La Familia Argentina
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CARLOS: …Cuando vos me conociste, yo ya había aprendido a simular, es la primera materia… Me hacía el duro, el solitario, el que estaba en la suya, el que pensaba… En esa época daba prestigio mostrar que uno se sobreponía, que no negaba ni afirmaba, porque estaba pensando. Y nada: nada de nada. Cuando vos apareciste en mi vida, y yo en la tuya, nos armamos… -vas a creer que nunca te quise y no es cierto-… pero nos armamos un buen sistema de supervivencia… No te creas que yo era infeliz… Para nada, en muchos momentos fui feliz… Nos cuidábamos, nos dábamos los gustos, nos comprábamos cosas todo el tiempo. Nos gustaba lo mismo… Eso no está bien ni bien ni mal, pero siempre es mejor… Demostrábamos que habíamos aprendiendo algo de la vida, que nos sobreponíamos gracias a la pareja…
LAURA: Estás describiendo a dos idiotas. Un arquitecta divorciada y con una nena, que son idiotas, y un psicoanalista divorciado y con un hijo, que son dos idiotas. Una pareja de idiotas que arma una nueva familia de idiotas.
CARLOS: No, de idiotas, no. Para nada. Éramos gente ¿qué íbamos a hacer? Educamos a los chicos, hicimos una casa, yo escribí libros. Tan, tan idiotas no éramos. Y te digo la verdad, no me aburría. Pero yo, a mi, no me gustaba más. A vos te iba “bien”, porque a vos siempre te fue bien, ganábamos bien, nos peleábamos, yo dejaba de fumar y después volvía a fumar, te engañaba, seguramente vos me engañabas a mi –para equilibrar-, pero nos queríamos. Cambiábamos el coche cada dos años, en fin, la vida.
(…)
No podés zafar, nadie puede. Yo no podía, por lo menos. No sos nadie, te disolvés, no sos nadie.
(…)
Así, años y años. Cuando creía que se me ocurría algo para ir tirando era porque ya estaba de moda y no me había dado cuenta. Un día estaba sólo en el consultorio, después de atender, y me tiré en el diván. Se me ocurrió masturbarme y ¿sabés lo que pasó? No podía pensar en nadie. Empecé a recorrer novias, mujeres de conocidos, caras vistas por la calle, vecinas, fotos, pacientes y nada. Parecía un gaucho peleando en la niebla con la pija en lugar de cuchillo y sin poder ensartar a nadie.
Pensé que era el diván que se había cargado de un karma de ocultamiento… Así que me senté en mi sillón y tampoco. Probé en el baño, fui recorriendo todos los ambientes, incluso la cocina, hasta que tuve que dejar porque me dolía la muñeca. Ese día, cuando volví a casa, tomamos un whisky y después hicimos el amor. Cojimos. Pero fue lo mismo que cuando estuve sólo en el consultorio, pajeándome como si me hiciera respiración artificial. Pensé “ahora estoy listo…”
LAURA: Me lo hubieras dicho.
CARLOS: ¿Qué te podía decir? ¿Vos no te dabas cuenta? Me pasaba al lado tuyo. Dormíamos todos los días en la misma cama ¿qué más querés?
LAURA: A mi no me pasaba. No puedo saber lo que te pasa a vos adentro.
CARLOS: Sos poco exigente.
LAURA: Te quería.
CARLOS: Yo también te quería ¿pero eso que tiene que ver? Te quería y me estaba muriendo delante tuyo mientras vos me diseñabas la mortaja.
Alberto Ure
La Familia Argentina
Ediciones Leviatán, Bs.As., 2011
La obra se presenta en Buenos Aires
en el Centro Cultural de la Cooperación
Floreal Gorini, con dirección de Cristina Banegas.
ARTE: Victoria Vanni / Julianas Ilustradas
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