El YO especular / Celos & Deseo
El yo no puede no ser sino especular, narcisista y
paranoico, lo cual no implica que el sujeto lo sea. Se trata de la
tensión agresiva natural que instaura la agresividad como parte
estructural del psiquismo. Lo que es visto en la tendencia a eliminar al
rival especular, propia de todo vínculo fraternal: competencia,
hostilidad, deseo del deseo del otro solo para sí mismo en el
entronizamiento narcisista del yo debido al paso del autoerotismo al
narcisismo primario. Podemos comparar esto con uno de los cuentos de Edgar Allan
Poe: William Wilson (que dicho sea de paso, Poe era uno de los
escritores favoritos de Lacan, como puede verse en su seminario del
carta robada):
Este magnífico cuento toca el tema de un personaje que se
siente perseguido por un ser parecido a él quien realiza todas las
actividades que regularmente hacia en su vida cotidiana, sus allegados y
con generes le platican de los actos que supuestamente él llevó a cabo,
es en este momento donde se despierta la idea de encontrar razón a los
hechos y es aquí como casualmente encuentra a su doble al que decide
matarlo, al momento de atravesarlo con la espada, éste ríe y le explica
al personaje central que los dos son uno y que dependen uno del otro, al
oír esto Wilson cae muerto.
De esta manera se puede vislumbrar el acercamiento, aunque
desde un ámbito literario, a la frase “yo soy Otro” de la que Lacan es
fundador al hablar del mecanismo paranoico y sus diferencias con la
mezcla de la pulsiones de vida y muerte provenientes de Freud (1920), en
el sentido de la creación de un yo arcaico desprendido de la expulsión
de lo insatisfactorio y la internalización de las experiencias
satisfactorias ejemplificadas en el Fort Da, tomando como referencia los
primeros acercamientos y contrastes con el mundo social con
aspiraciones a dominarlo al percibir una rivalidad que relaciona con la
insatisfacción por medio de juicios completamente premorales. Al tocar
estas diferencias se observa que para Freud la constitución del yo se da
desde dentro siendo que para Lacan se da de manera inversa, de fuera
hacia adentro.
Al terminar el estadio del espejo, Lacan postula que la
dialéctica social con ese mundo persecutor mediatiza al saber humano en
el deseo del Otro, los objetos son constituidos en una equivalencia
abstracta por la rivalidad del otro limitando al yo (je) a una
normalización con base cultural. Lo que se conoce es por que
anticipadamente a pasado por el Otro.
En esta alienación del sujeto en el Otro, el infans
se identifica y se experimenta y comienza entonces la circulación del
deseo: hacerse reconocer, hacerse desear y desear el deseo del Otro:
Imagen, palabra, alimento y cuidados, no expresan sino, el rumbo de la
pulsión, en sus distintas modalidades, oral, anal, mirada y voz, a lo
que se agrega el contacto, que va dando cuenta de la inscripción de las
representaciones en el inconsciente, que dará paso a la historización en
proceso de la estructuración psíquica del sujeto sostenido en el deseo
del Otro.
Entendiendo la idea del “espejo” como una metáfora, la
relación de la mirada de la madre será fundamental para el niño, Lacan
otorga un lugar importante a ese imaginario engrosado donde acontecen
las especulaciones sostenidas por el investimento libidinal del Otro que
lo asiste en su mirar. Allí está en juego el deseo de la madre, es
decir, la castración materna, su estructura inconsciente, presente en su
modo de amar al hijo.
Jesús Manuel Ramírez Escobar
En el espejo con Lacan.
A 60 años de la presentación del Estadio del espejo.
Publicado en: www.psikeba.com.ar
Hay una diferencia, que siempre marco, entre Melanie
Klein y Sigmund Freud. Melanie Klein tiene una teoría de los celos a medida
para tranquilizar a los clientes. Èl vuelve a la casa, ella le dice: “¿Con quién estuviste?” Y èl contesta: “Estás proyectando tus deseos de engañarme”
y se va a dormir tranquilo. Se dan cuenta que de esta manera lo único que se
puede hacer es poner un investigador privado porque el que acusa, pierde.
Freud, mucho más astuto, dice que el paranoico
tiene razón. El paranoico va a una fiesta, cree que la mujer está demasiado
sociable y se va enojado. No hay motivo para enojarse, dice Freud, pero es
verdad que las fiestas sociales son para que cada uno se excite con la mujer del otro. Sin
consecuencias, porque esto se regula, pero el paranoico tiene razón. Pasa un
alto mandatario y escupe, el paranoico dice: “Este me desprecia” y es verdad, porque si fuera un tipo importante
el otro lo vería. Que un cierto desprecio esté instaurado en la ciudad, no
implica que no sea un desprecio.
Mucho antes que Salvador Dalí, Freud dice que
cuando tengo celos de alguien es verdad que lo quiero engañar, pero también es
cierto que mi deseo de engañarlo me ha hecho entender su deseo de engañarme,
esto es el conocimiento paranoico: desconozco mi deseo, pero eso mismo me da
una especie de radar para captar el deseo del otro. No es que proyecto sobre una
pantalla en blanco, sino que proyecto un deseo sobre otro deseo, un deseo de
engañar –que no conozco- sobre un deseo del
otro de engañarme –que acabo de conocer gracias a que no conozco mi propio
deseo de engañar-. Es desconocimiento del
propio deseo y reconocimiento del deseo del otro.
Germán
L. García
La clínica y el lenguaje de las pasiones.
Centro
Descartes / Bs. As. Clase del
14 de abril de 1999.
Arte:
Salvador Dalí
El ojo / 1945
Galatéa de las esferas
/ 1952