¿Què Síntoma?
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¿De qué Síntoma hablamos en psicoanálisis? La construcción del Síntoma Analítico viene dada por la construcción misma de la Puesta en Acto de lo Inconsciente: el psicoanálisis, lejos de buscar rápidamente la curación (y el bien) del sujeto –furor curandis- crea –repito: crea- una neoformación: un nuevo síntoma que forma parte del constructo entre analista y anali(siendo). Desde Freud hasta nuevo aviso, las Neurosis son De Transferencia. Y así como el analista forma parte de lo inconsciente (ergo: quien no se analiza no tiene inconsciente) el síntoma también se constituye en el ensamblaje entre el diván y el sillón del analista.Resulta entonces que el Síntoma (la queja de lo que no-marcha) es el modo que pre-anuncia la Entrada en Análisis (por ello es que el paciente golpea a nuestra puerta); pero lleva también implícito la categoría de Estructural. Como dice Lacan: en ningún otro lugar que en la Psicosis, “...el síntoma, si se sabe leerlo, está más claramente articulado en la estructura misma." (Aquí también puede resultar claro porqué hablar de Patología en el sujeto es ya un abuso de términos).Para entender la cápsula en la cual está envuelto el síntoma, tenemos que pensar en las fantasías (fantasmas) que son sus proto-precursores.
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En 1909, Freud ya entiende al ataque histérico como un “sustituto de una satisfacción autoerótica antaño ejercida y desde entonces resignada.” Un año antes nos dirá que “el síntoma histérico es el símbolo mnémico de ciertas impresiones y vivencias (traumáticas) eficaces.” Es decir que será el síntoma lo que permitirá dar al trauma el carácter de tal. También en el apéndice, parte II, del Proyecto; conceptuará al síntoma como formación simbólica que incluye al recuerdo traumático como “efecto retardado” (nachträglich) y que tipifica la represión histérica. Ahora bien, la frase-fuerte-freudiana, en este punto, creo que la encontramos en 1908 cuando nos dice: “el síntoma histérico ES la realización de una fantasía inconsciente al servicio del cumplimiento de deseo.” Aquí la importancia clínica: interrogando al síntoma encontramos al fantasma asociado. (Esto no implica, claro, que el analizante verbalice primero el fantasma y después entremos al síntoma; ya que, de hecho, la lógica síntoma-fantasma es biunívoca y, clínicamente, es así como sucede; ya que al desplegar el fantasma el sujeto puede comenzar a poner en acto su neurosis transferencial y su neo-formación sintomática.)Como vemos, síntoma y fantasma se unen con el lazo de lo (real) sexual; y no podría haber sido distinto: ese real, del que el sujeto nada quiere saber, es justamente lo que lo divide: allí encontramos lo que Oscar Massotta definiría como el juglar que siempre canta la misma canción (sexualidad y muerte): lo inconsciente. En el mismo texto freudiano al que hacíamos referencia; encontramos que “...(el fantasma) es idéntico a la fantasía que sirvió (al sujeto) para su satisfacción sexual durante un periodo de masturbación.” ¿Cómo ligar pues, el fantasma al síntoma? Veamos: en un primer estadio podemos anunciar la existencia de Otro (el seductor, el de la teoría traumática) que posibilita –con su verbo- el recorte pulsional en el sujeto: recordemos, con Lacan en el seminario XX; que “las pulsiones son el eco de que en el cuerpo hay un decir”. Hasta este estadio la satisfacción se enmarca en la fricción del órgano sin contenido de representación: he aquí el onanismo. Luego la satisfacción se “engarza” a la fantasía: Verlötung es el término que utilizará Freud en 1908 para hablar de soldadura. Esta fusión ya tiene un contenido de representación: he aquí la masturbación. Como sabemos, luego se suelta este engarce: se renuncia a la acción y se conserva el fantasma. Finalmente el fantasma se reprime: he aquí el contenido latente del síntoma. Palabras poéticas nos llegan desde Lacan para explicarlo: “El síntoma representa el retorno de la verdad en la falla de un saber.” El síntoma es, entonces, el retorno –vía inconsciente- de la represión. O, para decirlo todo, es la represión misma. (El psicótico –que reprime in altero- no tiene síntoma; su delirio es plena certeza: cree en él y nunca nos visitaría porque eso le moleste; eso sí, probablemente moleste a otros y eso hará que lo traigan.)
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Así como la represión ES el retorno-de-lo-reprimido; el síntoma es su metáfora. He aquí, otra vez, como aparece la necesidad de hablar del síntoma como una estructura de lenguaje. Su desciframiento es en transferencia; su materia prima es la palabra. Pero esa palabra que al sujeto sorprende, que lo descentra, lo mueve de su eje; esa palabra-plena que hace que el único y verdadero acto logrado sea (el) fallido. He aquí también lo inconsciente: eso que “...falta a la disposición del sujeto para restablecer la continuidad de su discurso consciente.” Cuando el sujeto, en análisis, dijo “Juan” y se corrige porque quería decir “Pedro”; está haciendo uso de sus defensas yoicas; es con su yo que se defiende: “yo no lo dije”, “yo quería decir Pedro” y –a la vez- está nombrando lo que no sabe: eso también es lo inconsciente: un saber-no-sabido; un saber ignorado que excede al sujeto en su decir y lo con(voca) a hablar de lo que no quería (¿de lo que no deseaba?): “Pues bien, hablemos de Juan.” Por eso el psicoanálisis subvierte al sujeto cartesiano de la certeza; y escribe su nuevo cogito: “soy donde no me pienso”. Por eso Lacan dirá que “...la palabra puede expresar al ser del sujeto pero, hasta cierto punto, nunca lo logra.”
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Y bien, entonces, síntoma y palabra dan el sentido del que veníamos dialectizando. Ese sentido es sexual, es traumático; tiene al falo como operador central y al verbo como lo que pulsa desde el Otro. De aquí que también Lacan conceptualizará al síntoma como la inmixión de lo simbólico (el significante) en lo real. Real que se localiza (¿y dónde sino?) en lo imaginario construido; esto es: el cuerpo. El cuerpo, territorio de goce y de significación. Único lugar posible donde un sujeto se-habita y encuentra su dolor. Y esto para quienes todavía siguen pensando en el cartesianismo psique/soma; o sea: “Es sorprendente que el psicoanálisis no haya brindado aquí el más mínimo estímulo a la psicología. Freud hizo todo lo posible para ello, pero, obviamente, los psicólogos son sordos. Esa cosa que sólo existe en el vocabulario de los psicólogos –una psique adherida como tal a un cuerpo. ¿Por qué diablos, cabe decirlo, por qué diablos el hombre sería doble? (...) ¿Por qué diablos no limpiar de nuestra mente toda esa psicología defectuosa y no intentar deletrear lo tocante a la Bedeutung del falo?” Este real, como sabemos, es también un imposible; es aceptar (como lo expresó Freud hace más de cien años) que la “desdicha cotidiana” es constitucional para el ser-que-habla; que también el sujeto está “sintomatizado” por el Malestar que su Cultura (le) produce y que si “Eso goza, entonces yo debo responder como sujeto deseante”. Estos movimientos con relación al goce (al sufrimiento, a lo que pulsa, a lo habrá que descrifrar; en fin, a lo que Gardel & Le Pera pronunciaron: “la vergüenza de haber sido y el dolor de ya no ser”) constituyen la dinámica en dónde cada singularidad posicionará su Falta-en-Ser, su vacío; su disyunción entre amor y deseo o su recorrido entre deseo y goce. También Lacan lo dirá en respuesta a una pregunta de su audiencia: “Freud ha podido enunciar que hay Urverdrängung, una represión que jamás es anulada. Es de la naturaleza misma de lo simbólico comportar ese agujero.” Entonces; ¿qué? Es importante entender que, a diferencia del síntoma médico, la concepción psicoanalítica del síntoma tiene que ver con una “formación de compromiso” (formación sustitutiva o reactiva –como en la neurosis obsesiva-) y que –como dijimos- forma parte de la estructura subjetiva. Es en este sentido que, desde el punto de vista topológico, el síntoma es indisoluble al nudo borromeo de los tres registros propuesto por Lacan. Esta indisolubilidad, al mejor estilo-prótesis, anuda los tres redondeles y nos lleva a pensar un nuevo modelo clínico donde el sujeto pueda acceder al savoir-faire de su estructura. (Podríamos recordar que la etimología del término remite a lo que cae en simultáneo o lo que coincide; ergo, el síntoma anudado no cae para que algo se modifique.) Si sabemos, con Lacan, que “no hay relación más que ahí donde hay síntoma” ; y si pensamos que la relación sexual no existe; entonces parecería prudente darle al síntoma el estatuto lógico –y ético- que le corresponde: si el sujeto tanto se aferra a él es porque, además de la porción de goce que conlleva la adherencia, le permite –en tanto sujeto por su relación al corte- ex - sistir en la singularidad de su Ser. (El sujeto es el corte mismo.) Por eso en su último modelo de síntoma, Lacan utilizará la conocida fórmula de unión entre el symptome, el saint homme y Santo Tomás: el sinthome. El engarce, como todo lo que viene de su obra; no es azaroso; así como el hecho que haya elegido a James Joyce y su Ulises para mostrarnos cómo un síntoma puede funcionar como Nombre del Padre: he aquí el cuarto nudo de su lógica. He aquí la solución para aceptar la “desdicha cotidiana”: el nudo que se ata (vía significación fálica, en caso del síntoma neurótico o en la metáfora delirante, para la psicosis) al Complejo nuclear del sujeto. Cito: “El complejo de Edipo es como tal un síntoma. Es en tanto que el Nombre del Padre es también el Padre del nombre que todo se sostiene, lo que no vuelve menos necesario el síntoma.” Esto es lo que lleva a darle un estatuto ético a lo inconsciente; al síntoma y, por ende, a la clínica psicoanalítica. La inscripción Freudiana pronunciada en la Conferencia 31 (Wo es war, soll Ich werden) podemos leerla, junto a Slavoj Zizek, como: “tu, el sujeto, te has de identificar con el lugar en el que tu síntoma ya estaba (...) has de reconocer el elemento que da congruencia a tu ser.”
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Marcelo Augusto Pérez
Fragemento de TEXTO PUBLICADO EN:
Actualidad Psicológica nro.331; Junio 2005.
Buenos Aires, Argentina.
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