Agresividad & Agresión: "El otro o yo"


Hola Marcelo. En otra oportunidad te escribí y me aclaraste una duda con respecto al incesto. Soy psicóloga y trabajo con niños desde hace un par de años.  En las consultas siempre aparece –si mi escucha no me falla- la cuestión de esto que decías que la MADRE debe sostener su lugar sin comerse el bebé y sin pensar que con los cuidados de limpieza o aprendizaje es suficiente: es decir, con amor. Ahora quería preguntarte –en función de tus últimos posteos sobre el caso del niño de Miramar-: ¿Cómo es posible que alguien que tenga ese deseo natural que supuestamente tiene de ser madre; sea potencialmente cruenta para “construir” –como vos expresás- un producto que puede incluso terminar matando a su propios progenitores? Yo tengo padres de mis pacientes-niños que a veces entrevisto y suelen venir muy preocupados por el tema de la violencia de su hijo.  Y por otro lado, si yo no entendí mal, la tesis de Lacan sería que por agresividad especular, el sujeto puede terminar matando a su semejante? Quiero decir: ¿por una cuestión de imagen? Lo que no entiendo es cómo juega la imagen en la cuestión de matar al otro. Gracias, un saludo! Julieta. DIC/2011



Hola. Bueno –y te lo digo con toda la onda- ¿de dónde sacaste la loquísima idea de que ser madre es un deseo natural? Eso dejémoslo para los libros de autoayuda o para el discurso de la tía Eulalia.  Justamente estoy respondiendo posteos tratando de que se entienda todo lo contrario: Primero) No hay nada natural en el ser humano, ni siquiera el deseo. El deseo debe poder constituirse, al igual que la pulsión. Segundo) Mucho menos la posición de Madre o de Padre o de Hijo. 

Cuando un niño consulta a un analista suele ser por lo general porque los padres no puedan ya escucharlo; simple paradoja porque parecería que –al ser los padres (en el mejor de los casos, obvio) quienes lo llevan- fuesen ellos los que sostienen su falta; sin embargo no habría que ir tan rápido. Estar preocupados no es hacerse cargo. Y muchas veces los padres mandan al hijo al analista “para que les arregle la fallita” (o “la tuerca floja”, como a veces digo), es decir: como un modo de “sacarse el problemita de encima”.  Es cierto también que hay que ver el lado positivo de la demanda de los padres: el hijo les hizo síntoma y al quedar impotentizados frente a la demanda, recurren por ayuda. Pero hay que observar bien el modo de la demanda y si en realidad no se está depositando al hijo y negando el problema. Por eso siempre la clínica de niños va de la mano de la entrevista a los padres.

Como bien decis, una madre –o un padre- no son “buenos padres” por el sólo hecho de llevarlos a colegios caros o de comprarles juguetes. Para usar un término winnicottiano, serían “suficientemente buenos” (o bastante buenos) si pudiesen escucharlos, aceptando que un niño es un ser insuficiente y que –al igual que un enamorado/adulto-  demanda. Parar el deslizamiento de la demanda (en un contexto y en un momento preciso) no es una puntada fácil de dar porque los padres también son sujetos del lenguaje, es decir: están barrados. El “punto de almohadillado” debe tejer los espacios vacíos con los finos hilos que la PALABRA debe hacer resonar en el otro.  El problema de la Estructura es siempre un problema de lenguaje, de palabra, de voz.  Si el sujeto no puede acatar la voz del otro, la palabra no tiene peso, pierde su consistencia. Todo da lo mismo. No hay pacto, no hay Ley. La palabra –en psicoanálisis- es sinónimo de Ley, por eso ambos son simbólicos por excelencia.   Como ya dijismos en algunos posteos, son los famosos niños que siempre repiten: “Yo hago la mía”, “Hago lo que quiero”, “No me importa”, etc. Es decir, pretenden estar al margen de la Ley acaparando todo goce: de ahí que Freud los conceptualizó como de un polimorfismo perverso.

Por eso, en la infancia, es importante que el niño pueda permitirse jugar con juegos “reglados” y no meramente individuales.  El juego-reglado coloca al niño no sólo ante “normas” simbólicas (“esto se puede, esto no”, “ahora hay que esperar un turno”, “saltee dos casilleros”, etc.) sino que además posibilita el lazo con el semejante con la consiguiente pérdida de goce narcisístico que eso implica; puesto que para tener un lazo con otro (un lazo –digamos- medianamente sano) es necesario acotar el goce autoerótico, castrarse (elaborar celos, envidias y yerbas anexas) y aceptar que el otro también tiene un deseo.

Con respecto al tema de la imagen que me preguntás: ya lo aclaramos muchas veces. Vayamos al Estadio del Espejo de Lacan. Pensemos que a la misma edad de inteligencia instrumental que el chimpancé, el niño es muchísimo más estúpido. ¿Qué hace el simio si ve una imagen –que es él- en el espejo? Primero se asombra pensando que es otro animal. Si su olfato es su herramienta más fuerte, directamente se retira. Porque los animales se manejan por instinto y por olfato. Pero si aún –asombrado ante esa imagen- toca el espejo y comprueba que no hay nada, se retira también.  El niño, en cambio, no sólo cree en esa imagen que ve (“se la cree”) sino que encima se alegra (“jubiloso ajetreo”-dirá Lacan) y  se pone loco de contento que quien lo sostiene le confiese –musicalmente- “Ese es mi bombón”-.  ¡Y ahí queda detenido! ¡Ahí se jubila! Eso es lo que llamo “creérselo”.   (Ya aclaramos que el espejo es metáfora de la receptividad libidinal del Otro: un ciego también es sujeto y proyecta su imagen en el espacio y atraviesa esta etapa, al igual que un sordomudo porque, como se sabe, la voz del Otro puede escucharse con el tacto y con otros códigos cómo la mirada y los gestos.)  Siempre –y en el mejor de los casos- hay otro que demanda y un niño que localiza el apetito de ese Otro.  En esa relación bifronte, el FALO funciona como operador estructural del Complejo.

Justamente lo que el caso-de-Miramar nos viene a poner nuevamente en escena, es que el sujeto es capaz –imaginario mediante- de matar por su propio narcisismo. Si Julián fuese el asesino, Julián no asesina por dinero. Asesinaría –y esta es la hipótesis del fiscal- por sostener su imagen.  Se ahoga –“se precipita”, dirá Lacan- en el otro: es el otro o él.  Es donde la agresividad se transforma en agresión y en tratar de destruir al otro.  Las "escenas matrimoniales" se juegan -sin llegar en general a la muerte- en este nivel, en la cuestión del falo: de quién la tiene más larga. Cuando los sujetos son muy parecidos (dos histéricas fuertes; un sádico con un masoquista) se pueden llegar a matar. Por eso en el Boxeo se ponen personas de talla similar; ahí está el atractivo: los dos pueden llegar a morir.  (Y digo "un sádico con un masoquista" porque justamente no hay complementaridad: a un sádico no le sirve un masoquista y viceversa: pensemos con el sentido común: ¿De qué puede servirle a un sádico que otro sujeto quiera pegarle? ¿De qué puede servirle a un masoquista -que en realidad pretende la angustia del Otro para ser amado- que un sádico lo castigue? ¿Se entiende por qué Lacan decía que no hay complementaridad cuando el lenguaje se interpone? "Si el masoquista pide "PEGAME", el verdadero sádico dirá "NO".)
Cordiales saludos, marcelo pérez-

Artes Visuales:
Lara Zankoul
[ Líbano, 1988 ]

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