Heurística o Filosofía











Estimado Marcelo: ya nos hemos comunicado hace un año en referencia a una respuesta que me dio con respecto a la pulsión. Sigo siempre su blog y ayer me acordé de usted cuando leí una nota que le hicieran a Alain Badiou sobre el amor. Me acordé de usted precisamente en el momento que este filósofo dice que el amor no es narcisista; cuando en su blog se lee todo el tiempo lo contrario, que bien usted se encarga de ejemplificar con citas de Lacan. Según Badiou el amor imaginario no es narcisista, sólo es narcisista el encuentro sexual. ¿Podría anexar algún comentario al respecto? Entiendo que cada uno pueda opinar libremente, pero usted sabrá que en estos temas es mejor ser preciso. Agradezco su amabilidad.

Como vos bien decís, de lo que se trata no es de que cualquiera pueda opinar o no: eso es –en todo caso- doxa. Creo que de lo que se trata es que los campos epistémicos puedan interactuar o correlacionarse desde argumentos fundamentados por cada disciplina. He leído el artículo que mencionás y recuerdo el enunciado del filósofo de Rabat.  Sin olvidar que el pensamiento de Lacan ha tenido una influencia decisiva en Badiou (Seuil acaba de editar un texto que él mismo firma con E. Roudinesco sobre Lacan) y parafraseando la frase del filósofo francés cuando en 1997 pronunció que “Lacan no es un filosofo, y no hay, no podría haber, filosofía de Lacan” (“Lacan y Platón: ¿es el matema una idea?”) deberíamos recordar entonces que Badiou no es psicoanalista.  Así como el psicoanálisis no es ni una ontología del ser, ni un existencialismo ni un humanismo; el filósofo sin formación clínica puede pecar de incompetente si intenta interpolar conceptos sin percatarse que –en definitiva- la clínica (es decir: ocupar el lugar de analista y de analizante) es lo único apropiado para garantizar que el invento freudiano no sea un delirio.

Tendríamos que contextualizar un poco el pensamiento de Alain Badiou para percatarnos de la idea en esa frase; y –por ejemplo- recordar que él nos habla de el Dos como concepto que ubica –más allá de lo biológico genital- en la supleción de la posición del ser hablante –posición sexual disyunta- y que connota a la Declaración de Amor. Es decir que el sujeto, en el acto de declarar su amor, suple la relación sexual que no hay.  Bien: hasta acá no hay diferencia con el pensamiento de Lacan, sólo que en filosofía es habitual crear nuevos significantes para decir lo mismo. Pero el pensamiento de Badiou también agrega que el Dos-en-situación es la producción de la verdad sobre el amor. Y aquí habría que ir descubriendo –obviamente- que es la verdad para Badiou. También habría que recordar que el deseo, para Badiou, es narcisista y masturbatorio, a diferencia del Amor: “el deseo es, sea cual fuere la sexuación, homo-sexual, mientras que el amor, por más gay que pueda ser, es intrínsicamente hetero-sexual” (Badiou, A. (“¿Qué es el amor?” en Condiciones. México: Siglo Veintiuno. 2002, p.258).  Es obvio que pecamos de un total y salvaje reduccionismo si pretendemos simplificar con estas pocas líneas su idea; pero puede ser necesario invocarlas para caer en la cuenta –finalmente- que en todo campo epistémico se manipulan ideas que se entrelazan a modo de red conceptual y que es muy difícil “interpretarlas” desde otro campo: a modo de la antropología que bien nos enseñó lo inoperante que resulta estudiar un campo con los preconceptos de otros. Me parece bueno el diálogo interdisciplinario, pero me parece un exceso cuando se pretende “humanizar” con palabras bonitas temas tan clínicos que operan en el sujeto hasta el punto de sintomatizarlo. Yo mismo he hecho postgrados en filosofías pero nunca escribo ni opino sobre estos temas puesto que mi campo laboral es otro. Me parece que no se puede hablar de estas cosas como quien opina por el aroma de un Malbec o el especiado de un Goulash.

No voy –entonces- a volver a subrayar lo que tantas veces ya se ha dicho. Y tampoco es un invento mío: la clínica, el narcisismo del sujeto, ha querido que tanto Freud como Lacan lleguen a la conclusión que no hay amor que no sea narcísistico; así como que no hay narcisismo por fuera del ser que habla. Y así como ningún parlêtre está exento de sobrevivir a partir, en pro y por, su eje narcísico; que incluye –obviamente- la presencia del (deseo del) Otro. Habría quizás que recordar que si lo imaginario parece engañar(nos); el amor es “más narcisista que nunca” justamente en el orden de ese registro. Alain Badoiu se engaña puesto que –como nosotros- es humano y también se captura desde el imaginario. Podríamos incluso agradecer que así sea: si pensaramos que cuando besamos al partenaire (o cuando enunciamos el te-amo) en vez de poesía o excitación encontramos sólo una manera de amarse a sí mismo (como bien Freud ejemplificó el mejor modelo para la pulsión: labios besándose así mismo) todo sería harto más triste que nefasto. Es la manera que el lenguaje encuentra para no alienarnos, aún aunque -paradójicamente- el mismo lenguaje  nos enajena.  Saludos, marcelo a. pérez-







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