Lo Inconsciente, la Falla y el Amor
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Jacques Lacan –en un contexto donde James Joyce ha tenido obvia influencia- dictó en 1977 su seminario 24 con un título bifronte que juega con los neologismos: L’insu que sait de l’une-bévue s’aile à mourre y L’insuccès de l’Unbewusste c’est l’amour; es decir: Lo no sabido que sabe de la equivocación se va a la morra o El Fracaso de lo Inconsciente es el Amor. (1) Es decir: el amor es lo que suple la falta, la equivocación, lo inconsciente. Lo inconsciente –vía la falla, vía la Represión que nunca es total- trabaja permanentemente en los bordes de un agujero: el significante falla y por eso se escucha, porque miente. Porque donde el analizante puede enunciar “zombis” el analista puede escuchar “son bi” y remitir a “son dos”. Donde el analizante enuncia “pollo con vino”, el analista escucha: “yo con bi, no”.(2)
En torno a esos bordes, alrededor de esos límites, el EGO (YO) tratará de cerrar la hiancia que la falla produce. Pensemos que –como bien enuncia Lacan al principio de su Seminario I- el EGO está estructurado como un síntoma: “No es más que un síntoma privilegiado en el interior del sujeto”. (3) Pensemos que el EGO –y por qué no, el síntoma- se corresponde al amor tanto como que todo amor es narcisista por definición; es decir que “amamos para que nos amen” o en términos más llanos: espero que el otro –con su “te amo”, con su “cosita más bonita”- diga lo que deseo escuchar. De allí que el amor suple la ausencia de relación-sexual entre los partenaires. Justamente por efecto de esta suplencia, el amor calma. ¿Qué calma? La falta-en-ser.
Ahora: esa calma no hace buenas migajas con lo inconsciente. ¿Por qué? Porque no hay significante que pueda escribir en lo inconsciente la fórmula de la relación sexual. Porque lo inconsciente es la falla que la sexualidad ha producido en el parêletre justamente por anclarse en LaLengua. Porque lo inconsciente –que trabaja en forma permanente sin descanso, que no sabe del “día y de la noche” (que son meros significantes; como “frio” o “calor”)- es un Amo que tratará de hacer la vista-gorda (o el oido-flaco) a toda unión que pretenda suturar esa hiancia, esa castración; es decir, la falta que se produce en el sujeto por estar –justamente- sujetado a la palabra. De aquí surge una aparente paradoja: La castración permite amar pero –a la vez- el amor, castra.
¿Por qué, entonces, se dificulta el trabajo con el analizante? Entre otras cosas –porque hay un par-, porque el analizante paga para ser escuchado: y esto es ya de por sí –y lejos- la manera privilegiada de ser amado.
Sin obviar el soporte de la pulsión fónica, y la cuestión en juego de la voz (del Otro) con todo lo que esta voz simboliza y libidiniza, digamos que si toda Demanda es de Amor –y toda la Serie que el “amame” conlleva, es decir: “escuchame, veme, tocame…”- puede rápidamente derivarse cómo ser-escuchado y ser-amado se homologan en un mismo eje. Por eso alguna vez expresé que la persona que viene a vernos no es estrictamente y en principio un analizante sino un pa(de)ciente: no llega para analizarse sino para ser amado. En el correr del tratamiento se abrirá la posibilidad de introducir el discurso del inconsciente a condición de que el sujeto pueda perder una cuota de su goce; es decir, se divida. Por eso podemos inferir en forma directa y aún abusando de cierto reduccionismo, que las relaciones humanas suelen entran en conflicto cuando uno no escucha al (deseo del) otro.
Pero ¿qué ocurre ante ese encuentro con la división? Ocurre que el analista tratará de aprovecharlo, de usufructuarlo (4), de no taponar esa falta con ninguna medicación o ningún consejo; implementará –aún a condición de ser antipático- la regla freudiana: hable; caerá en lo que Lacan alguna vez bautizó como “la tendencia inhumana del analista”. ¿Y del lado del analizante? Del otro lado ocurre lo esperable: ante la falta, tapono. ¿Cómo? La manera usual es introducida por Freud bajo el aspecto de la Verniengung (La Denegación; traducida como La Negación) y su famoso apotegma “No vaya a creer que es mi madre”; aunque –como sabemos- hay muchos otros: “No, no, no…” o “¡De ninguna manera!” o “Jamás nunca pensaría algo así…”, etc. La otra manera es más simple: “Cambiemos de tema…” Y –entre otras- reconocemos la más usual: “No sé” o “No se me ocurre nada”. Todos estos discursos tienden a palear la situación angustiante que produce la falta, la hiancia, en el blablabla: el sujeto no quiere saber (que no hay saber sobre la sexualidad, dirá Masotta) y por eso tapa. Otra paradoja: paga para saber pero se negará a saber. El sujeto, entonces, lo que quiere es –para decirlo a la criolla- ser mimado: ser amado.
Entonces el analizante –vía imaginaria, vía su YO- caerá en la demanda –de amor- ya sea para taponar la falla y sentirse protegido (el YO es almácigo de defensa) o por la sencilla cuestión de volver al famoso “sentimiento oceánico” del que habló Freud y sentirse –lo digo, bah!- en un útero de placidez. Por eso la falla que produce lo inconsciente se tratará de taponarla vía el YO (“¿Yo dije eso?”) y por eso –también vía el YO- el amor allí cultiva su dinámica.
De aquí que cuando el analizante “quiere ser amado” entonces no asocia (quiere ser correspondido vía imaginaria) aunque –otra paradoja más- podríamos decir que a nuestra demanda de HABLE responde por amor… Por eso tambièn Freud ha dicho que cuando el analizante se queda en silencio es probable que esté pensando en la PRESENCIA del analista: esa presencia del cuerpo del Otro (de la voz que el Otro puede hacer escuchar) connota inmediatamente al fantasma de “ser Amable/Amado” para el Otro y eso implica no fallar.
El amor –que, como leemos en todos los poetas, trata de hacer “de dos, uno”- sutura en el punto donde –como afirma Lacan en el seminario 21- el sujeto no está 'enalmorado' de su inconsciente y yerra por no ser incauto de su grieta. Si podemos decir que el amor nunca falla es justamente por la ilusión de completud (¿Y qué es el YO sino un espejismo?) que produce el estado amoroso. Claro que, como sabemos, el amor sin fallas es un oxímoron como la luz oscura. Pero ambos pueden alumbrar. El hijo que produce ese alumbramiento es el producto de un mal-entendido. De ahi que -como enunció Lacan- todos somos hermanos en la medida de que somos hijos del Lenguaje.(5)
Marcelo Augusto Pérez
01 - XII - 2011
Arte:
Pablo Picasso
El Beso. 1969.
Ref.:
(1) l`une-bévue = La equivocación jugando aquí con la homofonía en alemán de Unbewusste = Lo Inconsciente.
(2) Estos son dos ejemplos de dos analizantes diferentes en el mismo día de esta semana. Causa cierta impresión el rasgo “bi”nario del significante que emerge.
(3) Lacan J. Seminario I Los Escritos Técnicos de Freud; Paidós, Bs.As., ed.1996, p.31
(4) Retomo este vocablo que connota al uso que Lacan –en el seminario 20- nos recuerda que deriva el otro término en cuestión: el goce. (Gozar es usufructuar de un objeto que pertenece a Otro.) Sabemos que el nombre lacaniano de ese objeto amboceptor es el (a).
(2) Estos son dos ejemplos de dos analizantes diferentes en el mismo día de esta semana. Causa cierta impresión el rasgo “bi”nario del significante que emerge.
(3) Lacan J. Seminario I Los Escritos Técnicos de Freud; Paidós, Bs.As., ed.1996, p.31
(4) Retomo este vocablo que connota al uso que Lacan –en el seminario 20- nos recuerda que deriva el otro término en cuestión: el goce. (Gozar es usufructuar de un objeto que pertenece a Otro.) Sabemos que el nombre lacaniano de ese objeto amboceptor es el (a).
(5) Lacan J.; Seminario 19, Ou pire; 1962.