lo-cura



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Ese papel iatrogénico decide preponderantemente en el valor y significado que (a priori) la institución otorga al sujeto; valores y significado que suelen apretarse condensadamente en un juicio previo disfrazado de diagnóstico. Al final, ¿de dónde vendría sino, la tozuda preocupación de la institución por los diagnósticos?
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De cualquier manera, queda claro que por esta vía, el hospicio termina oponiéndose a la “aparición” del sujeto. El personaje del loco no puede revelarse desde que, antes que cualquier otra cosa, él es lo que la ideología manicomial decide que sea. Para revelarse el loco deberá rebelarse. Situación que el hospicio suele reconocer como “crisis de agresividad” y que indefectiblemente implica la administración de sedativos o la reformulación de la prescripción médica. Se ve: el prescribo importa más que el escucho. Se ve: por prescribir el psiquiatra corre el riesgo de permanecer sordo…

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Al final el hospital psiquiátrico escucha a la manera de una madre en el seno de los intercambios de demanda: “escucha como proveniendo del otro su propio mensaje en forma invertida”. Que el manicomio pueda llegar a ser una madre para el loco es algo que al final de cuentas no debería ni tendría porquè asombrarnos. Se trata de una relación perfectamente complementaria, desde que está fijado a esa estructura fundante en la que la escena fálica esboza cerrarse; por lo mismo parece estar en permanente posición de hijo… de infans, que pide permanentemente que lo complete. Pero lo que no puede ni debe dejar de asombrarnos es que sea justamente el hospital –un lugar idealmente creado para operar la cura- quien ejerza esa complementariedad. La cura deviene locura.


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Antonio Godino Cabas
La función del falo en la locura
Editorial Trieb; Bs. As., 1980.


dibujos:
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André Gill
(Fr. 1840 - 1885)
Pablo Bernasconi


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