El YO-Capitalista versus El Sujeto
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En Les Triplettes de Belleville -el dibujo escrito y dirigido por Sylvain Chomet en el año 2003-, hay un emblemático perro con ojos de víctima patético y ternura compasiva: Bruno. Cuando éste era cachorro y asomaba gustosamente su cuerpo a través de la ventanita de un altillo, el tren que pasaba puntualmente por allí le rasguñó su cuerpo. Bruno -a partir de entonces- nunca se olvidaría de esto: los animales no tienen inconsciente y -por lo tanto- no poseen la capacidad del olvido que cuida y pretende reprimir el dolor.
Esta escena constituye, a mi entender, la metáfora del avance de la Industria y, con ella, del Capitalismo. Y no es que lo estamos tratando de minimizar; sino de encontrar en ese avance el rasgo que anula al Sujeto en su capacidad de asomarse gustosamente a disfrutar un paisaje. Hoy el tren quizás no nos muerda la nariz, pero el paisaje está minado de shoppings, lifting, cremas de rejuvenecimiento, programas de televisión cuya obscenidad anula el mensaje mismo y la estética plástica; y todos esos gadgets que el Mercado impone -levantando la bandera de la felicidad eterna- para que el Sujeto se crea bello, potente, omnisciente y eterno.
Ayer -con Victor Hugo Morales en un programa de televisión- Juan Pablo Feinmann nos recordaba que el primer asesino de la historia biblíca ( Caín ) significa "Poseción". Es decir que el espíritu de dominación tiene que matar. El YO/EGO freudiano es poseción, es siempre más, más y más... Como nos recuerda -en Wall Street de Martin Scorsese- una escena fundamental donde Micheal Douglas hace un pequeño soliloquio alegando que la codicia es buena, funciona, clarifica, penetra y captura la esencia del espíritu evolutivo y gracias a la codicia por el amor, por el dinero y por el conocimiento, el sujeto ha elevado este mundo al rango de Humanidad. Esto, como también nos recordaba Feinmann, es la Voluntad de Poder de Nietzsche para mantenerse. El discurso de M. Douglas en esta escena -más allá que no intenta ser irónico per se- nos enuncia que los sentimientos humanos más primitivos (el amor, en primer término) gozan de una esencia narcisística forzosa. Es decir que la Humanidad se construyó -y se sigue construyendo- en base a un egoísmo que intentará anular al semejante si no puede dominarlo para su beneficio.
En este sofisma importado de nuestros vecinos del Norte, Sigmund Freud leerá -sin embargo- pura fragilidad: Dime de que alardas y te diré de qué careces... El YO es pura defensa, y cuánto más necesita el YO afianzarse, más inseguro, más precario, más angustiado y más huérfano se encuentra. De aquí también derivamos que en el AMOR, el Sujeto encuentra un modo de eregir su YO -de engañarse- que es -obviamente- mucho más benéfico que hacerlo mediante la GUERRA: otra manera imaginaria de fortalecer la posición yoica. Como se sabe para Lacan el discurso capitalista es la perversión del discurso amoroso; y esto es coincidente en Freud: si se ama se debe resignar una buena porción del YO para ofrecer(lo) a disposición del amante. Aún aunque esto sea meramente engañoso -ya que el Sujeto lo "resigna" para su Bien- constituye el núcleo de la metáfora amorosa. En el capitalismo, en cambio, el YO prevalece sobre cualquier metáfora. Podríamos decir que de existir una axiomática-amorosa sería: "Tú primero, después yo." En cambio la axiomática-capitalista rezaría: "Yo, siempre yo, primero yo."
Como se ve, el síntoma neurótico está perfectamente engarzado a esta problemática, de ahi que Freud también enuncie: "El neurótico ama a su síntoma como el psicótico a su delirio." Claro que este no es el amor que el propio neurótico prefiere recibir de su amante.
No puede ser casualidad que estas re-invidicaciones del YO -codicia y egoísmo mediante- se afiancen en sectores que, a la vez, tienen tanta producción cultural: la cuna del capitalismo mundial -es decir: Nueva York- es también la sede de los Teatros y las Comedias Musicales de Occidente -es decir: Broadway-. Cuando el guión está escrito sin codicia, sin bajar una línea política que al mercado le convenga; se puede leer toda la poesía que gritan estos textos: el ahogo que frente a la ambiciosa Humanidad hace que el Capitalismo termine siendo el núcleo de una desigualdad desmedida, increíblemente feroz.
El tren seguirá pasando por nuestra ruta; obstáculos hubo y habrá siempre.
El Sujeto -en su condición deseante- puede intentar usarlo para viajar o bien esperar que le muerda la nariz. La opción menos ventajosa es salir corriendo al altillo cuando escuchamos la locomotora y quedarnos ladrando toda la vida frente a la ventana, culpando al Otro por el avance de esta exagerada mezquindad.
marcelo augusto pérez
10 / X / 2011
El dibujo a lápiz corresponde a Florian Fiebig:
Bruno Pencil Tests for Les Triplettes de Belleville.
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