas de Genet– son las hermanas Papin, que asesinaron a su señora y a su hija en un crimen que revolucionó Francia en la década del ‘30. De ahí la violencia y la relación erótica que las criadas entablan con la muerte. Falsa sumisión y falso respeto es lo que destila su comportamiento, pero no sólo "representan" con la Señora, sino también cuando están solas. La Señora no es la Señora, Solange no es Solange, Clara no es Clara. “Clara o Solange”, así se llaman, en una completa intercambiabilidad entre ambas. "Cada una de las dos sirvientas no tiene otra función que ser la otra, que ser para la otra ella misma como otra", sigue Sartre. De este modo, una sirvienta finge que es otra sirvienta y una sirvienta finge que es la Señora hasta el punto de llegar a terminar con su propia vida, como si fuera otra. Hasta el asesinato mismo de la Señora es falso: nunca logran asesinarla sino a través de ellas mismas.

"Habla de una situación de alienación, en la cual estas dos hermanas criadas, están en un estado de simbiosis total a causa de una sumisión a un poder del pensamiento, de lo humano, en el cual ellas no pueden asumirse como dos seres individuales porque no tienen una identidad. Por eso tiene que aparecer Madame, que es el tercero que divide a esa masa simbiótica". Así lo explica Marini, llegada desde París para representar a la Señora.

"Malditas o no. Estas criadas son monstruos como nosotros mismos cuando soñamos esto o aquello –dice Genet en el prólogo de la obra–. Yo voy al teatro para verme en escena tal y como yo no sabría verme o soñarme y sin embargo, tal y como sé que soy". El teatro, así, es un lugar que muestra aquellas partes que lo social cercena. No es fácil, pero Zorzoli logra meterse con lo marginal del hombre a través de estas dos hermanas que aman y odian al mismo tiempo. Quieren ser la Señora para así ser parte de la sociedad que repudian. "La Señora es buena, la Señora nos quiere como a su bidet", se repiten las hermanas. "Por ella manifiestan las sirvientas lo que Genet experimenta con respecto al Bien. Siendo buena, la Señora no puede querer más que el Bien", analiza Sartre. Es que, como a Genet los mecenas, las ama por amor al Bien, pese a su origen.

Hijo de una prostituta, Jean Genet nunca conoció a su padre. Y muy poco a su madre, que lo abandonó al año de vida. Se crió entre el robo y la prostitución en un continuo peregrinaje por orfanatos, reformatorios y cárceles, hasta el punto de que sólo la intervención de Sartre, Picasso y Cocteau lo salvaron de la cadena perpetua. Fue en la soledad de la reclusión donde comenzó a escribir, con una poética sobre lo marginal. Las criadas es su primera obra, y su primera representación fue hecha por hombres: los mismos presos.

"Genet tiene la osadía de meterse en las partes más oscuras de lo humano que uno se niega a ver y aceptar", opina Zorzoli. Nunca quiso formar parte de la literatura francesa, pero así y todo es considerado uno de los autores franceses más relevantes. "Una persona que en los años ‘40 asume que es homosexual, que escribió gran parte de su obra en prisión, que es hijo de la asistencia pública y que llega a este nivel de escritura y genio es una persona con una fuerza interior enorme", agrega Marini.


El artificio del teatro

Desde todas las posibilidades de la puesta se acentúa lo ficticio. Pese a que las criadas no son representadas por actores sino por actrices –al contrario de como el mismo Genet recomendaba–, el artificio de la actuación está en primer plano. Aún más con el atrevimiento de Zorzoli de agregar un cuarto personaje: Omar. Una suerte de acomodador extraescénico que mide el tiempo de la actuación, acompaña a las actrices e interviene en la escena con movimientos y sonidos de utilería.

Estas inquietudes en torno de la representación acompañaron a Zorzoli durante toda su carrera hasta el punto cúlmine de Estado de ira, su última obra todavía en cartel, que a través de un ensayo de Hedda Gabler reflexiona sobre los modos del teatro y la actuación. "Siento que en el acto de la representación se pone en evidencia algo de lo humano que a mí me conmueve. Algo del orden de lo vulnerable entre el actor y su relación con la representación", señala. Como consecuencia, desde su rol de director hace más foco en el proceso que en el resultado. "Quiero compensar la exigencia ligada al resultado final y que la obra tenga sentido por el encuentro en sí que se produce en los ensayos"...


Ivanna Soto
Lo falso y lo marginal en Las Criadas de Genet
Extracto artículo publicado en Revista Ñ Cultura
Buenos Aires, 26 de julio 2012

FICHA   
Las criadas, de Jean Genet
Dirección: Ciro Zorzoli
Elenco: Victoria Almeida, Paola Barrientos, Marcelino Bonilla y Marilú Marini.  
Teatro Presidente Alvear Buenos Aires.



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